RÉGIMEN
Rego, regere, rexi, rectum. Significa eso: regir (de ahí rex, que en
rigor es el que dirige, el que guía), guiar, gobernar, conducir, mandar, establecer
límites. Uno de sus derivados es régimen, que en latín tiene el valor de
dirección, guía, gobierno, régimen. Régimen navis es la acción de pilotar la
nave; régimen classis, el mando de la flota; al mismo timón lo llamaban régimen;
régimen equorum exercere, guiar carros. En todas las palabras del grupo régere
está la idea de conducir, guiar, llevar por el camino marcado. Cuando hablamos de
régimen por tanto, expresamos la idea de ordenamiento, de fijación de normas y de
acatamiento de las mismas. ¿Quién hace ir recto a quién? ¿Quién es el que impone las
normas?
Es evidente que hasta hace poco en nuestra cultura las relaciones sexuales de la pareja
estable (el matrimonio) se regían por un determinado código que se transmitía de madres
a hijas. La norma era bien simple: complacer al marido. Los padres no tenían que
transmitir a sus hijos ningún código de conducta sexual, porque los hombres eran la
norma, ellos eran el régimen. Como diría Mahoma, Alá creó a la mujer para
satisfacción del hombre. Si acaso los más considerados recomendaban a sus hijos que no
apretasen en exceso a la mujer, que la respetasen, y cuando quisieran salirse del sexo
normal, que recurrieran a las prostitutas, que para eso estaban. El caso es que siempre se
supo cuál era el régimen sexual por el que debía funcionar una pareja. En la cultura
cristiana el código se resumía en un solo precepto: el deber de atender cada uno
a la demanda sexual del otro, y por tanto la prohibición de rechazarse el uno al otro.
Una formulación espléndida, de aspecto totalmente equitativo. Pero al resultar que el
hombre cumplía esta obligación con suma devoción (al contrario que la mujer, que
aportaba más obligación que devoción), acabó por entenderse el débito conyugal
como obligación exclusiva de la mujer, como en efecto lo era. Pero éste era ya un
régimen muy suave en comparación con el que le precedió, el de esclavitud sexual.
Hemos de empezar por ahí, por el régimen de esclavitud sexual, si queremos entender
el régimen de contraprestación en que ha derivado. El punto de partida para entender el
fenómeno, es que desde que el hombre es hombre, la mujer ha sido su posesión, y como tal
posesión ha sido raptada, comprada, vendida y alquilada. En la historia y hasta en los
ritos del matrimonio tenemos el rapto y la compra de la mujer por el hombre. Ni que decir
tiene que en estos sistemas el régimen sexual fue de total sometimiento a la demanda del
hombre, y que en cualquier caso la mujer tenía puesto precio (preciosa es la que tiene
buen precio) y era objeto de comercio por su valor sexual. Por abreviar, las corrientes de
liberación sexual de la mujer consiguieron hacerla propietaria de sí misma, pero no
acabaron con el precio del sexo. Se pasó a la autogestión del patrimonio sexual, sin
quitarle ni un ápice del valor que tenía. Y se fue a parar a un nuevo régimen de
administración del sexo: el sexo pasaría a ser el gran instrumento de doma de los
hombres por parte de las mujeres. Una vez alcanzada la independencia económica y sexual
(la infidelidad no es delito) por la mujer, ésta contaba con la dependencia sexual del
marido para domarlo.
Mariano Arnal
Copyrigth EL
ALMANAQUE todos los derechos reservados.