EL ÁNGEL EXTERMINADOR En un confín recóndito del cielo, de una selva viviente circundado, denso y confuso y misterioso velo que le tiene del orbe separado, hay un alcázar de azabache, obscuro, que en un hondo torrente ensangrentado la sombra pinta de su inmenso muro en contornos de sangre reflejado. Jamás el aura de perfume henchida, que en los jardines del Edén murmura, en tal lugar estremeció perdida del rudo bosque la hojarasca dura; ni el sol radió con fujitiva lumbre, ni sonó por la lóbrega espesura, ni retumbó la cóncava techumbre más que el rugir de la corriente impura. José Zorrilla |