MULTINACIONALISMO
Todas las doctrinas tanto políticas como
religiosas cuyo fundamento último son las naciones, oscilan del extremo uni-nacional
al multi-nacional. Las doctrinas uni-nacionales, conocidas como nacionalistas
tienden a cerrarse sobre sí mismas, mientras que las multi-nacionales son más
abiertas, por lo cual no están adscritas a ningún -ismo, y por eso no tienen
nombre que las defina como tales.
El paradigma doctrinal del uni-nacionalismo es el judaísmo, con
su sistema cerrado e impenetrable de tribus y genealogías, radicalmente excluyente
por tanto. Su opuesto es el tan vilipendiado catolicismo, que no es otra cosa que
el judaísmo universal. OloV (hólos) significa la totalidad, y kata
(katá) significa a través de, por. De manera que el
compuesto kaqolikoV (kazolikós)
significa extendido por la totalidad (del mundo), sin exclusión alguna. En efecto, el
catolicismo se hizo de una amalgama de pueblos, costumbres, dioses y doctrinas que se
fueron incorporando al variopinto acervo común. Esto dio lugar a muchos intentos de
cerrojazo, empezando por el arrianismo, que no quería admitir la divinidad de Cristo,
porque eso era abrir la puerta del cielo cristiano a la legión de dioses paganos que
entraron camuflados de santos y santas, y que repetidamente intentaron expulsar la
mayoría de herejes. Movimientos todos ellos separatistas que no pretendían más que
alzarse con una parte del poder de la Iglesia.
El paradigma político del multi-nacionalismo son los Estados Unidos de
América; Servia, en cambio, es nuestro más próximo paradigma de uni-nacionalismo.
Son dos concepciones opuestas de la construcción de un Estado. Mientras los primeros han
decidido que la pluralidad de pueblos, de lenguas, de credos y de culturas es la clave de
su poder y de su paz interna, y que su identidad es justamente la pluralidad y la
diversidad, los segundos han decidido que en su territorio sólo cabe un pueblo, una
lengua, una cultura y una religión, y que la unidad es la clave que mejor les
garantizará que nunca caerán bajo el dominio de otros pueblos o de otros señores (ésa
es también la clave del sionismo).
En la construcción de Europa hay dos clases de naciones: las de clara vocación multinacional,
como Alemania, que en vez de disgregarse ha experimentado recientemente una
importantísima agregación (que no tardará en ampliar otro poco) y los de decidida
vocación nacionalista, que prefieren ser un estadillo en la Unión Europea frente
a cuatro estados jigantes, en vez de formar parte de uno de los Estados jigantes de
Europa. Esta parece la cuenta que se hicieron algunos jefecillos de grandes empresas, que
ante el señuelo de ponerse por su cuenta, se independizaron de la gran empresa, primero
con un contrato casi de confederados, pasando luego al federalismo, para acabar en el
enfeudamiento. Es el inexorable final tanto político como económico de los pequeños
Estados, estén donde estén. Hay excepciones. Poquísimas. Todos creyeron que la lotería
les tocaría a ellos.
Mariano Arnal
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