SANTORAL - ONOMÁSTICA

LA MATERIA PRIMA DE LOS CUMPLEAÑOS

Los grandes acontecimientos de la vida sólo es posible solemnizarlos mediante ritos, que a su vez se sostienen en mitos. La celebración del nacimiento sigue rigurosamente esta ley, puesto que a pesar de ser el nacimiento por sí mismo una gran cosa, a la hora de celebrarlo queda en nada si no se le añade algún mito con el que vincular los ritos. Y así tenemos por una parte los mitos astrológicos, que están tomando gran arraigo; y por otra los mitos onomásticos, que tienen en nuestra cultura una sólida tradición. Se trata de conceptos muy distantes, puesto que la razón astrológica es totalmente determinista; mientras que la razón onomástica se encuadra en un designio libre elegido por los padres en función de las esperanzas puestas por la familia en el recién nacido, contando siempre con la fuerza que le han de aportar las propias raíces. O si queremos perfilar aún más el juicio, se trata de dos formas de determinismo, pero de intensidades distintas: el de las estrellas es ineludible; mientras que el del nombre implica tan sólo la empresa en que se trabaja (el engrandecimiento del poder y el prestigio de la familia = de su nombre), pero con mucho mayor margen para el valor y la iniciativa personal. Aparcando, pues, la celebración estricta del momento astrológico en que se nació, sostenida en horóscopos, en cartas astrales y en vaticinios, pasemos a la celebración del natalicio basada en la onomástica, que es la forma propia de nuestra cultura. Quien más quien menos, todos conocemos personas ya de mucha edad, que celebran el mismo día su santo y su cumpleaños. Eso es así porque no hace mucho que el poder eclesiástico se ponía por delante de los padres en la imposición del nombre a la criatura que se bautizaba. Precisamente se tuvo que llegar a la multiplicación de los nombres porque había auténticas batallas por imponer cada uno el suyo, y la solución fue ir a los nombres compuestos y a los tres nombres para los cristianos de a pie; y los que hiciera falta, para los de categoría. Pero persistió el conflicto en cuanto al orden; y allí donde el cura era la autoridad máxima inapelable, era él quien imponía el primer nombre, eligiendo el del santo que se celebraba el día del nacimiento, de modo que en los cumpleaños coincidían ambas celebraciones. En realidad no era nada nuevo, puesto que los natalicios más genuinos fueron siempre así. En el aniversario del nacimiento se celebraba el nombre, por ser el aglutinador de todo lo que significaba de positivo haber nacido (no sólo físicamente, sino también jurídicamente). La bifurcación se produjo con el cristianismo, cuando por una parte avanzó la moda (y luego la obligación) de llevar nombres de santos, cuya fecha de celebración era aquella en que murió el santo, con lo que ya no fue posible hacerla coincidir con el cumpleaños del que celebraba su onomástica. Esos mismos nombres, mientras en la cultura romana fueron de los antepasados, se celebraban con propiedad en la misma fiesta natalicia, dedicada tanto al nuevo miembro de la familia, como a los anteriores que llevaron ese nombre. Pero en el cristianismo los santos tenían sus propios ritos y fiestas litúrgicas, por lo que prevaleciendo la celebración del nombre sobre la del nacimiento, dejó de celebrarse esta última fiesta, que fue absorbida por la onomástica, por ser de todos modos lo que en realidad más se había celebrado siempre en las fiestas natalicias.

Puedes navegar por los almanaques del mes y por el santo del dia

Búsqueda de santos por Nombres:

A

B- C D - F G - I J - M N - P Q - S T - Z

Búsqueda de santos por meses:

Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre Noviembre Diciembre

Portada | Indice