SEXO HASTA EN LA SOPA

La verdad es que la censura puritana a que han estado sometidas en nuestra cultura, desde sus mismos orígenes, tanto las conductas como las palabras relacionadas con el sexo, ha contribuido decisivamente a enriquecer de forma extraordinaria los recursos simbólicos y léxicos sexuales, que forman todo un mundo con vida y alma propias. El invento no es reciente. Basta ver el lenguaje bíblico en este sentido, siempre recatado: "No descubrirás la desnudez de..." = no te acostarás con (igualmente recatado). En la misma línea se mueven el léxico y la simbología orientales (Las mil y una noches constituyen un brillante ejemplo). Y otro tanto sucede en las demás culturas. Es inevitable que así sea, porque los instintos sexuales, al igual que los de violencia, por poner sólo un referente, no pueden quedar sueltos al arbitrio de cada uno desde el momento en que se cuenta con terceros para su satisfacción; en cuyo caso la libertad de uno entra en conflicto con la libertad de otro. Hablar, pues, de libertad sexual sólo tiene sentido si lo que con ello se pretende expresar es que la actividad sexual de nadie debe estar sometida al arbitrio, a la voluntad o al capricho ajeno. Pero si lo que se pretende bajo ese concepto es que cada uno pueda dar suelta a sus deseos, ya no hay libertad que valga. La libertad sexual se puede ejercer en tanto en cuanto coincida con nuestros deseos la persona a quien están dirigidos, cosa más bien infrecuente. El respeto a su libertad nos impone, pues, la represión del deseo. Más represión en el hombre que en la mujer, por supuesto. 

La naturaleza ha fijado como norma general que ha de andar más que sobrada, sobradísima de machos; como es lógico, están destinados a ser carne de depredación: han sido elegidos para el sacrificio, con lo que se reduce mucho el número de los que alcanzan la madurez sexual, y la cosa ya no resulta tan dramática. Pero he aquí que habiendo conseguido la especie humana eludir el destino que nos tenía aparejado la naturaleza, hemos de soportar el fuerte desequilibrio resultante del exceso de individuos de sexo masculino. En otro tiempo se resolvió el problema esclavizando a la mujer: quien quería satisfacer sus necesidades sexuales raptaba o compraba una o varias mujeres, y quien no alcanzaba se veía impelido a robar momentos o a pagarlos. La sexualidad de la mujer pertenecía al hombre. La represión que esto supuso, tanto por exceso como por defecto, la marcó profundamente; en este punto dio con ella Freud y elaboró a partir de los fenómenos de alteración de conducta que tal situación venía produciendo, sus teorías acerca de la libido y de la represión sexual. Explicó que la libido era la pulsión vital que se oponía a la muerte (la dialéctica
eroV / éros - qanatoV / zánatos que tanto juego ha dado); que la libido tenía diversas formas en las distintas edades (narcisista en la infancia; transferencia del eroV más o menos sublimado a los padres de sexo contrario en una segunda fase; para llegar en la madurez sexual a orientar la libido hacia un individuo del sexo contrario). Bueno, fue la época en que todos los trastornos psíquicos y de conducta se explicaban como resultado de episodios de represión de la libido. El sexo era la clave de todo. Los discípulos de Freud entendieron que tampoco podía ser tan redonda la teoría que lo explicase todo. Yung puso en el lugar que su maestro había puesto la libido, una energía psíquica general.

EL ALMANAQUE se detiene hoy en la libido.

LIBIDO

Esta palabra ha sido siempre un cultismo, como lubricidad, lascivia, lujuria y tantas otras. Como cultismo correctamente formado, su forma era \"libídine\" (del acusativo libídinem, con caída de la m). Pero al adoptarla Freud como bandera de su novedosa teoría sobre la causa motriz de la conducta humana, fue a lo fácil, quedándose con el nominativo. También en la teoría fue a lo fácil y simplificó generalizando más de la cuenta. El español, que ya tenía formada la palabra (no así el alemán), se podía haber quedado con ella; pero los psicoanalistas españoles, enfrascados en la lectura del maestro, ni siquiera sabían de su existencia, por lo que se apuntaron al neologismo freudiano. Por supuesto que el adjetivo libidinoso-libidinosa no lo formó Freud, sino que era parte del caudal de la lengua española, que lo tomó directamente del latín libidinosus, a, um, y que se usaba en el lenguaje culto (bastante más que el sustantivo libídine) muchos siglos antes de que Freud lanzase la libido al estrellato.

La palabra latina libido, libídinis, abarcaba una gama tan amplia de significados como dan de sí el deseo y la libre voluntad; pero al caer en el ámbito del sexo y prosperar en él su uso, pronto quedaron descartados los demás significados, que daban lugar a juegos de palabras, al doble sentido, a los equívocos y a la metáfora fácil. El origen de libido está en el verbo defectivo libet, libebat, libere, libuit o libitum est, que significa agradar, placer, gustar: ut libet = a tu gusto; si libet = si quieres; ánimo libenti = de buen grado, por tu voluntad. El participio presente libens, libentis (el que obra por su voluntad, el que hace las cosas a gusto), da origen al adverbio libenter, que significa gustosamente, con agrado, espontáneamente: libenter studioseque audiant = escuchen con agrado y con interés. El participio pasado líbitus, a, um significa que gusta, que agrada. La sustantivación en plural neutro líbita, libitorum, son los caprichos, los antojos, las fantasías. La expresión ad líbitum significa a voluntad, a elegir, como a uno mejor le parezca. Está claro que en los orígenes de la libido no hay nada de libidinoso. Y está claro también que entre los muchos significados de la palabra latina libido, libídinis, estaba además el de deseo e incluso desenfreno sexual: libido bonorum futurorum era el deseo de los bienes futuros; libido ulciscendi, la voluntad de vengarse; bona libido patriae gratificandi, el buen deseo de servir a la patria; libido voluptatis, el deseo de placer; ex libídine, caprichosamente; in libídine esse, estar en una línea de conducta caprichosa (tirando a licenciosa); amor vacans omni libídine, amor libre de todo deseo sensual y sexual. El plural libídines se usaba con el valor de imágenes obscenas (nuestra pornografía): in póculis libídines coelare = cincelar escenas escabrosas en las copas. De esta palabra, con la gran amplitud de significado arriba expuesta, sacamos nuestra libídine con su adjetivo libidinoso, y Freud su libido (es incorrecto hacerla esdrújula). Tal como la libídine es un cultismo arcaico cuyo significado no va más alla de la lujuria, la libido de Freud es un cultismo moderno; de hecho, una palabra tesis dentro del contexto del psicoanálisis freudiano: representa el deseo sexual como fuente de los impulsos vitales que determinan la conducta humana.

CUÑAS PARA EL DEBATE

1. La libido es en fin de cuentas el impulso que ha puesto de la naturaleza en todos los seres vivos para que se inclinen a lo que es placentero. El instinto de hacer cada uno lo que le viene de gusto. Pero eso, que parece tan bueno en abstracto, a la hora de concretarlo se convierte en altamente conflictivo.    
 

 2. El hombre, por ser hombre, ha de aceptar la servidumbre de hacer lo que debe, no lo que quiere. La enorme cantidad de sexo obligado, sexo forzado y sexo violento de que vivimos envueltos, nos advierte a las claras de que no puede ser la libido la única brújula que nos guíe en nuestra actividad sexual. 


3. Nuestra condición de pactistas y de asumidores de compromisos nos obliga a afrontar obligaciones sexuales tanto en negativo (reprimir la libido cuando la persona hacia quien la dirigimos no está nada libidinosa), como en positivo (despertar y estimular la libido cuando está libidinosa la persona que confía razonablemente en que se la acepte para compartir la libido).    
 

 4. La conclusión es que como el único criterio para regir la actividad sexual sea la libido, alguien de los dos sale perdiendo. Tal como están las cosas, se trata de sacarle el mejor rendimiento al margen de libido libre que le queda a cada miembro de la pareja.

HUMOR

Si amas a alguien...(II)

Esto es para todos los enamorados empedernidos que conocen esa bella frasesita, que más o menos dice así:

"Si amas a alguien, déjalo ir; si vuelve, es tuyo, si no, nunca lo fue"

Versión del paciente: "Si amas a alguien, déjalo ir; si no vuelve, ponte cómodo y sigue esperando hasta la eternidad, que algún día volverá".

Versión del juguetón: "Si amas a alguien, déjalo ir; si vuelve y todavía lo amas, déjalo ir otra vez; y así sucesivamente".

Versión del vengativo: "Si amas a alguien, déjalo ir; si no vuelve, sal a buscarlo y pégale un tiro".

Versión del abogado: "Si amas a alguien, déjalo ir y busca en el Código Civil la parte que habla del abandono de hogar porparte de un cónyuge".

Versión del estadístico: "Si amas a alguien, déjalo ir; si el te quiere, las probabilidades que vuelva son de un 86.5 por ciento;si no te quiere, tus relaciones con él caen en el campo de lo improbable, con un margen de error de un 3 por ciento".

Versión del posesivo: "Si amas a alguien, no lo dejes ir".

Versión del psicoanalista: "Si amas a alguien, déjalo ir; si vuelve es porque su ego es muy dominante; si no se quiere ir, debe estar loco".

Versión del sonámbulo: "Si amas a alguien, dejalo ir; si vuelve, es una pesadilla; si no vuelve, debes estar soñando".

Versión del mercadólogo: "Si amas a alguien, déjalo ir; si vuelve, es una pesona leal a su marca; si no vuelve, es hora de hacer un re-lanzamiento en un nuevo mercado".