BENEFICIO

Beneficio y beneficencia son dos palabras que parecen contrapuestas. Pero ni pueden serlo, ni lo son, teniendo ambas como tienen una raíz común y una común historia. Proceden ambas del latín beneficium, aunque han seguido luego caminos distintos. Beneficium, palabra compuesta de bene (bien) y facere (hacer) para los romanos significaba "hacer un favor", "prestar un servicio", "tratar bien a alguien". En este sentido se usó como cultismo prácticamente desde siempre. Pero en el siglo XII la encontramos ya empleada con valor jurídico. Un valor que se hereda de Roma para luego evolucionar hacia el feudalismo. En Roma, durante la República y los primeros siglos del Imperio se conoció con el nombre de beneficium la concesión de tierras del ager públicus a los militares. Estas recompensas se inscribían en los registros del aerarium; Nerva instituyó el liber beneficiorum en el que se inscribían las donaciones de tierras hechas por el emperador. Desde el siglo III se llama beneficium sólo a las concesiones de tierras hechas por los emperadores a los veteranos y a los bárbaros que defendían las fronteras, a cambio de la carga de la residencia y del servicio militar (empieza a apuntar ya el sentido feudal de la palabra). Las tierras se daban en usufructo y se podían dejar en herencia a los hijos, a cambio del servicio militar. Al caer el imperio romano, se extinguieron estos beneficios. Pero la institución renació en el siglo VI, con especial fuerza en Francia. Lo que caracterizaba especialmente el beneficio era que con él se cedían en uso a precario unas tierras cuyo dominio se le reconocía al dóminus o propietario. Por su disfrute se le pagaba a éste un canon o beneficio que, más que un rendimiento económico, constituía un reconocimiento del derecho dominical del beneficiario de la renta. Se usó incluso ceder la propiedad de las tierras a nobles y a la Iglesia para escapar a las cargas fiscales y tomar acto seguido esas mismas tierras en régimen de "beneficio". En estos casos el factor de "precariedad" desaparece. Al "beneficio" se ligaron pronto las contraprestaciones especiales de fidelidad y asistencia personal (fidélitas, obsequium, amicitia); en el siglo IX vemos ya el servicio militar obligatorio como una de las obligaciones del beneficio, con lo que podemos considerar que se ha convertido ya en feudalismo.

Lo mismo que ocurre con el término renta (ver web) ocurre con el beneficio. Ambos se dan como consecuencia de la dominación. Si no hay un amo (más o menos evolucionado), es decir un dueño de la propiedad, no puede haber beneficio. Pero efectivamente, la dominación ha evolucionado de manera muy importante, pues mientras que en la época prefeudal el beneficio lo extraía del campo el trabajador y se lo pagaba al propietario de la tierra, en la moderna organización empresarial se ocupa directamente el dueño de gestionar los bienes de producción, de manera que no es el trabajador quien le ha de pagar a él el beneficio, sino que es él quien le paga al trabajador el salario. En la Edad Media el amo obtenía mayor beneficio del servicio (es decir, de usar al siervo para la guerra) que de la explotación. Al pasar al Estado el negocio de la guerra y quedarse con el monopolio del servicio militar, el amo tuvo que obtener su beneficio exclusivamente de la explotación.

Mariano Arnal

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