MENSTRUACIÓN
Durante milenios fue considerada como una
enfermedad por los médicos (viene de por sí la relación entre
enfermedad o lesión y sangre; más bien es difícil evitar esta
relación, sobre todo si la sangre va acompañada de dolor. Es difícil
tambien vencer el rechazo instintivo al contacto con todo aquello que
suena a enfermedad. Y en tratándose de enfermedades, es difícil
escapar a la tentación de aislar a la persona que presenta señales
de enfermedad, a fin de no contaminarse. Estos fueron los cimientos
sobre los que se construyeron en muchas culturas tabúes que jugaron
un papel decisivo en la lucha contra el incesto y contra su forma más
suave, que es la endogamia. Al ser sagrada la sangre de la propia
tribu y estar prohibidísimo contaminarse con ella (no así con la de
otras tribus), en las reglamentaciones más rigurosas eran tales los
períodos de impureza y tantas las garantías de purificación (todos
los ritos de purificación tienden a caer en el escrúpulo), que las
mujeres podían acabar siendo prácticamente intocables. Hay que
entender que para vencer la tentación del incesto, aún no vencida
del todo (sólo se conoce una parte muy pequeña de los que se
producen) debió emplear la humanidad lo más selecto de su ingenio.
El caso es que la menstruación es una pieza clave en la antropología.
La palabra tiene poco misterio. Es en su
contenido donde están los misterios, y tendríamos un buen mapa de
los mismos si dispusiésemos de las palabras con que se denomina en
cada cultura, acompañadas cada una de su campo léxico completo, para
hacerlas inteligibles. De mensis se formó en latín el
adjetivo menstruus, que según todos los indicios significaba
"mensual". Queda la duda, y creo que razonable, de si el
elemento struus, que no tiene carta de naturaleza como
desinencia adjetiva, es realmente una desinencia o más bien una raíz
con la que se forma una palabra compuesta. O dicho de otro modo: es
razonable dudar si la palabra menstruus nació como adjetivo de
mensis, o como sustantivo para denominar la menstruación. Porque al
menos en griego coinciden en la misma raíz el mes (mhn,
mhnoV / mén, menós) y la luna (mhnh,
mhnhV / méne, ménes y mhnaV,
mhnadoV / menás, menádos), con lo
que ésta se constituye por sí misma en patrón de medida del mes. En
cambio en latín hasta podría ocurrir que el patrón de medida del
mes fuese la menstruación. Y es que el adjetivo mensualis del
que está sacado "mensual", apenas se usa en el latín clásico,
siendo ocupado su lugar por menstruus, menstrualis, menstrua,
menstruum, menstruans, en que se mezclan la menstruación con la
duración del mes, los víveres para un mes, el servicio de un mes de
duración… Es exactamente como si en español fuesen equivalentes
mensual y menstrual. Existe también en latín el adjetivo mensurnus
(que dura un mes), a imagen y semejanza de diurnus (que
dura un día o que tiene lugar en el día). La expresión "tener
el mes" (Mensis) en vez de "tener la regla" la
usaban ya los romanos (las romanas), suplantando a la medida de
tiempo. Incluso llamaban "el mes" al flujo sanguíneo anual
de las yeguas. En griego se repite la historia muy
parcialmente.Llamaban a los menstruos ta
mhniaia (tá meniáia); pero este
adjetivo (sustantivado en este caso) se usaba para todo lo que duraba
un mes.
Mariano
Arnal
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