DEBER Y PLACER ANDAN REÑIDOS

Imagina que te gusta pescar. Lo normal es que siempre que tengas ocasión, aproveches para hacerlo. Llegas a casa con tu pesca, y como te gusta más comer en compañía, la compartes con tu vecino. Naturalmente que pescas siempre que te apetece y puedes. Pero, mira por dónde, a tu vecino le encanta comer tu pescado. Lo encuentra delicioso. Está ansioso por que le invites a cenar, hasta el punto de que finalmente se las compone para estar todas las noches a tu mesa gozando de tu pescado. Seguro que en la componenda a la que hayáis llegado, a él le toca aportar alguna contraprestación, de lo contrario no hubiese habido arreglo. 
Mientras se trataba de compartir contigo la pesca que a ti te apetecía hacer, considerabas que el mejor obsequio que él podía hacerte era compartir contigo aquello que tanto placer te producía. Pero desde el momento en que te pide pescado cuando a ti no te apetece ni pescarlo ni comerlo, ni olerlo, está desequilibrando la balanza de la satisfacción recíproca y pretendiendo que te sacrifiques por darle ese gusto. Al cerrar el pacto de contraprestaciones (tú haces por mí esto, y yo haré por ti aquello), habrás asumido como un deber el pescar todos los días, tanto los que te viene de gusto como los que te deja indiferente, como los que te repatea, del mismo modo que el vecino tendrá que cumplir con su parte del trato (pongamos por caso que su deporte favorito es el buceo, y dentro de éste, la pesca de perlas). Si su parte del trato es que cada semana te traerá al menos un par de perlas, porque te chiflan y quieres hacerte un collar y una pulsera, y unos pendientes, y unas ajorcas, y luego regalarle un collar a tu madre, pues tu vecino tendrá que ir a bucear todos los días a ver si encuentra perlas, y cuando agote un filón buscarse otro, tanto si le gusta como si no, para cumplir religiosamente con lo que ha asumido ante ti como una obligación. 

Eso es exactamente lo que ocurre en la relación entre ambos sexos: en determinadas edades y en circunstancias concretas existe un equilibrio perfecto o casi perfecto entre las apetencias del hombre y de la mujer. Pero ese equilibrio ocupa un nivel porcentual muy bajo en la vida de las parejas estables. Y por lo que nos dicen los índices bursátiles, que a la larga son un fiel reflejo de la realidad, la cotización del sexo femenino siempre va al alza, porque siempre hay más compradores que títulos en venta. Eso es así porque los momentos de placer que demandan a lo largo de toda su vida el conjunto de hombres, es muy superior a los momentos de placer que ofrecen placenteramente a lo largo de su vida el conjunto de mujeres. 

Es evidente el desequilibrio del mercado que se deriva de este hecho. Si el sexo fuese siempre igual de placentero para la mujer como para el hombre, o si las diferencias fuesen sólo de carácter cultural, y no biológico, encontraríamos algún rincón del mundo o de la historia en que la mujer no estuviese sujeta a ofrecer más sexo del que le apetece tanto si pasa a formar una pareja estable como si entra en el mercado del sexo, sea por cuenta propia o por cuenta ajena. Si la demanda de sexo de la mujer se llegase a equilibrar con la del hombre, no tendría precio el sexo femenino, porque la mujer buscaría el sexo igual que lo busca el hombre. Sería tan compradora como él: desaparecería el mercado. Pero no. Desde tiempo inmemorial, en el sexo la mujer da más placer del que recibe. Y esto genera, lógicamente, una retracción de la oferta.

EL ALMANAQUE bucea hoy en la palabra placer.

PLACER

El análisis más superficial nos lleva a la conclusión de que la naturaleza ha diseñado las conductas animales sobre el principio de la búsqueda del placer y la huida del dolor, de manera que las gratifica con tanto mayor placer cuanto más buenas son en términos biológicos; e intenta rechazarlas con tanto mayor desagrado y dolor, cuanto más nocivas son para la vida no sólo del individuo, sino también del grupo. Pero en cuanto damos el salto al comportamiento humano, si queremos que tenga una calidad ética, parece evidente que no podemos reproducir el esquema de la naturaleza, a no ser que configuremos un placer moral y un dolor moral. Los partidarios del placer físico como motor de la vida humana, se autodenominan hedonistas (de
hdonh (hedoné)= placer).

Esta palabra la hemos obtenido del latín placeo, placere, placui, plácitum, y al pasar a nuestra lengua ha mantenido su significado sin ninguna variación. Con el infinitivo del verbo hemos formado el sustantivo. A la hora de relacionarlo con el grupo léxico del que forma parte, nos encontramos con que comparte raíz con el verbo placo, placare, placatum, que significa aplacar, calmar, apaciguar, sosegar, mitigar, tranquilizar, acallar. Es evidente que no andan lejos del placer los significados de este verbo. Placare sitim, decían los romanos (aplacar la sed). "Da gusto tener sed", decía el anuncio de un refresco. En efecto, dicen algunos filósofos que el placer no es otra cosa que la liberación de una tensión, la satisfacción de una necesidad, el apaciguamiento de un desasosiego. Es posible que la desinencia de la segunda conjugación (eo), al tener un carácter más durativo, matice el significado de placare dilatándolo y suavizándolo. En el verbo complacer tenemos un intensivo del verbo placer, que rige complemento de persona (complacer a alguien o complacerse en algo), y de ahí, a partir del participio presente, el adjetivo complaciente, cuyo contrario es displicente, que es el que hace algo de mala gana, sin interés, sin entusiasmo, sin afecto. Tiene la forma sustantiva displicencia, uno de los más razonables opuestos de placer.

Los usos y costumbres de los pueblos y sus normas morales se han ocupado del placer, en especial del sexual, y han dejado huella muy profunda. Es sospechoso que sean tantas las culturas que se han ocupado de prohibir e incluso impedir el placer a las mujeres. El sentido de la propiedad del hombre sobre ellas, y en especial sobre su utilización sexual, fue probablemente el responsable de que se intentara privarlas del placer sexual para impedir que a causa de sus propios impulsos tuvieran tentaciones de incurrir en infidelidad. En muchas culturas, al entrar en la pubertad se les practica la ablación del clítoris. En alguna, una vez casadas, hasta se les desfigura el rostro, para evitar que nadie se fije en ellas. Otras culturas más benignas se contentan con tapárselo (de ahí nos viene el velo nupcial). Nuestro quinto mandamiento nos prohíbe robar en general, y el sexto nos prohíbe robar una mujer que no es nuestra para copular con ella. El noveno nos prohíbe lo mismo, pero hasta de pensamiento: "no desearás la mujer de tu prójimo". Y el décimo vuelve a lo genérico: prohíbe desear cualquier bien ajeno. Con esa visión era de lo más natural que ya fuese por medios físicos, ya mediante preceptos morales y usos y costumbres, se procurase privar a la mujer del placer sexual.

LA FRASE

Quien no sepa dar variedad a nuestros placeres, no nos proporcionará nunca placer.
Francesco Milizia

Eso es lo que trae andar a base de obligación, sin devoción. Más vale poco y exquisito, que mucho y basto. Pero eso pertenece ya al arte de vivir

EL REFRÁN

LA MUJER, ROGADA; Y LA OLLA, REPOSADA

Hasta la caza hay que dejarla orear para que alcance su mejor paladar. Eso de aquí te pillo, aquí te mato, o de abandonarse a rutinas sin alma ni aliento, es renunciar a lo mejor de los placeres.

POESIA

MÍA

Mía: así te llamas.
¿Qué más harmonía?
Mía: luz del día;
mía: rosas, llamas.

¡Qué aroma derramas
en el alma mía
si sé que me amas!
¡Oh Mía! ¡Oh Mía!

Tu sexo fundiste
con mi sexo fuerte,
fundiendo dos bronces.

Yo triste, tú triste...
¿No has de ser entonces
mía hasta la muerte?

Rubén Darío, 3 de enero de 1897

CUÑAS PARA EL DEBATE

1. Una elemental constatación: ni se hace ni se ha hecho nunca cuestión del placer del hombre. Para él, acto sexual es igual a placer. Sus problemas en este especto han quedado siempre reducidos a tener o no tener con quién, y a la potencia o a la impotencia. En ninguna cultura se ha cuestionado ni el hecho ni el derecho del hombre al placer sexual.     
 

2. Bien distinta es y ha sido la situación con respecto a la mujer: para ella sexo no es siempre igual a placer. En los demás mamíferos (por circunscribirnos a las especies más afines) parece que sí, sin excepción, porque nunca ha de soportar una hembra ningún acto sexual impuesto al margen de sus demandas fisiológicas.    
 

3. Dado el desfase de frecuencias de apetito sexual entre el hombre y la mujer, hemos dado por sentado que la mujer que forma pareja estable ha de admitir que no todos sus actos sexuales pueden ser placenteros. Que muchas veces ha de proporcionar o ayudar a obtener placer sin obtenerlo ella al mismo tiempo, o incluso soportando las molestias derivadas de un acto al que no la mueve la naturaleza.    
 

4. Y cuando la mujer se plantea rebelarse contra esa situación (está en su pleno derecho), no siempre le sale a cuenta. El costo que paga por desarrollar la sexualidad de la pareja teniendo como principal referente su propio apetito, y supeditando al mismo el de su pareja, a menudo resulta demasiado elevado. Al margen de los posicionamientos doctrinales, acaba optándose por seguir con lo mismo de antes, pero cambiándole de nombre.

HUMOR

La Elección de la buena esposa.

Un habanero que tenia 3 novias. Para decidirse en el dilema de con cual casarse, les entrego 1.000.000 pts a cada una y ver que hacian con el dinero.

La primera cogio todo el dinero y se fue a la peluqueria, se hizo la manicura, la pedicura, se corto y tino el pelo, se fue de compras y compro lujosas ropas y joyas. Lo he hecho por ti, le dijo cuando le vio. Deseo estar muy guapa para ti porque te amo muchisimo.

La segunda tomo el dinero y compro un equipo estereo, un Rolex de oro de caballero, un reproductor de CD's portatil y unas corbatas carisimas. Cuando le vio le entrego todo y le dijo: te he comprado todo esto porque te quiero muchisimo.

La tercera invirtio todo el dinero en bolsa. Gano el doble de dinero, cogio la mitad y reinvirtio el resto, devolviendole el millon de pts que le habia dado. He invertido el dinero para ti, y lo he doblado. Te devuelvo lo que me has dado, y reinvierto lo demas para nuestro futuro porque te quiero muchisimo.

El habanero analizo cuidadosamente todos y cada uno de los comportamientos, sopesando pros y contras de cada una y, tras mucho pensar, decidió casarse con

!!! LA QUE TENIA LAS TETAS MAS GRANDES !!!