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VARÓN

"¿Cómo será eso posible, si no conozco varón?" dice el texto bíblico. Virum es la forma latina, y andra (ándra) la forma griega. PoV estai touto, epei andra ou ginwskw; (pós éstai túto, epéi ándra u ginósco?) Quómodo fiet istud, quoniam virum non cognosco? En primer lugar hay que decir que la palabra griega que pasa al latín como vir y al español como varón, significa literalmente "el que engendra", de ahí que sus primeras traducciones sean macho, en oposición a hembra (y se aplica por tanto también a animales); hombre en oposición a mujer; marido en oposición a mujer; y ya más adelante, hombre en oposición a Dios, hombre libre, guerrero, en oposición a hombre sometido (anqrwpoV/ ánzropos): polloi men anqrwpoi, oligoi de andreV (pollói men ánzropoi, olígoi de ándres), dice Herodoto: muchos seres humanos, pero pocos hombres. En cuanto a vir, viene a ser la sombra perfecta del griego anhr-androV (anér-andrós); prácticamente tiene las mismas acepciones, aplicaciones y oposiciones que el término griego. Esos son, pues, los dos referentes de los que deduce su contenido convencional nuestro término varón, que no procede directamente de vir, sino que proviene de una serie de corrientes subterráneas, que han sido determinantes en la configuración definitiva de la forma física y psíquica del varón.

En efecto, parece que varón es un cruce del término de origen germánico barón (= hombre libre apto para las armas), con el latín varo varonis (hombre tosco, grosero; relacionado con el verbo varare y con el adjetivo varus, a, um); con baro, baronis (tonto, zoquete, majadero, necio; así lo usa Cicerón); ambos términos tienen escaso desarrollo literario, pero son de tal naturaleza que a la fuerza tuvieron que hacer un largo recorrido por el latín vulgar, hasta que por fin se fundieron ambos y se decantaron por el valor de síntesis de hombre robusto, recio, machote más que macho, brutote por tanto. Por supuesto que ahí estaba inamovible el referente culto vir, viri, con su inequívoca carga semántica, que coincide además con el germánico barón en el valor de hombre libre apto para las armas, en oposición uno y otro a homo y servus; y que por si le faltase algo, está léxicamente emparentado con virus, viri (el jugo natural de las plantas y los animales, entre ellos el semen, y luego ya los venenos; un buen tema de meditación); y algo más lejos le queda vis, vis (plural, vires, virium; = fuerza; que para más inri, se usó también con el significado de fuerza viril, órganos masculinos, e incluso testículos). Visto todo lo cual, parece evidente la victoria de la brutalidad, la tosquedad, la fuerza como distintivo de lo varonil y de la virilidad (es decir toda la carga semántica que se arrastró a través del latín vulgar), sobre el aspecto de masculinidad, fuerza (llamada por los romanos virtus) y libertad del vir latino y del barón germánico. Como para hacérnoslo mirar. Nada tiene de extraño que el sexo de esta procedencia, masculino todo él, sea considerado al fin algo sucio y pecaminoso (en esta misma cuenta hay que cargar nuestros casticismos "mala leche, "por cojones", "joder" en su doble vertiente, y un buen etcétera digno de analizarse). Fue la inevitable decadencia del sexo desde que dejó de ser sagrado como la alimentación, y como ella, de muchos modos vinculada al templo. Pero esto es harina de otro costal. En todo caso, nunca fue la mujer, nunca, la responsable de la degradación del sexo, del acto sexual, quiero decir, y de su carácter de cosa impura.

Mariano Arnal

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