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ESTRÓGENO 2

Analizado el valor léxico del término estrógenos, hay que ir a su valor objetivo, a la res. Según la Lexis 22, estrógeno es toda hormona de estructura esteroide (toda la gama de hormonas sexuales tanto masculinas como femeninas elaboradas por las gónadas, y las producidas por las glándulas suprarrenales), o sus equivalentes de síntesis, que tiene la propiedad de provocar la serie de cambios propios del período de maduración del folículo ovárico. Provocan el crecimiento de los genitales femeninos y de las glándulas mamarias, la estratificación de la mucosa vaginal, la proliferación de la del útero, y la estimulación de las secreciones vaginales durante la primera fase del ciclo menstrual, preparando todo ello para la fecundación y nidación del huevo. En la mujer los estrógenos son producidos principalmente por el ovario, pero también por las glándulas suprarrenales. Los más importantes son el estradiol y la estrona, así como el estriol, que es producido en grandes cantidades en caso de embarazo, por la placenta. Sus derivados de síntesis son abundantemente aplicados en tratamientos de amenorrea o infertilidad por insuficiencia ovárica, trastornos de la menopausia, cáncer de mama, cáncer de próstata del varón, etc. En los animales (dice el Diccionario

Terminológico de Ciencias Médicas de Salvat) los estrógenos dan lugar a la producción del estro. Las enciclopedias se muestran muy cautas en cuanto a esta función, que en su mayoría pasan por alto. La Labor desarrolla el tema con bastante extensión: explica que en las hembras de los animales el estradiol determina el celo y con él el inicio del ciclo de la reproducción y la época de la fertilidad. Precisa que la mujer y las hembras de los monos antropomorfos son una excepción "aunque en esencia se trata del mismo fenómeno"; que el estro es sustituido por el ciclo menstrual (en la hembra del gorila dura 40 días, en la del chimpancé 30, y en la humana 28, exactamente una luna). Pero no cuadran las cuentas: si en todas las hembras cuya reproducción está sometida a ciclos, éstos empiezan obviamente por el estro, que impele a la copulación, y a partir de ella continúa el ciclo su curso largo si se ha producido la fecundación del óvulo; o en caso contrario, tras un período sexualmente neutro se vuelve a otro intento, marcado por el reloj biológico de la especie; si es así en todas las especies regidas por ciclos, ¿qué sentido tiene que la especie humana sea una excepción? ¿No sería más coherente estudiar cuáles son los mecanismos de la naturaleza femenina en relación con el estro "desaparecido" o quizá más bien declarado por la ciencia médica acíclico e igual al del varón? Falta examinar no sólo cómo está realmente diseñada la fisiología femenina, sino también cómo la han ido modificando todo género de presiones (físicas, religiosas, culturales) sobre su sexualidad desde tiempo inmemorial, y no principalmente en la línea de la represión, que es la que más conviene destacar, sino mucho más en la silenciada de la hiperactividad sexual.

Frente a la actividad hormonal cíclica de las hembras está la de los machos, en algunos cíclica, con períodos alternativos de frigidez y de celo, determinados por la producción más o menos cuantiosa de testosterona (hormona producida por los testículos); y en otros constante, como en el hombre, lo que determina su disposición y aptitud permanente para la copulación. No sólo eso, sino que determina caracteres físicos y psíquicos (un buey no es más que un toro sin testículos; con ellos, no hay manera de uncirlo al arado, al carro o a la noria). En las especies en que se da el estro continuo en el macho, y cíclico en la hembra, es esta última la que marca los ritmos, de manera que mientras no está ella en celo (máximo nivel de estrógenos), no hay copulación.

Mariano Arnal