SANTORAL - ONOMÁSTICA

APÓSTOL 

En el santoral hay unas categorías claramente jerarquizadas, y en razón de las mismas se ordena el culto religioso. En la categoría suprema está Dios Padre, al que obviamente no le corresponde ninguna celebración específica, ni templos a él dedicados (indirectamente, Santa Sofía de Constantinopla, la Santa Sabiduría de Dios; y recientemente el consagrado por Juan Pablo II en Polonia, a la Misericordia de Dios), porque todo el culto le tiene a él como primer y principal destinatario. Por debajo de él está el culto de Dios Hijo, o del Hijo de Dios, Jesús, que tantos problemas planteó al concepto del monoteísmo; e inmediatamente después viene el culto de la Madre de Dios, el que cuenta con más manifestaciones de todo género. 

El siguiente grado en la jerarquía celestial lo ocupan ya los 12 apóstoles, por ser los que estuvieron más cerca de Jesús y recibieron de él la misión de esparcir por todo el mundo la semilla del Evangelio. Ocupa un lugar especial en teoría antes que ellos san Juan Bautista, (y si hemos de hacer caso de su culto, antes incluso que la Madre de Dios, pues a su celebración se dedica nada menos que el solsticio de verano, bajo el lema que proclamó el mismo Jesús: Inter natos mulíerum non surrexit maior Ioanne Baptista “Entre los nacidos de mujer, no surgió nadie mayor que Juan el Bautista). Pero salvadas estas singularidades, el primer grado en la jerarquía ordinaria de los nombres propios y de las respectivas fiestas, corresponde a los Apóstoles.  

Resultaron ser en número de 12 porque así convenía en memoria de las 12 tribus de Israel (el cristianismo reconstruía el pueblo de Dios sobre cimientos distintos). San Mateo nos da sus nombres: en grupos naturales Simón Pedro y Andrés, que son los hijos de Jonás el pescador. Santiago y Juan (el discípulo preferido, apóstol y evangelista) son los hijos del Zebedeo, que era también pescador pero algo más acomodado. Luego vienen ya dispersos Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo (el publicano, que es el primero de los evangelistas), Santiago Alfeo (llamado el Menor), Judas Tadeo (san Mateo lo llama Lebeo), Simón el Cananeo y finalmente Judas Iscariote, el que lo traicionó. Esta es la lista según el Evangelio de San Mateo, X 2-4.      

Tras la muerte de Jesús (y de Judas Iscariote, que se ahorcó arrepentido), se proveyó la vacante del “colegio apostólico” con Matías, para completar de nuevo el número de 12. El dilema de Pablo, convertido después de la muerte de Jesús y que fue el gran Apóstol del cristianismo (que no sólo se llamó así él mismo, sino que la iglesia le consagró con el nombre de apóstol, el 13º) se resolvió en cierto modo uniéndolo en una sola fiesta solemnísima con san Pedro, el primero de los apóstoles, cabeza de la iglesia, para asociarlo con la firmeza del que era la roca sobre la que Cristo decidió edificar su iglesia. 

Si su número fue problemático, no lo fue menos su nombre colectivo: en los Evangelios aparece este nombre hasta 15 veces; pero es sólo el evangelista san Lucas el que lo emplea (apóstol significa “enviado” o “delegado”, más que “mensajero”). Los demás prefieren el nombre de “discípulo”.