NECESIDADversusOBLIGACIÓN
Anagkh (Anánke) es
la palabra que hace de pórtico a "El jorobado de Nuestra Señora de París", de
Víctor Hugo. Necesidad, compulsión, instinto, podría ser la traducción. Los
protagonistas tienen muy poco margen de elección. Los instintos los arrastran con una
fuerza irresistible. ¡Esclavos de sus pasiones!, sentencian los panegiristas de la
racionalidad. Como si los instintos no formaran parte de uno mismo con la misma
inexorabilidad con que forman parte de cada uno el pie, la mano, la oreja... Como si
pudiéramos plantearnos nuestra anatomía con criterios de opcionalidad (la clonación y
demás ingenierías genéticas están llamadas a superar incluso las barreras que nuestros
propios miembros oponen a nuestra pintoresca "libertad". Los instintos dan lugar
a comportamientos que conforman la voluntad obstinada de cada uno, como obstinado está
cada uno en mantener y hacer funcionar su anatomía para lo que le es propio. Absurdas
cavilaciones metafísicas llevan a los teólogos de la dominación a concluir que la
necesidad impuesta por los instintos es la más categórica negación de la libertad.
Anagkazein (anankátzein) es, en cambio, suplantar a
la naturaleza, es ob-ligar, (del latín ob + ligare, que significa atar a
algo). No perdamos de vista el significado físico de ligare. Es exactamente atar,
amarrar, sujetar. Por ahí empezó el entrenamiento. Igual que para amaestrar a un perro
se empieza tirando de él con una cuerda atada al cuello, la humanidad también aprendió
a asumir "voluntariamente" las ob-ligaciones que le imponía su dueño, con
buena cantidad de recias cuerdas y cadenas atadas a todos los miembros de su cuerpo. Las
ataduras fueron haciéndose cada vez más sutiles, hasta que, como en el caso del perro
amaestrado, desapareció totalmente la cuerda del cuello: porque había aprendido ya a
actuar exactamente igual que si el amo tirase de una cuerda invisible.
La diferencia clave entre la necesidad o el instinto y la obligación es que, mientras
ésta nace de fuera de nosotros, y más concretamente de aquel que está por encima de
nosotros, el instinto está en nosotros (in -stans) de la misma manera que están
en nosotros nuestros miembros, y como éstos no sólo no están sujetos a la voluntad,
sino que tampoco pueden estarlo, porque son previos y superiores a ella, como son previos
y superiores a la voluntad nuestros miembros con todo su sistema de funcionamiento.
Y esa es también la diferencia entre los animales racionales y los irracionales.
Mientras estos últimos se mueven únicamente por la necesidad, los racionales nos movemos
por la obligación. Con una gran diferencia entre los racionales superiores y los
inferiores (ver web 6 y 13-2): cuanto más primitivo es el nivel de racionalidad, más físicas son las
ataduras, las barreras y las jaulas. Y cuanto más evolucionada está la racionalidad,
más sutiles y "voluntariamente aceptadas" son las ataduras.
Mariano Arnal
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