LA SABIDURIA DE LO ENFERMO:       Dr. Javier Martínez y Dra. Maria Jesús Clavera

La no función ...atrofia el órgano

Hace casi dos siglos Lamark, primer formulador de una teoría evolucionista, enuncio su famosa frase 'la función hace al órgano'. Unos decenios después, Darwin admitiría la teoría evolucionista, pero criticó que la función tuviera algún protagonismo en la aparición y desarrollo de los órganos y especies: estas aparecían mediante la 'selección natural' de los más aptos, elegidos de entre variaciones genéticas generadas al azar (variaciones ciegas, sin impulso o intencionalidad alguna).

El evolucionismo de Darwin fue adoptado por los biólogos posteriores, no sin grandes controversias (cuyo origen estaba en la interpretación de las Sagradas Escrituras) y el evolucionismo de Lamark fue ridiculizado. Sin embargo, hallazgos científicos de los últimos decenios están demostrando la existencia, desde los orígenes de la misma vida en la Tierra, de mecanismos biológicos que parecen confirmar que la aparición y la persistencia de la 'función' es necesaria para la aparición y persistencia del órgano. O quizás mejor seria decirlo en negativo: la no existencia de la función implica la degradación cuando no la destrucción del órgano. Encontramos estos mecanismos en células, tejidos, órganos, individuos, grupos, especies, etc; es decir, en todos los 'niveles de agregación' de los seres vivos.

En el nivel microscópico, por ejemplo, tenemos muchos ejemplos: cuando el cerebro se está formando dentro de un embrión y un feto, del billón de células neuronales que se forman inicialmente, aquellas que no participan en circuitos apropiados (los correspondientes a las funciones del cerebro) serán destruidas mediante un proceso de 'muerte celular programada' llamado 'apoptosis'. Nada menos que el 80% de las neuronas habrán muerto por este mecanismo al llegar el momento del parto. Las neuronas 'salvadas' son aquellas que realizan los contactos funcionales correctos llamados 'sinapsis' (miles por cada neurona) los cuales suministran señales químicas, llamadas 'Nerve Growth Factor' (NGF), que salvan a las neuronas correctas de la apoptosis.

Después del parto y durante toda la vida, numerosos hallazgos científicos demuestran que las neuronas que participan más en las vías más utilizadas tienden a reforzarse más, mientras que las que apenas son utilizadas permanecen sin refuerzo y tienden a atrofiarse, cuando no a desaparecer. Las autopsias y las modernas imágenes de Tomografía de Emisión de Positrones (PET) nos muestran cómo las áreas cerebrales visuales están poco desarrolladas en los ciegos de nacimiento, así como las áreas cerebrales auditivas en los sordos de nacimiento. También nos muestran cómo los que dominan más idiomas tienen el área cerebral del lenguaje (área de Broca) proporcionalmente más amplia que los monolingües.

En el mismo cerebro, las áreas del cuerpo más utilizadas tienen más 'representación cerebral' y los circuitos nerviosos más utilizados tienden a ser más utilizados en el futuro: cuantos más ataques tenga un epiléptico, más fácilmente se repetirán en el futuro; cuantas más duraderas e intensas sean las obsesiones, más persistencia tendrán en el futuro; etc. Se sabe que la 'estimulación' es necesaria para el correcto desarrollo mental de los niños; y como en los ancianos aislados y sub-estimulados (los que viven solos) la apoptosis neuronal implicada en el Alzheimer presenta tasas de afectación mucho mayores.

En otras enfermedades cancerosas, inmunológicas y degenerativas, tan frecuentes hoy en día, participan asimismo fenómenos de apoptosis o 'muerte celular programada' que están presentes en el árbol de la vida desde sus comienzos más remotos (las bacterias primitivas) y que han sido preservados a lo largo de la evolución, debido a la importante función que desempeñan.

En el ámbito de tejidos observamos como la falta de gravedad degrada el esqueleto (la osteoporosis de los astronautas o de la vida sedentaria actual); cómo la falta de ejercicio degrada el sistema muscular por un mecanismo parecido; cómo la falta de estímulos por los que vivir conduce indefectiblemente a la depresión y, si se prolonga, al suicidio.

A nivel de los órganos observamos como las aves no voladoras (gallinas, avestruces, etc.) atrofian sus alas y cómo los animales que nacen, viven y mueren en la oscuridad (topos, fauna cavernícola, etc.) tienen ojos atróficos, aunque órganos táctiles y olfativos muy desarrollados.

En el ámbito de los individuos ocurren fenómenos semejantes: los animales que no consiguen pareja y descencencia enferman y mueren más y más pronto y aquellos que pierden el contacto con el territorio y la manada, sucumben aun más rápido. También las especies y órdenes biológicos mueren cuando las tensiones de supervivencia se hacen excesivas: el caso más conocido fue el de los dinosaurios.

Hemos de rendirnos a la evidencia: la degeneración y muerte es uno de los utensilios de la vida, y uno de los utensilios que optimiza su enigmática Función. Cuando dicha Función (o las subfunciones derivadas) no puede ser cumplida, los mecanismos de 'muerte programada' se activan, en beneficio de linajes más jóvenes, funcionales y exitosos; y en beneficio de finalidades de orden más general.

Dejemos para lunes sucesivos el análisis de las enigmáticas funciones y finalidades a las que parece estar sirviendo la vida; y también la enfermedad y la muerte.
 

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