En la explotación por sexos, que en último término es característica propia de la
explotación alimentaria, hemos ido a lo fácil: simplemente hemos aprovechado las
facultades de la naturaleza y hemos copiado su régimen administrativo. El léxico recoge
estas particularidades. ¿Por qué llamamos carnero al macho de la oveja? Pues
sencillamente porque su valor para nosotros es el de carne. Agnus carnarius (cordero
de carne) lo llamaban los romanos. Pero esta fórmula de administración de los machos no
es un invento de los ganaderos. La propia naturaleza lo ha determinado así. Toda especie
es tributaria de otras, por lo que ha de proveer sistemáticamente a la alimentación de
sus devoradores. Esto es evidente en los herbívoros respecto a los carnívoros. Y son los
machos sobrantes, periféricos en cuanto a formación del grupo, los que ejercen
preferentemente de carneros. Esto hace que la vida de todo el grupo funcione sin
sobresaltos. Mientras éste pague con regularidad su tributo a las especies superiores,
los miembros del grupo vivirán plácidamente, como corresponde a los herbívoros.
¿Y qué interés tiene para nosotros la palabra carnero? Pues la exploración
de la posibilidad de que alguna vez hayamos ejercido ese oficio. Lo que abre la puerta a
las sospechas es la existencia de un verbo carnificare, que significa
"ejecutar a un condenado", "decapitar"; y derivados de este verbo, carnificina
como lugar del suplicio o del tormento, y carnifex con el significado de carnicero,
verdugo, asesino. Y cuando pasamos finalmente a la palabra madre de todas ellas, caro,
carnis, lo primero que llama la atención es que pertenece a una raíz en la que
domina el significado distributivo. Es decir que para los más antiguos usuarios de esta
palabra, carne era la víctima troceada para poder comerla. De hecho, el mismo
significado que predominantemente tiene hoy. Hasta aquí el análisis léxico, y a partir
de él, algunas elucubraciones: es cuanto menos sospechoso que se llame carnifex (el
que trocea un cadáver para convertirlo en carne) al verdugo; induce a pensar este nombre,
en las ejecuciones cuya gracia y virtud estaba en que la víctima era troceada y devorada
por aquellos a quienes había perjudicado. Esta fue una de las formas residuales de
canibalismo, junto con el religioso, de pueblos que lo habían practicado profusamente.
Seguimos manteniendo en nuestra lengua los términos "carnicería" para
calificar una matanza sangrienta, y "encarnizado-a" para calificar por ejemplo
una batalla en la que hubo una carnicería. El hecho de que ahora tengan estos términos
un valor totalmente metafórico, no nos autoriza sin más a creer que fue así desde que
entraron en el lenguaje. Más bien al contrario, es posible que la humanidad haya pasado
por una etapa en la que los machos producto de la cría fueran auténticos carneros.
Reserva de carne viva. Si la humanidad pasó por la cría de hombres para comer (y dadas
las otras formas de canibalismo sólidamente documentadas, no hay por qué descartar esta
hipótesis), la distribución del trabajo estaba tan clara como en las demás especies
explotadas: a los machos les tocó el oficio de carneros, y a las hembras el de
reproductoras. Nada nuevo bajo el sol.