ETIMOLOGÍA

DE HOMÍNIBUS QUI QUODAM PRAESAGIO NOMEN ACCEPERUNT

DE LOS NOMBRES CON PRESAGIO 

Las ETIMOLOGÍAS de San Isidoro de Sevilla son además de una valiosísima fuente de información, un espectáculo extraordinario de pasión por el valor de los nombres. Para san Isidoro no hay palabras huecas: todas están cargadas de significado. Lo que se necesita, según él, es aguzar el entendimiento y el oído para sentir las palabras: eso es, no sólo oírlas, sino también sentirlas. Y si eso es verdad para el nombre de cualquier cosa, adquiere una dimensión muy superior cuando se refiere a nombres de personas. 

Son varios los centenares de nombres propios de los que da cuenta san Isidoro en el séptimo libro de sus etimologías, que trata de Dios, de los Ángeles y de los Santos, dividido en 14 capítulos. En el capítulo II pone los cimientos de la celebérrima obra de fray Luis de León “Los nombres de Cristo”; en el capítulo V se ocupa de los Ángeles; en el VI, bajo el título que encabeza esta página hace un análisis exhaustivo de los nombres bíblicos, recopilando las etimologías que aparecen en la misma Biblia respecto a los grandes nombres, y aportando excelente información filológica e histórica para los demás. A partir de ahí, a lo largo de los capítulos siguientes aborda otros grupos de nombres de santos por categorías, y da cuenta de todas las categorías que contempla el santoral. Son etimologías para saborearlas (que ese es finalmente el saber de verdad), para  gozar con ellas. 

Y aunque es humanamente imposible dar con las etimologías de todos los nombres, como él mismo confiesa, procura sin embargo en las categorías que desarrolla, no dejar ninguno sin explicación: es que difícilmente acepta uno que su nombre no pueda ser explicado con parámetros convencionales. Así, al atender asta comprensible demanda pierde rigor, pero lo compensa con el encanto. 

San Isidoro, al igual que los sabios de su tiempo, dominaba a la perfección las tres que llama lenguas sagradas: el latín, que era la lengua de comunicación, el griego y el hebreo. Se mueve por tanto con total holgura entre estas lenguas y explica sin dificultad los nombres procedentes de ellas. Una singularidad de la época (que no específica de san Isidoro) es el tratar como compuestas muchas palabras que no lo son a efectos de etimología, asignándoles así un significado compuesto. A magnánimo le corresponde ciertamente una doble etimología: la de magno y la de ánimo; en cambio a solamente le corresponde únicamente la de sola, pues mente funciona de simple desinencia adverbial. 

No obstante este procedimiento cuya situación de fuera de juego no cuestiona nadie, acaban resultando atractivas las etimologías a que da lugar, porque ofrece numerosas sorpresas muy verosímiles (que parecen verdad), de esas que tienen la ventaja del ”se non é vero, é ben trovato” que dicen los italianos: “si no es verdad, está bien traído”, que diríamos nosotros. Con muy buen ánimo pues y con paciencia iré ofreciendo el texto original y la traducción del libro VII de las Etimologías de san Isidoro de Sevilla, empezando en este capítulo.

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