En latín existen dos términos radicalmente distintos que traducimos como todo
- todos: omnis (pl. Omnes), que sólo es correcto usar
a partir de la pluralidad, y totus, que está diseñado para la unidad.
Hay que señalar también de paso que el adjetivo numeral unus tiene en
latín tan sólo valor numeral, no el indeterminado que le hemos dado en español al
convertirlo en artículo. De totus formamos el adjetivo total, que no hace
más que reforzar el significado de todo, y finalmente llamamos totalitario
(referido a sistema político) al que tiene concentrado todo el poder en una
persona o en un partido político.
Naturalmente que todos los nacionalismos son totalitarios desde el momento que sólo
reconocen legitimidad para tener el poder en su territorio a la etnia autóctona, e
imponen a los demás pueblos que viven en su territorio, no sólo su poder, sino también
su lengua y su cultura. Únicamente no sería totalitario el nacionalismo que reconociese
absoluta igualdad en su territorio a todos los pueblos como tales, a sus lenguas y a sus
culturas. Se da la paradoja, por ejemplo en Cataluña, que un inglés, un alemán o un
árabe, tienen la opción de mandar a sus hijos a un colegio donde se les imparta la
enseñanza en sus respectivas lenguas. Pues bien, los de cultura española no tienen esta
opción, a pesar de que tienen una magnífica Constitución y un maravilloso Estatuto de
Autonomía que consagra este derecho. El gobierno nacionalista se está cuidando muy mucho
de que mientras se mantiene la letra de la ley, sea dramático gozar de este derecho. Si
alguien se atreve a pedirlo en una escuela, le ponen solo en un aula, con profesores para
él solito y cargando con el estigma de ser un antisistema. Esta manera de ejercer el
poder, en todos los diccionarios recibe el nombre de totalitaria. Es sólo un
ejemplo de uno solo de los muchos tics totalitarios de un gobierno nacionalista sumamente
moderado (no sabemos si el consejero de enseñanza del gobierno catalán hubiese exculpado
también al monitor que en el campamento de euskaldunización castigó a un niño a hacer
las excursiones con la mochila cargada de piedras por hablar en español).
No hay que darle vueltas: desde el momento en que del principio de total igualdad de
derechos de los ciudadanos de un Estado democrático, se pasa a los privilegios de unos
sobre otros, propios del Estado nacionaslista, desde ese momento hemos iniciado el
tránsito al totalitarismo. ¿Que igual que la democracia el totalitarismo también
tiene grados? Sin duda alguna. Pero la sustancia es totalitaria. Pasar de un
régimen en que caben en condiciones de igualdad y libertad todas las etnias,
lenguas y culturas que habitan el país, a otro en que se impone el predominio de una
etnia, una lengua y una cultura sobre las demás que conviven en el territorio, es dar un
salto sustantivo: representa introducir desde la acción política y en todos los ámbitos
que ésta interviene, (