ANIMISMO
Sería indistinto derivar esta palabra de su origen más inmediato, la palabra latina ánimus
/ ánima, como de su más remoto origen griego anemoV
(ánemos). El resultado es el mismo. La pequeña
diferencia es que el anemoV griego se
refiere al aire en movimiento fuera de nosotros, y el ánimus/ánima latino se
refiere al aire en movimiento dentro de nosotros.
Hablemos del viento: al explicar el origen del nombre de la nueva moneda europea, el euro (web 6-1), decía que las primeras
divinidades del olimpo fueron los vientos. Es lo más lógico. Si hay que identificar en
toda la naturaleza algo como principio de vida y movimiento (en positivo) o como fuerza
terrible que está por encima de todo, y de cuyo poder destructor hay que guardarse, ese
algo es el viento. El Euro no es sólo un viento, es además un dios, y no un dios
cualquiera, sino hacedor de dioses y mundos. Igual que el Noto, el Céfiro, el Aquilón. Y
lo mismo en otras religiones y mitologías. "En el principio creó Eloím ("Los Señores") el cielo y
la tierra. La tierra era vacía e inútil. Las tinieblas cubrían el abismo y el
espíritu de Eloím planeaba sobre las aguas".
Si todos los dioses que se precian han tenido su origen en lo más espiritual que
existe en la tierra, que es el viento (llamado espíritu cuando es muy sutil y penetra en
nosotros), no menoscabaría en absoluto la dignidad del Dios de Israel que según la ley
universal del origen de todos los dioses, también él hubiese sido percibido por sus
primeros adoradores como viento y como espíritu. Ésa fue, al fin y al cabo, la puerta
por donde entró Dios en el hombre: "Eloím Yahvé moldeó al hombre con polvo del
campo (adama, de donde saldrá adam), y soplando le hizo entrar en la nariz un aliento de vida y el hombre
se convirtió en ser vivo".
Partiendo de estos principios podríamos decir que el animismo es la religión
natural, la que brota casi por generación espontánea de la misma relación del hombre
con el mundo del que forma parte. Es la convicción de que las fuerzas que ni comprende ni
es capaz de dominar, están regidas por "espíritus" semejantes al suyo, dotados
de pasiones y de voluntad. Que los vientos son emanaciones de esos espíritus, del mismo
modo que emana de su cuerpo su propio espíritu. Que desde el fondo de la tierra hasta lo
más alto del firmamento, todo tiene alma (la astrología es una reminiscencia de esa
concepción animista del universo). Y que de la misma manera que su propio espíritu y el
de sus semejantes, si está alterado se puede apaciguar mediante sacrificios
propiciatorios o expiatorios, también los espíritus de la naturaleza se los puede hacer
propicios si los cultiva (si les rinde culto) y si ajusta su conducta a lo que es capaz de
interpretar que son sus leyes. Y así fue mientras fueron las fuerzas de la naturaleza las
que sintió el hombre sobre sí. Pero cuando, dominada la naturaleza, lo que realmente
pesó sobre el hombre fue el propio hombre, sus dioses tenían que ser antropomórficos,
porque en ellos tenía que condensarse el espíritu de las nuevas fuerzas que dominaban al
hombre.
Mariano Arnal