EL ESTRO POÉTICO

Hay maneras y maneras. Y justo es decir que en el sexo, cuyo nombre sublime (alevosamente falaz a menudo) es amor, se dan los dos extremos: el de la más exquisita elegancia y el de la mayor vulgaridad. En el estro tenemos un ejemplo. Es ciertamente un cultismo, cuyo valor no procede tanto de su significado como de su noble origen. Al fin y al cabo, es el tábano con la comezón que produce su picadura, lo que da origen a la palabra y a la idea de estro. Como metáfora es francamente buena. La estropea un tanto el hecho de que se llame también así, ya desde los griegos, a un moscardón (relativamente parecido al tábano) que deposita los huevos en la piel de los animales, incluido el hombre (oestrus hominis), de manera que las larvas se introducen bajo la piel provocando una comezón de naturaleza muy distinta a la que produce la picadura del tábano. El caso es que esta palabra nacida en la lengua griega para denominar al tábano, a su picadura, a las manifestaciones de dolor y furor que ésta produce, y para referirse por extensión a cualquier deseo vehemente o pasión loca, e incluso a la misma locura; esta palabra, que los griegos nunca usaron con el valor que hoy tan cultamente le asignamos, la tomaron prestada ya los romanos (oestrus) con el significado de tábano, agregándole los de inspiración poética y delirio profético. No llegaron todavía al celo. Ahondando en esta línea de significación, los diccionarios definen el estro como Numen, inspiración, genio, entusiasmo, vena, sagrado fuego, etc. en metafóricas suposiciones tocante al interior estímulo que siente el poeta para hacer sus versos; lo cual se finge provenir o emanar de alguna causa estraña y superior a lo terreno, que predispone, agita, inflama el ánimo del vate, y lo precisa a cantar, a componer, a decir. Así el de R.J. Domínguez (1895). La enciclopedia Espasa lo define como un ardoroso y eficaz estímulo con que se inflaman, al componer sus obras, los poetas y artistas capaces de sentirlo. Y María Moliner baja aún más el tono y dice del estro que es la inspiración o capacidad creadora de los artistas, especialmente los poetas. En la otra línea de significación, la Espasa, que no sabe aún de estrógenos, da este significado a Estro o estrum: (fisiol.) orgasmo o crisis de excitación venérea. Y Domínguez, clasificándolo como término de medicina, dice que estro es el furor por gozar mujeres. Es evidente que estamos ante un supercultismo que no ha acabado de cuajar, que ha ido dando tumbos y que ha recalado por fin en la medicina a causa del compuesto estrógeno que con él se ha formado para denominar a las hormonas responsables de la diferenciación sexual, y de propiciar determinadas funciones sexuales. Al haber adquirido tal importancia los estrógenos en la explicación de funciones y conductas, ahí los tendremos para los restos. Pero ¿y el estro? Algo habrá que hacer con él; de lo contrario vendrá a resultar que los estrógenos son productores de inspiración poética y todo eso, que sí lo son, ciertamente, sin ser esa, ni mucho menos, ni su única ni su principal función. A ver si alguien se decide a ponerle el cascabel al gato, si nos informa de la existencia de un período de celo en la hembra humana, de cuáles son sus características y de si la cultura ha sido capaz de alterar sustancialmente los condicionantes hormonales, o predomina en esto el voluntarismo teórico y la fantasía sobre la realidad. Ahora que se pueden medir y pesar los generadores del estro, ¿se atreverá alguien con el tema?

EL ALMANAQUE se acerca hoy a los estrógenos y al estro.

ESTRÓGENOS

¡Eureka, éureca!, me dije cuando caí en la cuenta de algo tan elemental como que al descubrir los biólogos la existencia en el organismo de unas hormonas a las que bautizaron con el nombre de estrógenos, habían dado con el origen del deseo sexual en las hembras (porque en principio los estrógenos eran cosa de hembras, igual que el estro, es decir el celo, cíclico por definición). Y tanto más creía haber dado con la palabra (y con la cosa) clave, cuanto que el estudio de los estrógenos se había originado y desarrollado para explicar una serie de comportamientos singulares del organismo femenino (es decir de las féminas, de las mujeres). Es que llevo mucho tiempo buscando en las palabras la explicación a fenómenos y comportamientos extraños y actitudes dudosas que se reflejan en el léxico: en primer lugar, estoy convencido de que la denominación de frigidez para la falta de deseo sexual de la mujer, es tan malévola como la calificación de caliente o cachonda para la que sí lo tiene; y más cuando se pasa del estar al ser. Parto del prejuicio de que el organismo humano no puede ser esencialmente distinto del de los otros animales; y que por tanto si la fecundidad en la hembra humana es cíclica, lo tendría que ser también el celo (¡el estro!), que no es más que una fase del ciclo. Y al tropezarme con los estrógenos, me dije: "¡Ya lo tengo!" Sí, pero no. Lo tengo, pero se me vuelve a escapar. Resulta que el estro es, según los diccionarios, el período de celo de los mamíferos, especialmente de las hembras, de donde habría que deducir que los estrógenos son las sustancias (hormonas) que generan el estro, es decir el celo; que se trata de algo que afecta en particular a las hembras; y que por tanto hay algo objetivo, fisiológico, sometido a ritmos y variaciones de densidad y de intensidad, que determina el deseo sexual en ellas. Bueno, por ahora los científicos han estudiado casi todo aquello que se debe a los estrógenos tanto masculinos como femeninos, tema que dejo para otro momento, pero no se han interesado por el estro; lo han dejado de lado. A falta, pues, de la explicación fisiológica y psicológica del estro, vamos por la explicación léxica.

OistroV (óistros) significa tábano (el diptongo oi se reduce a e). A partir de este insecto y de su picadura, tan dolorosa que pone furiosos a los animales, se ha desarrollado toda la gama de significados. En primer lugar se denomina con el nombre del insecto, también el aguijón, la picadura, el dolor que produce y sobre todo la desazón y el furor. De ahí se salta al deseo vehemente y a la pasión loca. OistroV tinoV (óistros tinós) es la expresión que usaban los griegos para referirse al deseo furioso de cualquier cosa. Les debía impresionar mucho la imagen de los animales furiosos por la picadura del tábano, e incluso el dolor lancinante que producen en el hombre esas picaduras, porque desarrollaron un considerable campo léxico en torno a ella, incorporando además la metáfora del furor o del deseo intenso: oistraw, (oistráo) es estar furioso como un animal picado por un tábano, ser presa de un transporte de furia, de pasión. Picar como pica el tábano, aguijonear; y en pasiva, ser picado, aguijoneado, presa de un arrebato. Oistrobolew (oistroboléo), picar con el aguijón del deseo, del furor. Oistromania,(oistromanía) el arrebato de furor o de pasión... y así hasta una docena. Como metáfora tiene realmente mucha fuerza.

LA FRASE

La mente también puede ser una zona erógena. Raquel Welch

Eso es lo que nos salva y lo que nos pierde: desde que contamos con que la principal fábrica de erogénesis es la mente, nos da por esperar más de lo que es razonable, gran engaño, del que vienen luego los amargos desengaños.

CUÑAS PARA EL DEBATE

1. No es una cuestión científica, sino pasional; o más exactamente doctrinal. Los estrógenos se supone que algo tendrán que ver con alguna forma de estro. Pero ahí la liamos del todo: si admitimos que el organismo femenino funciona cíclicamente no sólo en cuanto a la mecánica reproductora, sino también en cuanto al deseo, nos hemos pillado los dedos.    
 

 2. Los machistas bastos no tienen problema, porque para ellos es el deseo del hombre el que marca las pautas, y no hay más que hablar. Los machistas más refinados salen con aquello de que no hay mujeres frígidas, sino hombres torpes que no las saben estimular. Así que se trata de esmerarse más y de ser aún más insistente.   
 

 3. A las feministas les sentaría fatal que ahora saliesen sesudos científicos asegurando que la mujer funciona básicamente a base de estros, sometidos a diversos ritmos (no sólo el cíclico, aunque sí muy especialmente) y que eso que se dice de la frigidez, pues que sí, que forma parte de la propia naturaleza cíclica del sexo femenino.    
 

 4. Seguramente es ésta la razón por la que sabiéndose ya los mecanismos de funcionamiento hasta del ADN, andamos todavía a oscuras en este tema. Es que aquí hay doctrinas y banderas, y prejuicios y teorías para dar y tomar. Hasta algo tan voluminoso y tan serio como fue en su día el Informe Hite tenía trampa...