EVOLUCIÓN
Los diccionarios definen la evolución como "cambio gradual de algo
en cierto sentido", y "serie de estados sucesivos en ese cambio". Procede
la palabra del latín ex + volvere. Ex lo hemos traducido por
"des-". El verbo, que ha dado lugar a nuestro "volver", significa
girar, rodar, dar vueltas, hacer rodar, hacer dar vueltas. El compuesto e-volvere parte
del supuesto de que una cosa está en-vuelta (es decir que está ya predeterminada su
forma) y que se le da vueltas en sentido contrario para des-en-volver, desenrollar o
des-a-rollar-la). En latín se usa el verbo evolvere (sust. evolutio) con un
sujeto como agente externo de la evolución (=poner a dar vueltas, hacer rodar) cuando va
en voz activa; si el propio objeto que evoluciona es el actor de esa evolución, el verbo
va en pasiva (es decir que equivale a la voz media griega y ha de ser considerado como
deponente). (Por cierto, "volumen" viene
también de volvere, porque los primeros libros fueron de "papel
continuo" enrollado, y cada rollo era un auténtico "volumen", es decir
algo a lo que le habían dado vueltas; desenvolver o desarrollar un tema hace referencia,
pues, al rollo en que éste estaba expuesto).
Desde la filosofía se entiende por evolución el desarrollo de todos los
fenómenos cósmicos, físicos y mentales, por transformaciones sucesivas de una misma
realidad primera, sometida a perpetuo movimiento intrínseco, en virtud del cual
pasa de lo simple y homogéneo, a lo compuesto y heterogéneo. La teoría se sostiene
razonablemente mientras las fuerzas que mueven la evolución son intrínsecas. Pero en
cuanto intervienen fuerzas extrínsecas ya no podemos hablar de evolución. La especie
humana inventó la escisión devoradores-devorados, dueños-esclavos,
dominadores-dominados, explotadores-explotados para poder ejercer prácticamente desde
fuera de sí misma la acción evolutiva. La selección ya no se hace por necesidad o por
pasión, sino por interés y ambición. Y con criterios de eficacia. Quien ha de obtener
de una especie el mayor rendimiento posible en carne, leche, trabajo, etc. no puede
esperar 20 millones de años para fabricar un diente. Necesita apretar el acelerador,
interviniendo directamente en las mezclas de genes que den como resultado animales de
mayor rendimiento.
En las especies sometidas a explotación, el concepto evolución ha dejado de
ser el adecuado, porque ya no se trata de una sucesión de cambios predeterminados (las rationes
seminales que diría San Agustín), sino de una intervención externa arbitraria,
desordenada y precipitada. Las especies cerdo, vaca, pollo, hombre... estamos fuera del
juego de la evolución. La Naturaleza no tiene nada que decir respecto a nosotros. No
desarrollamos un proyecto previsible, determinado por el rodar invariable de las leyes
naturales; no es ese nuestro determinismo, sino el de la voluntad del explotador. Todas
esas especies estamos inexorablemente sometidas a la voluntad y al interés del que en
cada momento oficia de "divina providencia" o de alquimista temerario. Una vez
admitido el intervencionismo en la fuente de la vida (y esto se nota más hoy porque se ha
acelerado, no porque se haya inventado hoy), ya no nos viene de un palmo.
Mariano Arnal