Maltrato en
la pareja. Un problema que nos afecta a todos I
Resumen del contenido:
Tradicionalmente se ha visto que el maltrato es la acción
violenta que ejerce un miembro de la pareja sobre otro. El artículo
introduce algunas perspectivas nuevas para su análisis y
tratamiento a profesionales y personas interesadas en el tema
desde una perspectiva psicológica divulgativa.
Estamos siendo testigos de la alta incidencia del maltrato en
parejas de nuestro país. Lo que parecía ser un sentimiento
compartido de amor y un proyecto común, se convierte en una
terrible pesadilla para un miembro o los dos del matrimonio o
pareja que convive y mientras, nosotros permanecemos impasibles
ante un goteo continuo de víctimas que han denunciado, o por el
contrario han renunciado a la defensa legal por miedo.
Afortunadamente hay en muchos ambientes ya una postura de rechazo,
pero aún perdura en ciertos sectores la negación de la
importancia del hecho o su trivialización. Queda un largo trecho
en el camino hasta su erradicación en el que habrá que combatir
con las armas de la legalidad, y una mayor educación que aporte
modelos de compromiso social para superar las desigualdades de la
persona más débil, sea ésta hombre o mujer, en el reparto de
los roles en el hogar, pareja y familia, y que la reivindicación
de los derechos del ser humano deje de ser un sueño.
El maltrato es la
vulneración de los derechos del cónyuge. La forma puede ser
agresiva o sutil y generalmente tiene un fin, obtener algún tipo
de refuerzo como el mero placer de someter en los casos más
graves. Esta vulneración no siempre es consciente y puede adoptar
estilos aprobados socialmente. ?La mujer en la cocina y con la
pata quebrada?. Cuantas madres y padres han educado en a sus hijas
para que sigan esta máxima, y muchas se someten a ello sin
considerar la posibilidad de la colaboración de ambos miembros.
Personalmente creo útil desterrar ciertos mitos. El primero que
la mujer utiliza un tipo de violencia concreto, la violencia
psicológica, y el hombre otro tipo, la fuerza. Ambos pueden
desarrollar maltrato psicológico o físico, si bien es cierto que
en muchas parejas la persona con mayor fortaleza física es un
hombre. Tampoco considero cierto que la violencia psicológica es
un escalón inferior en la que la violencia física es el colofón.
Hay que analizar cada caso en el tratamiento psicológico, porque
podemos llevarnos sorpresas.
Desde personas
que inician la relación de forma bastante brutal a personas que
repentinamente cambian a peor. Son muy positivas por ello las
acciones que se están creando para prevenir este hecho como los
cursos que se imparten en algunos institutos a jóvenes. Recuerdo
nítidamente una imagen en el Paseo de Gracia de Barcelona que me
impactó hace ya casi veinte años, un chico pegaba un violento
cachete a una joven y la reacción de ella fue la de petición de
perdón.
Muchas personas utilizan insultos o comentarios despectivos
primero hasta llegar a levantar la mano, mientras otras
exclusivamente recurren a la palabra utilizando principalmente la
manipulación y las descalificaciones personales, es decir
conductas definidas en su conjunto como maltrato psicológico.
La gravedad del maltrato no depende de que éste sea físico o
psicológico. Lo básico es cómo reacciona la persona, es decir,
la lectura que realiza la víctima sobre la agresión. Unas
personas restaran importancia al suceso pensando en que la persona
agresora puede cambiar, y pocas veces resulta así. La persona
agredida irá perdiendo el control de la situación y adquiriendo
el sentimiento de culpabilidad. Otras magnificaran un suceso
irrelevante adoptando recursos no válidos para afrontar el bache,
la conocida revancha a través de una comunicación indirecta o
castigos más o menos encubiertos.
El maltrato físico repercute en la salud física, pero también
en la psicológica, es decir cuando hay maltrato físico hay
consecuencias psicológicas debidas entre otras circunstancias al
sentimiento de indefensión. Muchas víctimas tendrán pesadillas
y miedo a que vuelva a suceder, entre otros síntomas. En terapia
se ha llegado a decir que las heridas psicológicas son más difíciles
de sanar.
Creo que es bueno recordar que las heridas del cuerpo son más
evidentes y que dependiendo del tipo de lesión producida, habrá
una más pronta o tardía recuperación, y que por desgracia
existen determinadas lesiones que acompañarán para siempre a la
víctima reduciendo su calidad de vida a un nivel considerable por
el deterioro físico, funcional, estético y por un recordatorio
permanente del episodio.
El maltrato psicológico utiliza como vehículo el lenguaje, la
palabra principalmente, pero también el lenguaje de los gestos y
determinados comportamientos no violentos pero si molestos. Para
ilustrar imaginemos que una persona recibe un premio y su cónyuge
decide no acompañarla con el fin básico de molestarla y porque
sabe lo que representa para ella.
Algunos maestros en el arte de la manipulación psicológica
manejan un lenguaje ambivalente, por ejemplo a nivel verbal son
corteses pero a nivel corporal y no verbal muestran rechazo,
distanciamiento o disgusto ante la presencia de la víctima. La
persona agredida puede tardar en captar qué es lo que está
pasando y porque se siente incómoda. Todos sabemos lo que
representa un ?cariño? en un tono poco afectivo.
Las secuelas en la víctima de la violencia psicológica pueden
ser tanto psicológicas como físicas. Una víctima puede sufrir
serias enfermedades debidas a la somatización por estrés
continuo en que se ha visto sometida, como por ejemplo úlceras,
es decir el sistema inmunológico se debilita.
En el maltrato la consecuencia inmediata es una autoestima baja
que ha de repararse mediante el apoyo psicológico y la comprensión
del entorno, principalmente amistades, familia y compañeros,
recuperando la sensación de competencia que antes ha sido anulada
por la presión del agresor o agresora. La persona debe tener una
red de apoyo sana a la que poder acudir y sino se debe crear.
Salvo en casos donde la vida esté en claro peligro, no está
legitimada la defensa a través de la violencia, debemos partir
del respeto a los derechos y denunciar. Si tomamos la justicia por
nuestra mano el camino que nos separa del agresor es nulo. Somos
como él, y la excusa de que hemos aprendido de él es tan burda cómo
la que le motivó al agresor a dañarnos. En violencia sexual es
muy común la identificación con el maltratador y la búsqueda de
nuevas víctimas a las que castigar, por considerarse con legítimos
derechos a la venganza.
Los hijos son
testigos que aprenden de los modelos ofrecidos por los mayores y
amigos. La exposición a esta violencia fomenta la perpetuidad de
este tipo de comportamiento, para ellos será algo normal que
ellos reproducirán en situaciones parecidas.
La mejor medida
será superar ciertas barreras educando en los derechos de la
persona y de sus deberes con los demás sin distinción de ningún
tipo. Una persona que no asume que el otro tiene sus derechos: a
una parcela de intimidad, a decir no, a equivocarse, a un trato
justo,? actúa desde una posición autoritaria cuanto menos.
Estando en una
sociedad democrática cuyos miembros deberían recordar la máxima
de respeto a los demás nos encontramos en cambio con posturas
aberrantes, y aún relativamente frecuentes, de ciudadanos que
proclaman que tienen derecho a manifestar lo que piensan caiga
quien caiga.
Se perpetúan las
conductas agresivas mediante los valores de creencia en la
superioridad de ciertos grupos de personas basándose en su
pertenencia a una categoría concreta. El género es un buen
ejemplo. Muchos de estos valores se trasmiten por la acción
ejercida por la familia, escuela, medios de comunicación,
instituciones sociales, religiosas y políticas en el individuo.
La autoestima se
podría definir cómo el aprecio que tiene una persona a sí
misma. Es resultado de la educación en la familia, escuela,
medios de comunicación, instituciones religiosas, sociales y políticas.
Uno aprende a definirse y a valorarse a través de las opiniones
que recibe de su entorno.
Hay ciertas
posturas que tienden a proyectar parte de la culpa en la propia víctima.
Cuando el entorno no es conciente de los derechos humanos de todas
las personas, es decir sólo las personas se preocupan de si
mismas, es fácil que oigamos frases que en otros tipos de delitos
también se repiten. Un buen ejemplo es en el terrorismo: ?Algo
habrá hecho?, ?Se lo había buscado?. Este fenómeno indica que
la víctima es ?algo? molesto que hay que eliminar (me refiero al
entorno cercano a los maltratadotes o sus simpatizantes), y que la
persona agredida ha de ser necesariamente diferente (?es de tal
región o tiene una nacionalidad distinta?,?es joven y claro?)
para tener la tranquilidad necesaria de que no nos va a suceder lo
mismo. Tenemos miedo a empalizar y sentir que nos hubiera podido
ocurrir a nosotros y la forma más sencilla de tranquilizar
nuestra conciencia es separarnos racionalmente del hecho: ?es la víctima
número tal que fallece en manos de su marido?.
No olvidemos que los parricidios son producidos tanto por hombre
como por mujeres. Hablar de violencia exclusiva de género, es
dejar de lado importantes sucesos acaecidos en la historia.
En vez de una batalla de posturas feministas y machistas, es más
práctico entender, hablar de personas que cometen parricidio. Es
crucial observar el daño que hacen posturas radicales como el
machismo o el feminismo exacerbado. Desde un punto de vista terapéutico
hay que combatir la generalización excesiva: ?Todas las mujeres
sois unas??, ?las mujeres quieren manipular?, ?los hombres, no nos
entendéis, sois todos unos??, ?a los hombres les gusta dominar?.
Cada persona es ante todo persona, el género es una característica
a veces muy cuestionable: Un hombre posee sexo masculino y puede
caracterizarse por rasgos de personalidad femenina y una mujer por
el contrario, siendo de sexo mujer tener rasgos de personalidad
masculinos, sin entrar en temas de homosexualidad o
transexualismo.
Muchas parejas desean separarse pero no lo hacen alegando
cuestiones económicas. Sus razones son principalmente que no habrá
dinero para ambos, su nivel de vida será inferior o porque creen
que uno de ellos tiene el derecho a quedarse con todo. Muchas
veces se genera una lucha sin cuartel entre ambos miembros de la
pareja. Esta circunstancia es más frecuente en hogares, en donde
el único sueldo es el del hombre, estableciéndose la discusión
como una forma normal de relación, porque el hombre no reconoce
que el ama de casa ejerce una labor fundamental en el hogar.
Esto requiere el cambio social que marcó el siglo pasado con la
incorporación de la mujer al mercado laboral y fomentar la
colaboración del hombre en las obligaciones domésticas.
El concepto de maltrato en la pareja puede ser entendido por la
existencia de una persona dominante posesiva, que ejerce el daño
a una persona sometida (un maltratador y un maltratado), otras
veces en las sesiones clínicas encontramos que ambos ejercen una
violencia física y/o psicológica (dos maltratadotes) y en
ocasiones recordemos la simulación de maltrato para obtener
ciertas ventajas (uno se lo inflige a sí mismo para culpar al
otro), una figura con entidad legal.
La primera posibilidad es la más conocida. Una persona,
generalmente, la más débil (física y/o psicológicamente) es
sometida a un maltrato que puede estar sometida hasta morir en el
peor de los casos si no busca antes ayuda. No siempre el más
fuerte es el tirano, por el contrario hay personas débiles que
chantajean o manipulan valiéndose de su especial circunstancia
para supeditar a la pareja. Imaginemos un enfermo o enferma tras
un accidente que responsabiliza de su situación a su esposo o
esposa, haciéndose el mártir. Me refiero al fenómeno denominado
la tiranía del débil.
Cuando hay dos maltratadores el tipo de agresión puede ser muy
variado. Cada miembro de la pareja utilizará aquel con el que
obtenga más ventajas para mantener su parcela de poder, incluso
puede hacer uso de ambos tipos de violencia. Casi todos hemos oído
la importancia de las habilidades sociales. La asertividad es
realizar la conducta adecuada en el momento justo y no emitir
conductas inadecuadas, especialmente en momentos críticos. Si nos
hacen un favor daremos las gracias y si somos espectadores de una
obra de teatro no dejaremos el móvil encendido durante la función.
La conducta
asertiva son las acciones que realiza una persona para hacer valer
los propios derechos, teniendo en cuenta los derechos del otro
evitando conflictos presentes y/o futuros. Una conducta agresiva o
dominante por el contrario, hace valer los propios derechos o
deseos sin tener en cuenta los de la otra persona. La conducta
inhibida hace que tomen protagonismo los derechos de los demás,
sin tener en cuenta los derechos propios. Ambas son negativas, la
conducta agresiva es fácilmente identificable en el maltrato, la
inhibida puede propiciarlo. La persona que se somete puede pensar
que ha hecho una inversión de futuro, ?hoy cedo, mañana obtendré
mi contrapartida, o lo hago porque le quiero?, pero la persona que
obtiene la ventaja no suele verlo así o simplemente no quiere
reconocer el sacrificio, puede verlo totalmente naturalidad. La
persona que ha cedido puede sentir una frustración y provocar la
discusión, o volverse más agresiva.
Hay otro tipo de situación muy peculiar y es cuando una persona
en la pareja utiliza una aparente conducta de aceptación, sólo
aparente, y hace que la otra persona crea que todo está correcto
y luego se muestra agresiva, dejando desconcertada a la pareja. Es
la conducta pasivo-agresiva. Un ejemplo clásico se produce cuando
uno debe realizar una tarea como pueda ser una compra y siempre se
olvida o lo hace mal con la intención de que el otro se vea
obligado a asumir la obligación. Imaginemos una pareja que quiere
decidir dónde pasar las vacaciones, uno de ellos propone la playa
y el otro lo acepta, sin decir que preferiría ir a la montaña y
el resultado es que ambos pasan a disgusto las vacaciones en la
playa, con broncas continuas provocadas por la persona que no está
satisfecha y que desea castigar así a su cónyuge.
Hace años pude leer que algunas personas utilizan la técnica de
la ducha escocesa. Significa que para desconcertar a su pareja en
ocasiones su trato es dulce y en otras se muestran desagradables,
creando la inseguridad permanente en el otro que no sabe como
acertar.
En el aspecto temporal hay que diferenciar que el maltrato psicológico
es un proceso y no un evento aislado (un insulto o una mala mirada
no es maltrato), mientras que se puede hablar de maltrato físico
con una agresión puntual de cierta intensidad. Es importante
diferenciar este aspecto, porque hay personas con un nivel de
susceptibilidad muy elevado y con tendencia a creerse o hacerse
las víctimas. Cuantas veces uno ve un mal gesto en el otro y se
lo atribuye a algo que ha hecho o dicho y descubre que el otro tenía
un problema que no se refería a la conversación, sino que le
molestaba una piedra en el zapato.
El maltrato psicológico como proceso puede durar años y haberse
iniciado de una forma casi imperceptible, simplemente con una
atención excesiva y cierta sobreprotección, que va asfixiando
toda posibilidad de relación de la persona con su entorno.
Detectar
problemas de relación no es difícil si conseguimos ser
conscientes de una frecuencia de ataques personales (?Eres un/a
imbécil?), de cómo hay un retraso voluntario de los planes,
deberes o peticiones (?Estoy viendo la tele y así que vete tú a
llevar a tu hijo al médico, vais media hora tarde?), de
constantes cuestionamientos de afirmaciones (?¿Qué has querido
decir con qué te vas a buscar un/otro trabajo??), de perder el
tiempo en nimiedades (?Te gusta la camisa roja, vale, pero te
quedaría mejor la verde con el jersey que te regaló tu madre,
pero la azul te sentaría mejor y con esta camisa podrías tener
un bonito conjunto. Mira, la de color salmón te favorecería si
llevases el pantalón que te compraste en Ibiza, no obstante la
sepia es más barata y te hace mejor servicio?). , de culpabilizar
y victimismos (?Se compró la casa porque te gustaba a ti, no
esperes que tenga que sentirme feliz por ello?), amenazas (?Si me
abandonas, te mato?) y negaciones de cosas que se han dicho (?Yo
no dije que te acompañaría y si lo dije no me apetece y no lo
quiero recordar?).
El paso valiente de
buscar una solución al maltrato requiere capacidad de ver un
futuro mejor. Una persona con un pobre concepto de sí,
interiorizado a través de la continua descalificación, se siente
sin fuerzas para buscar una salida.
Seligman denominaba
indefensión aprendida a la incapacidad de buscar una respuesta
adecuada que conduzca a una salida, porque los intentos previos
para mejorar la situación han resultado baldíos y el sujeto
predice que no tendrá éxito. El maltrato suele provocar estados
depresivos que se caracterizan por considerarse a sí mismo y al
mundo que le rodea de forma negativa, y considerar también el
futuro desesperanzador. Esta visión negativa es conocida por la
triada cognitiva de la depresión.
Los tiempos
cambian y la forma en que las personas llegan al matrimonio o a
vivir en pareja. La boda como un hecho romántico o manifestación
del amor es un rito relativamente reciente. El amor es un
requisito pero todos sabemos que detrás de un contrato
matrimonial suelen haber muchos otros intereses, en esta cultura y
en cualquier otra.
Y en cierta medida aún de forma más o menos inconsciente se
selecciona a la pareja por cuestión de hacienda, estatus, belleza
y el amor no siempre ocupa una posición alta. Otras veces el
enamoramiento es fugaz y desaparece tras conocer a la otra persona
en la convivencia. La agresividad puede surgir por esa frustración
y porque no hay un verdadero compromiso para un proyecto en común.
En otras épocas podría haber más castigo físico y psíquico en
el matrimonio, es probable, como también lo es que la mujer
tuviera mucho más aguante que en la actualidad. Había menos
posibilidades porque la sociedad no concebía situaciones tan
corrientes como la separación o el divorcio pero en la historia y
la literatura nos encontramos con amantes no consentidos, otras
veces reconocidos, de acuerdos de separación en secreto para
acallar las habladurías, de celos y de muertes.
Cuando en la pareja hay un maltratador muchas veces la víctima no
es consciente de que está mal y que ambos requieren atención
psicológica, y otras siendo consciente no lo quiere reconocer
porque supone el enfrentamiento a una situación nueva.
Si llega a acudir a terapia el maltratador será importante que
tome consciencia de su conducta, aprenda a modificar su
comportamiento y valores implícitos, y probablemente reajustar su
autoestima. La víctima requerirá la reestructuración de su
autoestima, aprender el manejo de habilidades de conducta asertiva
y a detectar y controlar el maltrato en sus múltiples formas.
En el segundo caso cuando ambos son maltratadores habrá que
analizar mediante la terapia sus patrones de conducta, modificar
sus creencias y comportamientos con el compromiso de los
implicados. El control de la ira es un objetivo fundamental.
Uno de los grandes fracasos que la sociedad tiene es que la víctima
de maltrato en la pareja no queda siempre a salvo tras la denuncia
y puede verse acosada, siendo peligroso para su recuperación y
para la propia vida. El acoso incrementa el sentimiento de
indefensión o desamparo. La víctima ha destapado una situación
a veces de forma pública y el agresor en ciertos casos se venga,
a veces pensando en que quedará bastante impune o acaba suicidándose
por un mal entendido sentimiento de amor, siendo este sentimiento
de posesión y orgullo.
El maltratador cuando es abandonado puede exigir a la víctima que
vuelva con ella, requiriendo una continua atención y dedicación,
que consumen el tiempo e impidiendo la posibilidad de reconstruir
una identidad propia de la persona que ha sido dañada. El
acosador puede recurrir a una aparente normalidad e incluso a
muestras de cariño que recuerden épocas positivas en la relación
durante una temporada, justo hasta obtener de nuevo la relación
de poder y sumisión que es lo que realmente busca. A veces se
enmascara con chantajes de tipo emocional.
El origen del
conflicto a veces esconde que su masculinidad o feminidad pueden
verse cuestionadas por un entorno que identifica a la persona por
el poder que tiene en la relación (?es que no eres lo suficiente
hombre?,?sabrás porqué él te ha abandonado??) me refiero a
entorno como el grupo de amistades, compañeros de trabajo y la
familia principalmente. Se da tanto en ambientes tradicionales
como ambientes aparentemente más avanzados.
Un muestra de las
estrategias desplegadas por el acosador pueden ser amenazas y/o
chantajes emocionales del tipo: ?he cambiado, es que me
provocabas, pero ya soy otro/a, y quiero que vuelvas porque sino
voy a?. El acoso posterior es un maltrato más y requiere atención
psicológica y medidas legales efectivas. El tratamiento psicológico
y las medidas legales pueden romper este círculo vicioso.
La terapia puede
ser difícil muchas veces por la falta de consciencia de
enfermedad que presentan las personas en esta situación y por su
poca colaboración. Todos podemos ver la necesidad de médico si
una persona se ha caído y tiene un brazo inflamado, pero no se ve
en la cara de nadie que pueda llegar a ser un maltratador.Otro
factor importante para el éxito en terapia es el nivel cultural
para la realización de las técnicas psicológicas.
El maltratador o
la víctima pueden pertenecer a cualquier clase social pero en el
fracaso de algunas terapias se encubre que algunas herramientas
requieren que la persona que se trate registre por escrito, y
tenga cierta capacidad para reflexionar. El psicólogo tiene que
ingeniárselas para obtener un progreso en personas analfabetas o
que tienen poca costumbre de escribir. Las personas con poder
adquisitivo tienden a acudir a consultas privadas, con lo que el
fenómeno pasa desapercibido para su entorno más inmediato
generalmente.
En ciertas
situaciones especialmente cuando la pareja aún no ha roto es
curioso advertir que hay personas que escudándose en que son víctimas
piensan que no necesitan tratamiento. El tratamiento es básico
para recuperar el equilibrio psicológico y para no trasmitir lo
padecido por ejemplo a los hijos.Hay muchos casos de personas no
pudiendo hacer frente a una situación injusta se vuelven
agresivos con personas más débiles. Un ejemplo es cuando uno ha
recibido una bronca en la oficina provoca una al llegar a casa,
con la pareja y en algunas ocasiones ésta se enfada con un
anciano o niño como contrapartida.La víctima debe conseguir
autonomía, además de una visión propia y de su entorno
adecuados a la realidad.
También hay que
reconducir patrones conductuales inhibidos, es decir dotar de
repertorio de conductas hábiles en lo social y eliminar
tendencias a culpar como estrategia de poder, o conductas que
mantengan o favorezcan la agresividad del cónyuge. Muchas veces
ambos reconocen que están mal pero la motivación para un cambio
a mejor es muy baja. El maltratador o maltratadora deberá
aprender a controlar su ira, a reconocer los derechos de la otra
persona y su responsabilidad en el mantenimiento de la pareja,
mejorar su repertorio de conductas agresivas o su conducta
pasivo-agresiva.
El entorno puede ser muy nocivo. La víctima puede sentirse
presionada para volver a la anterior situación por el que dirán,
o porque se le puede acusar de abandono de hogar, o por miedo a
perder la propia vida. Muchas mujeres retiran sus denuncias y hay
hombres no denuncian porque temen ser blanco de chanzas.
La víctima puede pasar por una segunda victimización cuando
denuncia. Es víctima de un proceso legal en la que se la
cuestiona cómo responsable o provocadora por los abogados de la
defensa del presunto maltratador y lo que es peor se pone en duda
su sinceridad y su valía. El proceso requiere la puesta en
cuestionamiento de lo que dice o hace el agredido y recordando que
previamente ha de pasar por reconocimientos policiales y médicos,
a veces con un trato poco empático o respetuoso, por parte del
personal que la atiende.
El principio de presunción de inocencia, necesario para evitar
posibles fraudes y falsas acusaciones, resulta ser un principio
que exige una cierta fortaleza de la persona realmente agredida.
Este principio permite evitar el encarcelamiento de inocentes pero
no da soporte a la víctima cuando el acusado sea culpable y no
haya habido un juicio justo.
No se debería olvidar que hay delitos de simulación de maltrato
que además de una respuesta psicológica requieren una respuesta
penal. Puede ser necesario la intervención psicológica de la
persona que ha sido injustamente acusada mediante denuncia,
presionada con una posible campaña negativa de los medios de
comunicación y un posible ajuste de cuenta por parte de los compañeros
internos de prisión. Las consecuencias pueden salpicar a la
familia del falso culpable y recibir ésta el vacío como
respuesta, la estigmatización o la venganza en los casos más
graves.
El fenómeno del maltrato es muy complejo y requiere un abordaje
multidisciplinar en el que prevalezca la prevención e intervención
adecuada con tratamientos que reúnan las condiciones éticas. El
camino es largo y no todo son margaritas. La sociedad debe evitar
que paguen inocentes en todos los sentidos y prevenir la
agresividad en cualquiera de sus manifestaciones tanto en
generaciones presentes y venideras.
Vega Funes Martínez
Cordialmente... Cortesía de Marco Antonio Guízar Ponce