PAZ
(ver web
31-12)
Ahora que han pasado los días idílicos de la "noche de paz" y de la
"paz en la tierra a los hombres de buena voluntad", podemos hablar seriamente de
paz. Y lo más serio es el mismo origen de la palabra. Su raíz es pac-. Probablemente
el primitivo del que derivan todas las demás palabras de este grupo léxico, es el verbo paco
/ pacare / pacatum, que significa pacificar tras haber vencido, sometido,
sojuzgado, etc.; domar, someter, reducir, vencer. Y el
resultado de la acción de este verbo es la pax (paz).
De la misma manera que para definir la libertad es imprescindible la
esclavitud, porque de ella procede; así también para definir la paz se necesita
la guerra, porque sin ésta puede haber quietud, tranquilidad, sosiego, pero no paz. Como
muy bien dice el verbo pacare, para pacificar a un pueblo, antes se
le ha tenido que vencer, sojuzgar y reducir; antes se le ha tenido que someter por la
violencia. Y el pacificador no puede ser otro que el mismo que ha ejercido sobre
él la violencia, el vencedor. Si la victoria sobre ese pueblo es total, si ese pueblo se
ha rendido por no poder soportar ya más violencia y más guerra, pacificación es
sinónimo de sojuzgamiento total y absoluto. Si por el contrario el agresor ha sido
vencido, es el vencedor quien impone la paz, quien determina las condiciones de pacificación,
que no pueden ser otras que la reducción y el sometimiento total del vencido. Si el
agresor ha decidido cesar en su violencia después de unas operaciones de intimidación y
castigo, las condiciones de pacificación serán proporcionales a la eficacia de la
intimidación y el castigo. En cualquier caso, la pacificación es el objetivo y la
culminación de toda acción bélica.
En la órbita de paco / pacare tenemos paco
/ pacere, usado preferentemente en su forma frecuentativa deponente paciscor
/ pactus sum, de la que procede la palabra y el concepto de pacto.
La forma de participio pasivo a que da lugar la conjugación deponente, nos sugiere la
idea de que el mismo sujeto es agente y paciente de la pacificación. El pacto
sería, en ese caso, la autoimposición por cada una de las partes de las condiciones de paz:
al no haber conseguido el agresor sojuzgar al agredido, le propone un pacto, es
decir una autoimposición de la paz por cada uno de los bandos, en virtud del cual el
agresor se compromete a cesar en su agresión y el agredido renuncia a tomarse la
revancha.
Si no se trata de pactar una terminación de la partida en tablas,
sin vencedores ni vencidos, es que se trata de coronar los objetivos de la guerra y
recoger sus frutos imponiendo una pacificación proporcional a la intimidación
alcanzada.
Mariano Arnal