VIOLACIÓN 2
Decía que es posible que el término violación proceda de la terminología
religiosa y fuese genérico, para denominar la acción de entrar en algo sagrado
violentando, con lo que la sustancia del mal no estaría tanto en la forma violenta, como
en en el hecho de profanar algo sagrado. En efecto, a poco que explores el campo de
aplicación del verbo violar, compruebas que se viola un vientre y se viola una tumba; se
viola la correspondencia y se violan secretos; se violan derechos y se violan leyes; se
violan tratados y se violan pactos. En todas estas expresiones está presente como
denominador común una cierta violencia; pero junto a ella, y con no menor importancia,
está el carácter de sagrado, de intocable, de todo aquello que puede ser objeto de
violación.
Porque para que se produzca la violación (sigo
especulando amparado únicamente en el maravilloso principio de Chomski, que declara a
todo hablante competente para emitir juicios de valor sobre su lengua), para que se produzca violación, digo, no basta que se ejerza violencia; es
preciso además que aquello que es objeto de violencia, sea sagrado. Es decir que mientras
podemos afirmar que en toda violación se da algún grado de violencia, no podemos decir
que en toda violencia se produzca algún género de violación. Si aquello sobre lo que se
ejerce violencia no es sagrado, no entra en el concepto de violación.
Vienen a cuento estos prolegómenos para intentar explicar el hecho cierto de que hoy
el concepto de violación se haya hecho muy volátil. La justicia se torna pintoresca
cuando ha de explicar sus sentencias absolutorias o condenatorias de violación. La
casuística va desde que no se puede acusar de violación (es decir de violencia) llevando
unos tejanos apretados, bastante difíciles de quitar y poner; ni se puede sostener que se
haya producido una violación, mientras no haya habido penetración vaginal. En este caso
se puede hablar de toda la violencia que sea, pero no de violación. El argumento de fondo
está en que es el carácter sagrado de lo que se violenta, lo que constituye la sustancia
de la violación: en este caso se trata de la usurpación violenta del derecho a
engendrar.
Está ocurriendo con toda la calificación moral y legal de las conductas relacionadas
con el sexo, que han perdido el suelo sobre el que estaban edificadas. Tenía todo el
sentido, que la conducta sexual estuviese rígidamente reglamentada cuando era altamente
improbable que determinados comportamientos no afectasen a aspectos esenciales de la
reproducción. Tenía sentido que sólo estuviese permitido el sexo en el matrimonio, para
evitar hijos sin padre o abortos muy arriesgados. Tenía sentido que algo tan volátil
como la paternidad, se procurase blindar esposando al hombre con la mujer; pero lo que
ganaba ésta en seguridad, lo perdía en libertad. Todo el sistema tenía su coherencia y
una pieza aguantaba a la otra. Pero con el distanciamiento cada vez mayor entre sexo y
reproducción (nos falta aún mucho por ver), el sexo es otra cosa, y sus reliquias
morales tienden a volatilizarse.
Mariano Arnal
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