click here!

ARTICULOS - VALORES HUMANOS

EL SANTO TEMOR DE DIOS

Admitamos sin m�s, que desde el momento en que a la religi�n no le incumbe el orden civil, puede renunciar al arma del temor. Si el Dios de Israel aparece en sus principios como Dios de dioses, Se�or de se�ores, Rey de reyes, Dominador de dominadores, caudillo de un pueblo de dura cerviz al que ha de entregar la tierra prometida arrebat�ndosela a los pueblos que la ocupan, el temor es pieza fundamental en el gobierno de los hombres. Y adem�s un temor totalmente cre�ble, con pruebas convincentes. Todo gobierno humano se basa, por tanto, en el temor (su grado m�ximo, el terror; y el grado m�ximo de �ste, el p�nico), es decir en la amenaza constante. La experiencia nos demuestra de forma inequ�voca que nunca se llega a contar con la adhesi�n voluntaria de la totalidad de los miembros de un colectivo, a las normas con que �ste se rige. Y puesto que basta un solo infractor consentido para que una norma deje de ser norma, en �sta tiene que estar, y en efecto siempre est� incluido el castigo del infractor. Y vuelve la larga experiencia de la humanidad a demostrar que el castigo o el temor del mismo es un importante factor de eficacia, de manera que al debilitamiento del castigo sigue el debilitamiento del temor; y en cuanto �ste se aten�a o desaparece, con �l desaparece primero el cumplimiento de la norma, y despu�s la misma norma. Entre las m�ltiples vivencias de este hecho, una muy f�cil de seguir es la de la escuela. El castigo f�sico fue sustituido por el de las calificaciones; y al quedar �stas tan desvirtuadas en algunos tramos que bien pueden darse por desaparecidas, ya no es posible gobernar eficazmente la escuela. Con la flexibilizaci�n de las notas, absoluta en uno de sus extremos, ha llegado la flexibilizaci�n de la disciplina, absoluta tambi�n en ese extremo. Es que, como dice Petronio, primus in orbe deos fecit timor el primero que hizo dioses en el mundo fue el miedo; o como dir� siglos m�s tarde Hume en su Leviatan, sobre el miedo se ha construido toda sociedad humana; y las m�s nobles y generosas relaciones, sobre la esperanza. Entre estas dos pasiones humanas se mueven todas las dem�s: ellas son el fundamento de todos los sentimientos, el motor de todas las conductas. Bien dice la Biblia: "El principio de la sabidur�a es temer al Se�or" (Ecli. 1, 14). Eso y mucho m�s: "El temor del Se�or es gloria y honor y gozo, y corona de exultaci�n. El temor del Se�or alegrar� el coraz�n y le dar� gozo y regocijo y longevidad. A quien teme al Se�or le ir� bien al fin, y el d�a de su muerte ser� bendecido." (ibid. 11, 12, 13). Es cierto que hoy no gozan de prestigio alguno ni el temor, ni la intimidaci�n, ni la coacci�n. Pero como dice el Eclesiast�s, el temor del Se�or es el cimiento de nuestra rectitud y por tanto de nuestra felicidad. Temor y gozo (exultaci�n en su grado m�ximo) no parecen compatibles, y sin embargo se nos presentan como �ntimamente ligados.Por eso es posible que se trate de un sentimiento religioso que no est� formado s�lo por miedo; seguro que este temor de Dios tiene mucho de reverencial, e incluso de entusi�stico, de entrega, de posesi�n. Algo as� como en la relaci�n de los p�jaros con las serpientes. El encantamiento ahorra toda violencia. La mezcla de temor y respeto y confianza, que hemos sabido transformar en esperanza e incluso en amor. Hemos desechado el temor, la forma noble del miedo, por considerarlo indigno de nuestra creciente dignidad. �Y con qu� nos hemos quedado?

EL ALMANAQUE dedica hoy sus meditaciones a los miedos y temores.