EURO
Nos ha nacido una criatura, la moneda
europea; y era preciso buscarle en el cielo un valedor que le diese su nombre, y con
él la fuerza y la virtud que acompaña a todo gran nombre.
Los dioses protectores de Europa, escandalizados del triste nombre
que pusieran los bien pagados dirigentes europeos al infortunado ecus, decidieron
intervenir. Les inspiraron, pues, la idea de calcar el mismo procedimiento que siguieran
los franceses para denominar su moneda. Y así fue como de Europa formaron la
palabra euro, como de Francia se había formado la palabra franco.
Pero no eran esos los designios de los viejos dioses de la vieja Europa. Su mirada estaba
puesta mucho más arriba. Escribiendo recto con renglones torcidos, consiguieron estar
presentes en la construcción de la nueva nación: su nueva moneda nacería y viviría
bajo la protección del dios-viento EURO.
Euro es tan antiguo como la lengua griega que le dio nombre (EUROS / euroV). Así llamaron los griegos al más
benéfico de los cuatro vientos cardinales sobre los que se sostenía y giraba el mundo y
la vida. Los otros tres eran el Bóreas (viento del norte), el Noto (viento del sur) y el
Céfiro (brisa suave del oeste). Fueron adorados todos ellos como dioses. Toda la
humanidad, no sólo los griegos, percibió los vientos como la más poderosa
manifestación de las fuerzas de la Naturaleza, la más "espiritual" y por tanto
la más divina de todas las realidades que conforman el mundo y la vida. Fueron la base de
todo el sistema religioso en muchos pueblos primitivos. Los adoraron como los grandes
puntales del universo, los reguladores de las estaciones; los que mueven los mares, los
que forman las nubes, los que envían la lluvia, benéfica o destructora; los que hacen
que los rayos del sol calienten la tierra o la quemen, dependiendo así de ellos, los
sucesos tanto buenos como malos que ocurren en el mundo. Más aún, los vientos son la
propia divinidad que habita en todos los vivientes mediante la respiración. Es el que
finalmente será su espíritu. El portador de la vida individual y colectiva, la sustancia
de su eternidad (más razonable descendiente de aiqhr / éter que de aetas). El
"Espíritu" de Eloím que se deslizaba sobre las aguas en el momento de la
creación.
Buen nombre tiene, pues, la nueva moneda europea, el de un viento
cardinal, presagio de que está llamada a ser una de las cuatro monedas cardinales de la
tierra. Causa primera y última de los bienes y los males que soplen no sólo sobre
Europa, sino sobre todo el mundo. Como en las religiones primitivas, volveremos a
olvidarnos de la divinidad, traicionaremos el "espíritu" del Euro, para
inclinarnos a adorar a sus ídolos. Y como siempre, en el pecado tendremos la penitencia.
De eu-rooV (éu-roos), "que fluye bien"
"abundante", procede Eu-roV (Éu-ros), el nombre del viento
del Este, "el viento bueno", "el que corre bien". Un buen nombre para
una buena moneda.
Mariano Arnal