INDULGENCIA 

Esta palabra es mucho más cristiana que la penitencia (sobre todo expresada en latín): hace referencia a la benignidad, a la tolerancia, a la condescendencia, y en última instancia al perdón. Una vez más, se fuerza el significado en una de sus direcciones, y no la más relevante. Cuando la indulgencia llega al perdón, es porque no se ha ejercido en su momento, porque ha llegado tarde. Si se ejerce a tiempo la comprensión, la tolerancia, la benignidad, no se llega al juicio ni a la condena, y por tanto no ha lugar al perdón

Las indulgencias (más que la indulgencia) forman parte del sistema penal o penitencial de la iglesia, que tiene su culminación en la Semana Santa, cuya prolongación es la Cuaresma. En ellas se celebra y se corteja a la mortificación y a la muerte con tanto dramatismo, porque siendo la máxima expresión de la pena (la pena máxima), son las que mayormente pueden inclinar a la iglesia a la indulgencia y al perdón. Se apela a la Pasión y a la Muerte de Cristo como el justiprecio de todos los pecados del mundo, un precio al que se asocia el penitente para atraer sobre sí la indulgencia

El significado del término latino indulgentia lo tenemos patente en la fórmula de la bendición pontifical: Indulgentiam, absolutionem et remissionem peccatorum, indulgencia, absolución y remisión de los pecados. Tres sinónimos situados en el mismo plano y que abarcan solidariamente todo el campo léxico en el que se expresa el perdón, es decir que cuando hablamos de indulgencia, estamos hablando de perdón, y éste se genera a partir de una situación de condenado, de reo, que en lenguaje eclesiástico se llama penitente. Pero cuando llega la palabra al bajo latín, ha perdido ya buena parte de su alma, que conservamos en el adjetivo indulgente. En efecto, en el latín clásico pertenece a este ámbito significativo, del que el perdón es sólo un corolario. 

Cuando la iglesia incorporó esta palabra a su léxico, lo hizo con la significación que tenía en latín porque eso es lo evangélico: la tolerancia, la comprensión, la disposición al diálogo, la condescendencia. Ese fue el ejemplo de Jesús, al que los escribas y fariseos acusaban de juntarse con pecadores de toda ralea. Y triunfó en la mayoría de los casos. Jesús sabía de la mala índole y de las malas intenciones de Judas, pero siguió apostando por él hasta el final, siguió siendo indulgente con él hasta el beso de la traición. 

Pero desde el momento en que aceptó administrar justicia en nombre de Dios y del rey (o del emperador, o del príncipe), dejó la indulgencia para después de la justicia, despojándola de lo que tenía de más cristiano; con lo que quedó reducida a simple trámite administrativo, el del perdón. Por eso ha venido a ser sinónimo de perdón y absolución (indulgentiam, absolutionem et remissionem peccatorum)

Pero ese fue sólo el primer paso de la conversión de tan noble virtud en cosa administrativa. Al existir todo un sistema de penitencias, acabó articulándose en paralelo un bien administrado sistema de indulgencias.

Mariano Arnal

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