Dónde está
la identidad de Navarra
La historia se
compone de multitud de sucesos: grandes y pequeños, ideas más o
menos extendidas, decisiones personales, vicios y virtudes...
También hay casualidades y hasta Providencia para quien la sabe
ver. Navarra es lo que es, en gran medida, porque así lo han
querido las «casualidades» de la historia. Esta historia, rica
en hechos y pobre en mitos, patrimonio común, sí es fuente de
identidad para Navarra. He aquí una descripción de las líneas
argumentales de nuestra historia, las que marcan nuestra
personalidad colectiva:
- El substrato indígena. Navarra no existía en la Prehistoria,
ni en la Antigüedad, ni siquiera durante gran parte de la Edad
Media. El pueblo de los vascones (o bascones) que describieron los
geógrafos romanos no constituyó nunca una única comunidad política,
ni mucho menos un estado moderno. Sin embargo es una constante de
nuestra historia más lejana el enfrentamiento de grupos de
vascones con los pueblos invasores. Los pactos con los romanos,
las luchas contra los visigodos o los francos, son capítulos que
indican la existencia de una realidad prepolítica que iba a ser
la base de la futura Navarra.
- El reino de Pamplona y la Reconquista. Uno de los primeros núcleos
de oposición al Islam en la Península Ibérica surge en torno a
la localidad de Pamplona que se convierte así, desde el
principio, en capital indiscutido del reino. Además, este hecho
aporta una característica fundacional muy importante para el
futuro: el nuevo reino nace con una fuerte identidad religiosa,
como un núcleo cristiano enfrentado a los musulmanes.
- El reino de Navarra y los vecinos poderosos. Propiamente Navarra
nace como comunidad política en el siglo XII, cuando se empieza a
conocer con ese nombre al viejo reino cristiano de Pamplona. En
aquel entonces Navarra termina su expansión hacia el sur con la
reconquista de la Ribera y queda aprisionada entre los poderosos
reinos vecinos de Francia, Castilla y Aragón.
- Los reyes extranjeros y el fuero. En el siglo XIII, con Teobaldo
I, se inician las dinastías extranjeras. Esta circunstancia hace
posibles dos cosas: la plasmación por escrito de un Fuero General
que permita al nuevo rey conocer las leyes de su reino y, en
relación con esto mismo, el reforzamiento de la idea de pacto
entre el rey y el reino como teoría de legitimación del poder.
- La anexión a Castilla y la unión «eqüe-principal». A partir
de 1512 la historia de Navarra (con la excepción de la Baja
Navarra) queda vinculada definitivamente al resto de pueblos hispánicos.
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII Navarra mantiene su
personalidad de reino integrado en la gran «monarquía católica».
El alejamiento del rey sirve para fortalecer las instituciones
propias: Cortes y Diputación especialmente.
- Tradición católica y revolución liberal. Con la Ley
Paccionada de 1841 Navarra deja definitivamente de ser un reino y
se convierte en una Provincia foral dentro de la España liberal.
A lo largo del siglo XIX y parte del XX, en episodios como las
guerras carlistas, o su participación en la guerra de 1936,
Navarra destaca como núcleo de especial resistencia al
liberalismo y la revolución.
- Industrialización y modernización. En un proceso que abarca
unas pocas décadas se pasa de una sociedad tradicional y rural a
una sociedad urbana e industrial. Las instituciones se adaptan a
la nueva Constitución de 1978 mediante el Amejoramiento del Fuero
de 1982.
Según lo que hasta ahora se ha analizado, el elemento principal
de identidad para Navarra y los navarros es el fuero.
El fuero, o los fueros, desde el punto de vista público, pueden
ser considerados como restos de la antigua soberanía del reino de
Navarra. Se trata de un conjunto de leyes y costumbres que
permiten a Navarra desarrollar unas facultades a través de sus
propios organismos.
Son competencias propias y originarias del antiguo reino, es
decir, que no son privilegios concedidos por nadie. Los reyes debían
jurarlos públicamente para merecer la obediencia de los navarros.
Actualmente, a pesar de numerosos ataques a estos fueros a lo
largo de la historia (centralismo liberal, gamazada .. ) las leyes
generales de España, excepto las referentes a la unidad
constitucional, deben ser anteriormente pactadas para que tengan
vigencia en Navarra.
Algunos no entienden el énfasis que ponemos los navarros en
defender los fueros. Quizás no sepan que defender los fueros es
la mejor manera de defender a Navarra y su forma de ser. Porque
los fueros son el fundamento de nuestra personalidad. Si Navarra
llegara a perder su espíritu foral, moriría. Porque Navarra es
una comunidad foral, una unidad política de personas que podrán
ser diversas en raza, lengua, cultura, etc... y que, sin embargo,
quieren vivir unidas en el amor a los mismos fueros.
Además nuestros fueros explican la forma en que Navarra se
integra en la unidad española. Si olvidásemos el espíritu del
pacto que permitió la integración del reino de Navarra en la
Corona de Castilla estaríamos traicionando nuestra historia y
nuestras libertades que, como dice una de las placas de bronce del
Monumento a los Fueros, «son más dignas de amor que la propia
vida». Hemos dejado para el final un elemento básico en la
configuración de la identidad de un pueblo. Es todo aquello que
podríamos englobar con el nombre de mentalidad, cosmovisión,
filosofía de la vida, religión o ideología. Desde este punto de
vista, si hubiese que definir la realidad histórica -y también
actual- de Navarra con un adjetivo, probablemente el más ajustado
sería el de cristiano.
El reino de
Pamplona nació en torno a una ciudad que ya era sede episcopal. Y
surgió como núcleo cristiano de resistencia al Islam. Desde
entonces las raíces católicas de Navarra son evidentes. Quedan
de manifiesto en la leyenda de los antiguos reyes «Benedictus
Dominus Deus Meus»; en la visión de la vida, la familia o la
propiedad, que transmiten los fueros; en la pérdida definitiva de
la Baja Navarra por calvinismo de los Albret; en las guerras
contrarrevolucionarlas contemporáneas; en los cientos de
tradiciones aún vigentes; en las iglesias y ermitas que coronan
todos los pueblos y en las romerías que las visitan año tras año;
en las devociones a las vírgenes y los santos; a San Fermín, a
San Francisco Javier, a San Miguel de Aralar; en las romerías a
Ujué, o a Roncesvalles; en las javieradas; en los misioneros; en
el Camino de Santiago...
No es casualidad que la principal advocación mariana sea en
Navarra Santa María la Real. Una imagen ante la cual se prestaban
juramento mutuo Rey y Reino, Soberano y Pueblo. Una imagen que se
ponía de testigo del acuerdo político, como garantía de
fidelidad y buena voluntad. Navarra ha cambiado mucho, y tiene hoy
aparentemente muy poco que ver con esa vieja Navarra católica y
tradicional que fue cuna del carlismo.
Nadie sabe qué nos deparará el futuro, ni en qué quedará la
identidad colectiva de los navarros. Lo que es seguro es que
mentalidad, identidad y realidad irán siempre unidas. Y que
cambios en la mentalidad de los navarros, traerán,
inevitablemente cambios en todas las otras realidades. Casi todo
en Navarra invita a la dispersión: el clima, la geografía, las
gentes, el poblamiento, las formas culturales... y, a pesar de
todo, Navarra es ejemplo de unidad. ¿No será precisamente la
complementariedad de las partes lo que constituye nuestra más
intima identidad de navarros? Hubo un tiempo en que lo que unía
elementos tan diversos era el rey.
Hoy en día, la
complementariedad de Montaña y Ribera, multiplicada por otras mil
diversidades sociales, culturales, lingüísticas, puede quedar
solucionada en la unidad que le proporcionan un fundamento, una
historia y unas instituciones políticas comunes: los fueros.
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