VIM

"Per vim", a la fuerza, podría ser la enseña de la marca de productos de limpieza VIM, que es el acusativo de la palabra latina vis, que significa fuerza, energía, vigor. Es bastante probable que los que en su día crearon la marca, además de tener en cuenta la propia fuerza sonora de la palabra (monosílaba, acabada en m y que obliga por tanto a hacer un esfuerzo de pronunciación), tuvieron presente su significado latino. En efecto, en la publicidad, conscientes o inconscientes de este significado, hacen referencia a "la fuerza limpiadora".

Y tengo la sospecha de que se refieren inconscientemente a la fuerza de su producto, puesto que nunca han explicitado el significado de la palabra vim ni han explotado nunca a fondo este significado. Lo inmediato sería crear el catálogo completo de "agentes limpiadores" en latín, como está mandado, a imagen y semejanza del de botánica o el de zoología, partiendo todos ellos del genérico vim o de su nominativo vis, de manera que se hablase de la vis cáustica (fuerza cáustica) de un producto, de su vis abrasiva (fuerza abrasiva), vis dissolvens (fuerza disolvente), vis dealbatrix (fuerza blanqueadora), vis splendens (fuerza de luminosidad), vis durativa (fuerza de duración) vis protegens (fuerza protectora), vis chromática (fuerza del color) y así un largo etcétera, creando una escala (o una gráfica) y asignando valores numéricos a esas fuerzas. Al fin y al cabo todo spot publicitario y toda etiqueta necesita transmitir algún tipo de información. La ventaja que tendría esta clase de información preferentemente léxica, sería por una parte su aspecto a la vez culto y científico, especialmente atractivo en esta clase de productos, y por otra su novedad.

Mi convicción es que si las marcas que tienen nombres-fuerza, invirtiesen en explotar el potencial publicitario del aspecto puramente léxico del nombre, lo que invierten explotando aspectos de orden práctico, no sólo no verían mermados los resultados comerciales, sino que como valor añadido tendrían por una parte la diversificación (los anuncios de un mismo producto de diversas marcas acaban pareciéndose todos) y por otra la promoción intensa de la marca, colocándose en línea con las grandes firmas que en su publicidad dan absoluta preferencia a la marca sobre el producto, y cuyo éxito es indiscutible.

En el caso de VIM el resultado podría ser todavía más atractivo, puesto que si consiguiese crear un léxico adecuado y que funcionase, acabaría siendo asumido por la industria del sector, con lo que su nombre propio pasaría a la categoría máxima de una marca: la de convertirse en nombre común. Tan razonable sería para la firma invertir en esto, como en otras formas de publicidad. Pero estamos bajo el encantamiento de aquel eslogan que dice que "una imagen vale más que mil palabras", cuando la verdad es que una palabra vale más, muchísimo más que mil imágenes.

Mariano Arnal