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ALIAS: Matilde
ASUNTO: Un viejo amor
Querida amiga :
Me decido a escribirte, pues necesito de tus maduras reflexiones. Verás :
Soy una mujer soltera de 58 años bien llevados. No tengo coche, ni piso propio, ni puedo salir siempre de vacaciones, sólo tengo un trabajo para vivir. Mis padres murieron todavía jóvenes. No tengo hermanos y somos poca familia y tampoco muy unida; vamos, quiero decir que nos juntamos por Navidad y en una boda y cosas así, pero luego no nos vemos casi. Mi vida es muy sosa. Me siento muy sola.
Los dos teníamos 17 años. Nos encontrábamos en el tranvía por la mañana cuando íbamos a trabajar. Eramos de la vecindad y nos conocíamos un poco. Yo había coincidido con su madre y sus hermanas en el colmado. Se trataba de un chico de buena presencia (alto, ojos azules, figura esbelta) y con muchas admiradoras. Yo no era mal parecida, pero me encontraba fea y sin gracia. Oponía una barrera a sus intentos de aproximación. Para acabar de estropearlo, su familia era de bastante mejor posición que la mía. Su madre y sus hermanas eran un poco tontitas, ya me entiendes. Frente a él me abochornaba nuestro pisito sin ascensor y la vulgaridad de mis padres. A menudo lloraba en la cama por la noche. Maldecía mi apocamiento y nuestra modestia, sobre todo nuestra modestia. Ello no impedía que a veces soñara despierta qué pasaría si... Pero yo sabía que nunca podría ser su novia. Ahora lo veo de otra manera. Entiendo que lo importante era yo, éramos nosotros. Romeo y Julieta se amaron a pesar del odio de sus familias.
Bueno, pues un día desapareció del barrio, se fueron. No volví a verle más, pero siempre pensé en él. Nadie me ha mirado como él.
Su piso lo ocuparon otros y yo proseguí mi vida. Tuve un novio formal, pero nos enfadamos y se rompió el compromiso. Luego ha habido otros hombres y no siempre fui pura. Nunca he sido muy feliz. Así han pasado los años y me he hecho mayor.
Fue antes del verano. El sábado por la mañana bajé al centro y estuve en unos grandes almacenes. Cuando iba a salir estalló una tormenta y opté por subir a tomarme un café. Aunque la cafetería estaba llena, pude ocupar una mesa que se quedó vacía. Todo el tiempo me sentía intensamente observada, pero a mi edad hay que ser modesta y no le di importancia. Cuando estaba terminando el café, se me acercó un hombre que me saludó por mi nombre con una sonrisa. Alcé mi rostro y le reconocí fácilmente, por sus ojos y su porte.Es un hombre interesante, aunque desde luego haya cambiado. Por lo menos, no está grueso ni calvo, como otros muchos. Se sentó conmigo, nos tomamos otro café. Charlamos largo rato, poniéndonos al corriente de nuestra vida. Naturalmente está casado, ya tiene unos nietos muy bonitos, pues me enseñó sus fotos que llevaba en la cartera. Pagó la consumición y nos fuimos. En el vestíbulo del metro nos despedimos como viejos amigos, ya que íbamos en dirección contraria.
Desde ese día estoy muy triste. Yo soy algo religiosa, aunque no frecuento mucho la iglesia, y me pregunto por qué Dios ha hecho que nos encontremos si no puede ser mío. Yo hubiera preferido no verle nunca más. Ahora sí que le he perdido para siempre, pues pertenece a otra mujer. Siento como nunca la frustración de mi vida perdida.
Ya no te molesto más, Pilar. Ya sé lo que me vas a decir, mi pena no tiene remedio, pero a veces necesitamos que nos digan lo que ya sabemos. Y nada más. Hasta siempre y muchas gracias por tu atención.
MATILDE
RESPUESTA
Lo primero que quería decirte Matilde, es darte las gracias por confiar en mí. Y en segundo lugar felicitarte porque escribes muy bien. Has narrado tan bien tu historia, tu situación, que has conseguido que capte a la perfección tus sentimientos actuales.
Al igual que tú, yo también me he preguntado en algunas ocasiones, o mejor dicho, también le he preguntado a Dios con qué finalidad me ha puesto en el camino de alguien si luego he tenido que ver como se iba de mi vida dejándome triste. Tal vez ahora no eres capaz de tener la respuesta a esa pregunta, pero estoy segura de que si sigues reflexionando sobre ello y sobre ti misma, al final llegarás a una conclusión porque algo puedes aprender de esta vivencia.
Llevas toda la vida guardando ese sentimiento por él y aunque has tenido otras relaciones él ha sido especial para ti. Un amor imposible, de esos que te hacen soñar, pero también sufrir, y todo esto unido a tu estado de soledad, se puede convertir en un sentimiento demasiado triste y nostálgico para ti.
¿No crees que ha llegado la hora de quitarse las viejas telarañas del corazón Matilde? Eres una mujer joven con unos espléndidos 58 años y aunque no tengas ni coche, ni piso, ni grandes cosas materiales, estoy segura de que con poquito presupuesto y con buena actitud y voluntad puedes abrirte nuevamente a la vida y recuperar ilusión y las ganas de vivir.
Tu amor de juventud apareció de pronto para saludarte y volver a decirte adiós, pero no te tienes que quedar atrapada en ese sentimiento de pena Matilde. Te has quedado detenida en el tiempo y puedes perfectamente compaginar el recuerdo que te queda de él y a la misma vez pensar que puedes volver a tener amor en tu vida.
Ha pasado mucho tiempo pero ¿recuerdas las bonitas sensaciones que te producía el hecho de sentirte enamorada? La calidez de un beso, un abrazo...Puedes volver a tener todo eso si saneas tu corazón y te abres nuevamente. Este periodo tan largo de soledad puede acabar si pones de tu parte para que las cosas cambien. Seguramente te cueste al principio abrirte a los demás, pero va a ser muy beneficioso para ti.
No sientas miedo Matilde.
A veces el amor tarda de nuevo en volver a tocar nuestra puerta pero tú desde luego tienes que poner de tu parte y ver todo lo bueno que hay en ti y sentirte merecedora de volver a tener amor en tu vida. Y cuando digo amor no me refiero sólo al de pareja, también se puede recibir mucho cariño de la familia y por qué no de las futuras amistades que hagas.
También te animo a que inicies nuevas actividades, aquellas que te hagan sentir bien , y aunque no dispongas de mucho dinero, seguro que algo diferente puedes hacer.
Y con respecto a él, deja que se vaya, que continúe por su camino y ahora tú inicia el tuyo con optimismo porque la soledad impuesta no es buena, a sí que yo te animo a que poco a poco salgas a pasear por las calles de tu ciudad esos espléndidos 58 años.
Pilar.
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