LEGERE LEGES
Vuelvo sobre los tribunales (web 2-2). Los tribunos, de los que los tribunales toman el nombre, se
instituyeron por la necesidad de evitar que los plebeyos abandonaran a los patricios a su
suerte. Y aparte de poner como condición para integrarse en la ciudadanía el que se les
permitiese elegir tribunos que les representasen ante el senado y que les
defendiesen en los juicios, exigieron que se escribiesen las leyes. De ahí nació
la primera recopilación del derecho romano: Las XII Tablas. Hasta entonces se habían
regido por los usos y costumbres e intentaron seguir haciéndolo, porque salían ganando.
Que los tribunales sean tribales, es algo inevitable. Los romanos estaban
divididos en patricios y plebeyos. Los tribunales, por supuesto, fallaban (¡¿fallere-falsum ?!)
en favor de los patricios. En cualquier sociedad existen también estas dos tribus, la de
los dominadores y la de los dominados. Los tribunales van siempre a favor de su tribu.
Cuando la división es entre autóctonos y metecos los tribunales van a favor de la
tribu más poderosa o que se perfila como más poderosa. No hay ni un solo ejemplo en la
historia de la justicia que contradiga esta tesis. Es el poder de la tribu que
tiene el poder, de la cual los tribunales son una simple emanación. Se revisten de
venerables ropajes y de rancias formas; se rodean de leyes y legajos para configurar el
entorno litúrgico adecuado; pero al final no son más que la casta sacerdotal que rinde
culto al poder, que está a su servicio y de él recibe su mantenimiento y su elevado
estado. No se salieron los plebeyos con la suya. Las leyes sirvieron únicamente para
hacerlos iguales entre sí, que ya lo eran; pero no para hacerlos iguales a los patricios.
La razón de ser de las leyes escritas es garantizar que todas las tribus que forman el
tejido social sean juzgadas de la misma manera. Pero hecha la ley, hecha la trampa. La ley
está escrita igual para todos, pero los tribunales no la leen igual para
todos. Nunca. Para los plebeyos tienen una lectura basta, de corrido, a bulto, sin
matices, literal; mientras que para los patricios practican el arte de la lectura.
Al fin y al cabo, qué otra cosa es intellígere que inter légere,
es decir e légere, elegir lo que conviene, separándolo de lo que no
conviene. Las leges son un amasijo, una compilación siempre confusa y es
preciso aplicarles la inter - ligentia, es decir la capacidad de recompilar de
manera que quede separado todo aquello que ni puede ni debe aplicarse indiscriminadamente
a los patricios. Para los plebeyos rige la literalidad. Ellos ni traen ni pueden traer
intérpretes de la ley. Para los patricios, en cambio, rige el arte sublime de la interpretación.
Ellos sí que se traen sus intérpretes, a los que atienden los tribunales reverentes,
obsecuentes y obedientes. Con lo que los plebeyos están como estaban con respecto a los
patricios. No tienen una ley igual para todos. No consiguen formar con ellos un solo
cuerpo (¡menuda pretensión!). Todo el secreto está en saber légere leges,
leer las leyes, o lo que es lo mismo, cribar las leyes, de manera que quede re-legado lo
que pueda perjudicar al patricio.
Mariano Arnal