Artículos
- Actualidad -  Libros - Curiosidades -   Estética - Enfermedades - Léxico

 

SIMBIOSIS

La ganadería es en el fondo una forma de simbiosis entre el hombre y los animales a los que da vida y alimenta para en su día alimentarse de ellos. El primer fundamento de toda simbiosis es la compatibilidad entre unos y otros. Si los animales con los que nos hemos “asociado” para que nos sirvan de alimento son una fuente de infecciones, lo que procede es renunciar a esa “vida en común”. Muchos de nuestros antepasados entendieron que la convivencia con cerdos y ratas, y en especial su consumo, podía ser una fuente de enfermedades, y procedieron a declararlos impuros. Era la mejor manera de evitar los problemas. Hoy la fiebre porcina está haciendo estragos en Europa, y no sólo los cerdos, sino el suelo que pisan, el aire que respiran, todo lo que tocan amenaza con propagar la enfermedad. Hay que mantenerse por tanto alejado de ellos como de un peligro. Semejante forma de simbiosis, cargada de excepciones y de peligros es una mala alianza. Probablemente la mejor solución es la de los pueblos que han decidido no jugársela con el cerdo. 

Pero es que además del peligro que comporta criar animales portadores de infecciones, la forma supermoderna de criarlos no hace más que aumentar los riesgos. Vamos en dirección contraria a la simbiosis: cada vez es más peligroso el contacto humano con los animales de granja. Sus condiciones de vida son tan enfermizas y peligrosas, tan radicalmente insanas, que las medicinas han pasado a formar parte de su dieta normal. Y entre éstas, los antibióticos. Es que realmente hemos optado por las tácticas anti-bióticas en vez de optar por las sim-bióticas. 

¿Y eso qué es? Pues que pasó a la historia lo que por buen nombre se llamó ganadería, y que era una forma buena y equilibrada de simbiosis entre el hombre y el animal. Mientras éste vivía, su vida era homologable a la de los animales de especies análogas. Llegado el momento del sacrificio, se ponía fin a una vida rezonablemente aceptable. Pero lo que estamos haciendo ahora no tiene nombre. Seguimos llamándolo ganadería en un exceso de eufemismo. Hoy, por imperativo económico, sometemos a los animales a una tortura alimentaria, sanitaria y vital desde el día que nacen hasta el que mueren. El sacrificio es para ellos la liberación.  Lo que estamos haciendo con nuestros animales no tiene nombre; por eso se mueve entre las aguas turbias de lo innominado y lo nefando. Han desaparecido pastores y domésticos que tenían en su casa animales domesticados que vivían con ellos, y de los que finalmente se alimentaban. El panorama ha cambiado totalmente. No podemos seguir dándole el mismo nombre a una realidad que no tiene con aquélla el menor parecido. 

Creo que es urgente llamar a esta cosa por su nombre: si damos con él, con el nombre que realmente describa lo que hacemos con ellos, es posible que recapacitemos y tomemos otro camino. Lo ideal sería que pudiéramos devolverle legítimamente el nombre y la consideración de sumbiosiV (symbíósis), de vida en común. Sumbiow (symbíóo), es vivir con, vivir en compañía: si no podemos ver ni tocar los animales de los que nos alimentamos, es que al final nuestra alimentación es altamente sospechosa. Pero eso es ya imposible. Mejor que vayamos haciendo con la carne como con el tabaco: informar en los embalajes del peligro de su consumo. Carne anti-biótica, de no te acerques a mí, habría que denominar a la carne que se produce en las granjas industriales. Y a éstas, ni el nombre de cámaras de tortura les sería suficiente. Realmente tan poco sabemos lo que estamos haciendo, que ni siquiera somos capaces de ponerle nombre. Si lo tuviera, con toda seguridad que el horrible nombre que llevaría, contribuiría a cambiar la realidad. De momento nuestra relación con los animales que nos alimentan es la más descarnada negación de la vida y de la convivencia. ¿Quién habla de convivir? Y sin embargo siendo parte de nuestra vida, es inevitable llegar a una forma estable de simbiosis

Mariano Arnal