RECICLAJE
KukloV (kyklos)
es la palabra griega de la que procede el concepto de re-ciclar. KukloV, que transcrito nos da ciclo, pasado
por el latín nos da círculo y traducido del todo, nos da redondel (de rotundus,
que a su vez deriva de rota, que es la rueda, palabra primigenia, de
las que intentan reproducir la realidad). Emparentadas con reciclaje por la presencia del
elemento ciclo tenemos bi-cicl-eta, cícl-ope, en-ciclo-pedia... en todas ellas se
encierra la idea de "redondo" y como idea derivada de ésta, a través de la
rueda, la idea de "vuelta", de "dar vueltas" y por extensión, la de
"ir y volver repetidamente" prescindiendo de la forma geométrica, es decir ya
no en redondo.
La palabra reciclaje expresa a la perfección la idea que pretende
transmitir (no todas las palabras de reciente formación lo consiguen): en la Naturaleza
todo son ciclos, unos muy cortos y otros inmensamente largos. Pero finalmente, todo
se mueve cíclicamente. Es inconcebible para la Naturaleza crear algo cuyo reciclage no
forme parte de la misma naturaleza de la criatura. Construcciones soberbias por su
grandeza o por su belleza, llevan en sí mismas la clave de su desintegración para
reintegrarse a la tierra de la que salieron. En la naturaleza no hay ni basuras ni
basureros. Sólo hay cambios de estado en un constante equilibrio global. Nunca la tierra
produce nada que no pueda convertirse finalmente en la tierra de la que todo vuelve
finalmente a brotar. Siempre la vida que produce puede ser incorporada a otra vida,
inferior o superior. Y la parte de esta vida que no ha podido ser reciclada por la vida, a
la tierra vuelve, a convertirse en tierra. Característica común y constante de todo lo
que cría la tierra, es que durante toda su existencia tiene razón de ser (no así los
productos humanos) para sí misma o para el entorno del que forma parte. Es la gran
ventaja de la rotación.
Por el contrario, una de las características más negativas de los
productos del hombre moderno, especialmente del hombre industrial, es que sus criaturas
tienen una vida útil insignificante, en comparación con la vida muerta que les queda una
vez desechadas. Nunca muere un árbol de segunda generación sin que el de la generación
que le precede se haya reintegrado totalmente a la tierra. La naturaleza nunca acumula dos
generaciones de cadáveres. El hombre, en cambio, fabrica la segunda y la tercera y la
décima generación de coches, de neveras, de plásticos, de aluminios, de embalajes...
cuando a la primera generación todavía le faltan decenios, siglos o milenios para
completar su ciclo de desintegración. Y junto con algunos productos fabrica grandes
cantidades de basuras que vierte en las aguas, incapaces de regenerarlas a corto ni a
medio plazo, y que han de guardar en sus fondos o en sus orillas formando cenagales
muertos por siglos. Y lanza a la atmósfera toneladas de basura vaporizada, una basura que
sólo en parte es capaz de reciclar la atmósfera, quedando el resto suspendida en el aire
por los restos, o siendo precipitada a la tierra para envenenarla. ¡Como si fuera lo más
natural!
Mariano Arnal