HISTORIA
Istoria
(historía) es la palabra griega de la que deriva nuestra palabra historia.
Como puede comprobarse, se trata de la transcripción a caracteres latinos de la palabra
griega (la h corresponde a una señal de
aspiración llamada "espíritu", que no consigo transcribir con este programa). La primera "historia" que se conoce es la de Herodoto, llamado
el padre de la historia porque fue el primero que usó este término para titular su
colección de relatos en los que se mezclaba lo divino y lo humano, el mito y la historia.
Curiosamente ya desde los mismísimos orígenes de lo que hoy se considera una ciencia, el
principal fundamento sobre el que ésta se construyó fue la fe, en su forma más
aguda y negativa, la credulidad. El padre de la historia era, en efecto, de una
credulidad que hoy nos suena a ingenuidad, pero que no deja atrás ni mucho menos la de
quienes leen la historia e intentan hacérsela leer a los demás, desde cualquiera de los
posicionamientos doctrinales en boga. De hecho se puede afirmar que sin fe no hay
historia. Y sin ayatolas que la impartan, tampoco.
Volviendo al origen, istorew (historéo)
significa básicamente "preguntar"; es decir que es consustancial a la historia
que alguien la "explique", y que además se le crea. Sin narrador (que por mejor
nombre se llamará luego historiador), no hay historia. El narrador, sea quien sea, es el
oráculo, es la fuente de la historia. Y eso funciona así no sólo para el
"consumidor" último, que no está en condiciones de comprobar nada, sino
incluso para el "investigador" (el que va tras las huellas -vestigia),
que encima ha de hacer de "intérprete" de misteriosas señales que le han
dejado a él los espíritus del pasado. En toda historia hay un oráculo o divino o
adivino, que para el caso es lo mismo. O dicho de otra manera, toda historia tiene la
pretensión de ser sagrada. Este fenómeno lo tenemos inequívocamente
ejemplificado en las dos historias sagradas que se nos han servido en occidente: la
historia sagrada cristiana y la historia sagrada marxista. Ambas dos parten de sus
respectivos dogmas, al servicio de cuya demostración están las respectivas versiones de
todos los acontecimientos históricos. La piedra de toque de ambas versiones son los
respectivos mitos sobre el origen del hombre. La pretensión de la historia marxista de
que el hombre nació del trabajo es tan mítica y tan fantástica y pertenece al ámbito
de la fe, tanto como la versión bíblica o la versión védica. Y por supuesto que como
todo vendedor de doctrinas intenta venderse como la única verdadera.
Y como es lógico, cada dominio necesita imponer su propia versión de la historia, que
es como decir su fe. Sin historia no hay fe, y sin fe no hay fieles. Puede haber súbditos
y dominados: esos son los infieles, que sólo pueden existir si previamente existen los
fieles, que es precisamente lo que necesita cualquier doctrina. Y como la fe es gratuita,
como no se presta en razón de la validez de los argumentos sino en razón de la voluntad
de creer, la verdad acabará siendo lo que se quiera creer. Esto se hace patente en todos
los sistemas de creencias y en todos los sistemas históricos. Si la historia da tantos
derechos como la verdad, viva la historia.
Mariano Arnal
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