CELULITIS
En la familia léxica de célula no
están nada claros los parentescos en cuanto al significado. La
celulosa es sin duda el nombre más acertado: se le ha dado a la
materia vegetal cuyas células (es decir las celdillas en que se
cobija la materia viva) están vacías, y por tanto son sólo la pura
construcción externa de la célula). En cuanto al celuloide y la celulitis,
tienen que ver con la célula lo que toda materia orgánica, que está
organizada en células, del mismo modo que un coche o un bolígrafo o
cualquier otra cosa podrían llamarse atómicos por estar
construidos con átomos. Se define la celulitis como un proceso
inflamatorio del tejido conjuntivo, en este caso, el tejido adiposo.
Sabido es que a la madre naturaleza no se le
ha ocurrido traer desnudo a nadie a este mundo. Tampoco la especie
humana está desnuda, sino tan sólo mal vestida. Además del vestido
de pelo, que lo hemos perdido (somos el mono desnudo, que diría
Desmond Morris, el único sin pelo de las aproximadamente 300 especies
de monos); además del poco pelo, digo, la naturaleza nos dotó de un
abrigo de tejido graso bajo la piel. Para las alteraciones de este
abrigo, en especial en las zonas en que por distintas causas sufre
mayor desgaste (muslos, glúteos y abdomen) el uso ha reservado el
nombre de celulitis. Dicen que a veces es dolorosa esta anomalía,
que se ceba especialmente en las mujeres; por lo visto lo es siempre,
pero sobre todo en verano, cuando se da a ver el cuerpo tal como es.
Seguramente por eso se le ha puesto nombre de enfermedad (acabado en -itis)
y de esas que afectan a la misma estructura de la materia con que está
construida la vida; en fin, que es una enfermedad muy seria. No
siempre fue así, sino que muy al contrario se consideraron signo de
muy buena salud ciertas grosuras, y eran muy apreciadas mientras no
tuviesen las antiestéticas formas enfermizas que tan bien se
distinguen de las sanas. Pero como la delgadez está de moda, resulta
que se llama celulitis (y se la trata con la severidad y rigor
que requieren las enfermedades graves) a los más agraciados,
saludables y confortables refuerzos del abrigo interior, que hacen que
la piel, su forro externo, tenga un aspecto de lo más reconfortante.
Por eso no se sabe muy bien hasta dónde llega la salud, y dónde
empieza la enfermedad; ni siquiera se sabe muy bien en qué consiste,
ni cuáles son sus causas últimas (etiología se le llama a eso). Se
apuntan como las principales el sedentarismo, el tabaco, los
anticonceptivos y una alimentación desequilibrada. Se sospecha que ha
de haber factores genéticos que predispongan a unas personas más que
a otras a la celulitis (¡pues claro!, lo mismo que el color de los
ojos y la largura de la nariz o de las orejas, también el grosor del
abrigo subcutáneo se transmite genéticamente).
¿La solución? Pues parece que no la hay. Si
como dice la misma palabra se hinchan las células (de líquido o de
grasa) porque para eso están diseñadas esas células concretas; y si
la misma naturaleza ha decidido que su forma de madurar y envejecer
sea creciendo, poco se puede remediar. Y a pesar de eso se busca toda
clase de remedios, incluida la cirujía. Pero como dicen los mismos
que viven de ello, éste es un mal que no tiene remedio. O es más
bien que nos empeñamos en ver como un mal, algo que sólo lo es
relativamente.
Mariano
Arnal
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