LA SABIDURIA DE LO ENFERMO:       Dr. Javier Martínez y Dra. Maria Jesús Clavera

La Variabilidad de la Vida

Para no convertirse en el objetivo del misterioso francotirador en serie que aterroriza estas semanas la región de Washington, la policía ha recomendado a los cinco millones de habitantes de la zona metropolitana que estén alerta y vigilen 500 metros a la redonda, que en la gasolinera reposten entre su vehículo y la bomba surtidora de gasolina, a ser posible agachados; que, si hay tiroteo, se echen de inmediato a tierra, abandonen su bolsas de compra, coche, etc, y rueden hasta el obstáculo más próximo; y, sobre todo, que no se estén quietos en la calle, sino que estén siempre en movimiento, caminando en zig-zag, rápidamente. "Un objeto que se mueve es más difícil de abatir que un objetivo inmóvil", añaden.

Desde sus orígenes moleculares hasta estas últimas noticias de telediario, la Vida aprendió a estar alerta, a abandonar lo prescindible, a meterse por grietas e intersticios y, sobre todo, a no estarse quieta, a variar continuamente. Este comportamiento esquivador-variador se incrementa notablemente cuando la estructura viviente es amenazada o 'irritada' y, además de resultar un excelente salvador de la integridad de la misma, este comportamiento se revela siempre como un poderoso 'encontrador de caminos imprevistos', como un detector de salidas, de soluciones. A lo largo de la Historia de la Vida la selección natural ha sido implacable: las estructuras vivientes que no han sabido estar alerta y variar continuamente, han tenido menos oportunidades y, simplemente, han sucumbido.

El gran drama de los fabricadores de antibióticos y pesticidas es justamente este: las estructuras vivas afectadas mutan; y mutan más las partes de su DNA relacionadas con los fermentos (enzimas) encargados de detectar y degradar el agente tóxico en cuestión; mutan más cuanto más se las 'use', y más intensa y velozmente cuanto más se las agreda o irrite. Los seres humanos, en efecto, somos en la actualidad los principales estimuladores de 'resistencias' en microbios y plagas, y también eso sucede en nosotros para medicamentos, drogas placenteras, etc. Pero de esto, hablaremos otro día.

Los tejidos laten, pulsan, varían; y varían también los órganos y sus funciones y movimientos, gracias a lo cual, ante una agresión (o un simple tanteo exploratorio) unas veces se aceleran y otras se frenan (e, incluso, se inmovilizan), unas veces se dilatan-ablandan, otras se encogen-endurecen, unas veces palidecen y otras enrojecen (o adoptan cualquier otro color), etc. Y, de esta forma, las malas hierbas adquieren cutículas resistentes a herbicidas, la ameba encuentra alimentos, refugios o escapes imprevistos, los microbios e insectos adquieren cubiertas más resistentes a antibióticos y plaguicidas, los pulgones estrechan sus opérculos y esquivan las fumigaciones, etc, etc. Recordemos: los tejidos y órganos que han aprendido a variar, transfieren ventajas a los individuos que los contienen; y los que no han aprendido a variar, hacen más torpes y vulnerables a sus portadores.

Respecto a los organismos enteros, como saben muy bien los amenazados por ETA y como ilustrábamos en el inicio de este artículo: ¡Ay de aquellos que no se muevan, que no varíen!. Las ratas diezmadas por cepos, adoptan comportamientos grupales y sorprendentemente precavidos; y las molestas moscas han aprendido a volar no sólo en zig-zag, sino en zig-zag perfectamente impredecible, para desespero de los pájaros insectívoros y también de los que quieren dormir la siesta.

Las partes más periféricas y auxiliares de los seres vivos, en la medida que lo son, no permanecen con un mismo patrón inamovible sino que, a caballo de la capacidad multiplicativa que tiene la Vida, cambian, mutan, se diferencian, varían continuamente: en su morfología y en su función, en el tiempo (a través de las generaciones) y en el espacio (todos los hijos son distintos). Es esta una estrategia (la mejor) orientada a preservar las partes más centrales -en niveles vitales y de agregación- y fundamentales o esenciales de los seres vivos, claro está.

Las variaciones o mutaciones son de ordinario menores, eliminativas, adaptativas; pero a veces son variaciones mayores, aditivas, profundamente creadoras. Hemos de ir con cuidado cuando califiquemos una variación como 'vulnerabilidad', 'falibilidad', 'enfermedad', 'desventaja', etc, ya que puede resultar todo lo contrario, poco después. Las mutaciones albinas de los osos, por ejemplo, fueron desventajosas durante milenios, ya que destacaban más en la oscuridad, estaban menos protegidas contra el sol, etc ...hasta que vinieron las glaciaciones y todo se cubrió de nieve.

Llevamos la VARIACIÓN en nosotros, como poderoso instinto que surge desde lo más minúsculo y más antiguo y que se manifiesta en los juegos de los niños, los tanteos del explorador, el placer de una buena partida de cartas, etc: sentimos entonces una alegría especial, difícil de definir. Y ese mismo instinto hace que no soportemos lo perfectamente uniforme y predecible, por muy racional que ello sea y por mucha seguridad que nos dé: necesitamos 'movernos a nuestro aire', introducir un mínimo de variación en nuestras vidas, un mínimo de 'locura'. Ello nos abre muchas puertas y nos salva muchas veces la vida.

Estarse quieto, ser predecible es, como hemos visto, algo muy peligroso. Y, además, resulta muy aburrido.
 

Portada - Indice