CONGREGACIONES DE PENITENTES 

En el siglo IX empiezan a verse procesiones de disciplinantes voluntarios. Era común que durante toda la semana santa, desde el miércoles de ceniza hasta el Jueves Santo se juntasen todos los penitentes en una casa y allí pasasen la cuaresma rigurosamente recluidos en oración y penitencia. Salían de esa clausura voluntaria el Jueves Santo formar la procesión de los penitentes que imploraban de la iglesia el perdón. Lo singular de este fenómeno es que se produce en plena decadencia de la penitencia pública, resultado una vez más de la excesiva benignidad de las penitencias impuestas, que dieron lugar a la relajación de las costumbres. Es difícil entender esas reuniones cuaresmales de los expulsados de la iglesia (el Miércoles de Ceniza se escenificaba esa expulsión) sin alguna estructura asociativa. 

Hay que tener en cuenta que a los penitentes la iglesia los trataba como apestados, en especial en el tiempo de penitencia, a la que ellos, más que nadie, estaban obligados. Los expulsaba de la iglesia y de la comunidad, por eso les salía más a cuenta pasar este tiempo penitencial fuera de su casa, penitentes con penitentes

Del siglo XII tenemos la primera noticia de una asociación formal de penitentes: es la Orden del saco (de mujeres), que coincide en el tiempo con la orden de los Humillados (de hombres) y con la herejía de los Valdenses. Fue resultado de una exitosa cruzada moral en Alemania (para luchar contra la inmoralidad dominante). Las mujeres fueron especialmente sensibles a esta cruzada. Fue tal la afluencia de penitentes, que se hizo preciso organizarlas en casas a modo de conventos y dotarlas de reglas. Estas instituciones se llamaban Penitencias. La Orden del Saco (ese era el nombre popular, por el hábito que vestían) se llamaba oficialmente Penitencia de  Santa María Magdalena. Todas las agrupaciones de este género (entre ellas la Penitencia de Santo Domingo y la Penitencia de San Francisco) pertenecían al Ordo poenitentiae, una división de congregaciones cuyos miembros tenían como dedicación la penitencia. 

En vida del fundador (Rodolfo Hildesheim) llegó a haber más de 100 casas de penitentes con formato de monasterios; pero a la muerte del fundador hubo una desbandada que puso en peligro la institución. La Orden de los franciscanos, que se creía con el monopolio de la penitencia en la iglesia, intentó incorporar estos monasterios a la orden. La decadencia prosiguió, y la iglesia tuvo que intervenir para reconducirlos. Obligó a los dominicos a asumir la dirección de las 40 Penitencias de la Orden del saco existentes en Alemania, y éstos, con no poca renuencia, aceptaron convertir a las penitentes en terciarias de su orden. 

Es obvio que para estas congregaciones seglares de penitentes el momento culminante del año eran la Cuaresma y la Semana Santa, que les ofrecía el marco adecuado para solemnizar y promocionar su dedicación. Pocos siglos después teníamos ya congregaciones de penitentes con hábitos de los distintos colores que podemos ver hoy en las procesiones de Semana Santa.

Mariano Arnal

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