SISTEMAS

Del mismo modo que en la naturaleza vemos que un espacio geográfico con sus peculiaridades climáticas da lugar a una vegetación determinada; y que ambos factores propician la vida de determinadas especies animales, que se adaptan a ese entorno mejor que otras y por eso prevalecen ahí en caso de competencia; y que se condicionan unas a otras, de manera que todas ellas configuran también el hábitat de cada una; del mismo modo ocurre con las conductas: un determinado sustrato cultural da lugar a un determinado clima, en el que proliferan unas especies de conducta con preferencia a otras; y en ellas, unidades concretas de comportamiento, íntimamente relacionadas unas con otras, y que por tanto se condicionan entre sí. Y ocurre con las conductas lo mismo que con los ecosistemas: cualquier modificación, del clima, de la vegetación o de la fauna, acaba arrastrando la modificación de todo el sistema. Los cambios son paulatinos, pero se van produciendo inexorablemente, hasta que a la vuelta del tiempo todo el hábitat se ha hecho irreconocible. Así ocurrió también con el invento del amor cortés: fue una especie nueva en el hábitat del comportamiento humano, que a la vuelta de un par de siglos había cambiado totalmente el ecosistema, de manera que ya nada tenía que ver con el anterior. Junto con él se desarrolló el sentido de la cortesía, una especie que ha dado de sí todo un código de conducta que todavía hoy tiene un alto prestigio, aunque se cultiva sólo en entornos elitistas, cuando había llegado a convertirse en el único código de conducta digno de considerarse como tal. Productos de primer orden en este sistema fueron la galantería, ese esmero en comportarse con las damas con respeto y con gracia al mismo tiempo, que cuando tiene carácter general (no específico para las damas) se llamaba gentileza. Y la cortesía, que en su forma totalmente básica e irrenunciable se llamó urbanidad; tan esencial se la consideró, que durante mucho tiempo fue asignatura en la enseñanza primaria (¡quién te ha visto y quién te ve!: de ocuparse la escuela de enseñar urbanidad y buenos modales, ha pasado a estudiar la propia escuela toda clase de estrategias para contener los malos modos y la agresividad de los alumnos entre sí y con los profesores). En este singular bosque de buenas costumbres que constituía todo un ecosistema, ocupaba un lugar muy importante el código de conducta de relación entre sexos. Se llamaba cortejar al ritual con que el hombre se acercaba a la mujer para ganársela, y que se prolongaba al menos durante unos meses. Normalmente se trataba de ganársela para toda la vida. Cuando una pareja ya consolidaba su relación con vistas al matrimonio, se decía que festejaban o que eran novios. Todo esto se ha venido abajo, ha cambiado radicalmente. Y da que pensar el hecho de que toda una línea de conducta que podríamos llamar de cortesía o de gentileza en el trato viniese de la mano del amor cortés, es decir de una forma altamente ennoblecida de vivir y entender la relación hombre / mujer, y que coincida en este momento un desmadre muy considerable de todo tipo de conductas, especialmente en las generaciones que vienen empujando, con un cambio radical de formas y de actitudes en la relación hombre / mujer, saltando del noviazgo y el matrimonio al rollo o el rollete, y del nobilísimo cortejar y galantear al enrollarse sin más.

EL ALMANAQUE centra hoy su reflexión en la idea de que las conductas no van sueltas, sino que forman sistemas cerrados, y se detiene en el concepto de cortejar.

CORTEJAR

Del italiano corteggiare, que a su vez procede del latín cohors, cohortis. Yendo del final al principio, la palabra cohors se había usado para designar el séquito de un magistrado en provincias. Será a partir de este significado, o incluso del de Estado Mayor de un militar, el que dio lugar al concepto romance de corte. Pero el significado más generalizado de cohors fue el de cohorte, que era la décima parte de una legión (compuesta por 60 centurias, es decir seis mil combatientes), 600 soldados por tanto. Este nombre lo obtuvo el ejército del ámbito agrícola y ganadero, donde significaba corral, lugar cercado donde se guardaban aves de corral y ganado. A partir de aquí pasó a tener carácter general para designar cualquier agrupación considerable tanto de animales, como de cosas como de personas. Las derivaciones verbales exhortare y cohortare proceden ambas de cohors.

Esto del cortejo tiene su miga. Cortejar es, dice el diccionario, galantear, hacer por captarse el amor de una mujer. Es por tanto el hombre el que corteja, y la mujer la cortejada. Si fuese sólo nuestra especie la que lo practica, podríamos decir que se trata de un lastre cultural; pero no siendo así, tendremos que mirárnoslo con un poco más de respeto. Vamos pues a intentar una explicación coherente: es cierto que todo viviente es finalmente comida de otros vivientes. Hasta el hombre, que se tiene montada la vida para no convertirse en comida de ninguna otra especie, al final acaba siendo pasto de los gusanos. Siendo esto así, parece coherente que la naturaleza se haya planteado la reproducción como un sistema desbocado, porque comiéndose unos a otros los seres vivos, es como se pone coto a su crecimiento. Esto no obstante es razonable también imaginar que tal como van ascendiendo los vivientes en la escala biológica, la naturaleza haya buscado la manera de poner algunas condiciones y por tanto algunas trabas a la reproducción, para evitar que en el vértice de la pirámide alimentaria sea ésta tan abundante como en su base. El primer paso en este proceso de selección habría sido dejar atrás la reproducción asexual por simple partición de la célula en dos mitades iguales, cada una de las cuales acaba de regenerar la mitad que ha perdido; dejar atrás, digo, este sistema tan simple, monótono y rutinario, para dar el salto a la reproducción sexual, que no arranca de inercias y automatismos, sino de un intenso proceso de selección que por así decirlo se asienta en el principio del cortejo: numerosos machos, siempre sobrantes, compiten por fecundar a la hembra: El ritual del cortejo es el que determina quién es finalmente el elegido. Pero una vez producida la selección del macho, continúa el proceso: millones de espermatozoides compiten por penetrar en el óvulo; los mejores llegan hasta él y lo cortejan dando vueltas a su alrededor, hasta que éste captura al que ha sido capaz de excitar en él la capacidad de capturación. Está claro que en estos niveles de vida la naturaleza ha optado por la calidad, y no por la cantidad. Y al servicio de la calidad en la elección estaba en nuestra especie y está en las demás el cortejo. Digo estaba, porque al orientarse el sexo en nuestra especie sólo muy esporádicamente a la reproducción, no tiene ya demasiado sentido el ritual del cortejo. ¿Será por eso que ha caído en desuso? Lo malo es que con él se ha perdido parte de su gracia y de su calidad.

EL REFRÁN

GALÁN ATREVIDO, DE LAS DAMAS PREFERIDO.

Las damas acaban prefiriendo al que despliega una cola más ostentosa.
Es el estilo del pavo real.

CUÑAS PARA EL DEBATE

1. Todas las conductas de los individuos y de los grupos son siempre coherentes entre sí. A una conducta sexual refinada (es el caso del amor cortés) le corresponderá por tanto todo un cuadro de conducta en consonancia con el estilo. La cortesía en el amor conduce a la cortesía en todos los modos de comportamiento.    
 

 2. Es evidente que no sólo desde el punto de vista léxico, sino también en el orden práctico, el cortejo de una dama es un sistema de cortesías y refinamientos. Es también evidente que han coincidido las formas corteses y delicadas del amor con formas de comportamiento muy consideradas.    
 

 3. Está claro que esos cuadros de conducta sexual llevaban consigo una carga de represión muy considerable. Pero cabe preguntarnos si no es precisamente esa la finalidad de la elección y de la selección a través del cortejo. Al fin y al cabo se trata de desechar al que no da la talla, o de rechazarlo aunque sólo sea mientras no dé la talla.    
 

 4. Y hablando de represión, está claro también que los buenos modales constituyen un notable encorsetamiento de las espontaneidades, de las pasiones, de los exabruptos... pero es que se trata precisamente de eso, de contenerse; porque la calidad de vida y de relación no puede ser la misma, ni mucho menos, cuando uno se contiene por consideración a los demás, que cuando va a su aire sin que le importe nada ni nadie.

HUMOR - CiberCulos.

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