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ARTICULOS - VALORES HUMANOS

LIBERTAD Y LIBERTADES, LIBERALIDAD Y LIBERALISMO

Todas tienen un origen com�n, la libertad. Y como dec�an nuestros abuelos, tan moralistas ellos, no se debe confundir la libertad con el libertinaje. Siempre ocurre as�: lo que los padres conquistan (los libertos), los hijos (los libertinos) lo dilapidan. Los padres, que hab�an vivido su propia esclavitud y la libertad de sus amos, sab�an administrarse el patrimonio conquistado. Sab�an que si los que hab�an sido sus due�os manten�an la libertad, era porque se la ganaban d�a a d�a, evitando ser vencidos y esclavizados por otros pueblos. Sab�an los libertos que la libertad era muy cara, y estaba lejos de ser un estado en que cada uno hace lo que le da la real�sima gana; sab�an muy bien que ese era el camino m�s corto para convertirse en esclavos. Y de �stos, los que nacieron libres sab�an que hab�an perdido la libertad por no haber querido o no haber podido pagar el precio al que se les puso en el momento de perderla. Pero sus hijos, los libertinos, que ya no estaban a caballo entre la libertad y la esclavitud, sino entre la libertad colectiva y por tanto responsable, y la libertad individual no importa a costa de qui�n ni de qu�, la echaron a perder convirti�ndola en lo que precisamente por ellos tom� el nombre de libertinaje. Es que andaban sin referente. Mientras los hombres libres (viri, no h�mines) se vieron obligados a sectorizar y subdividir la libertad transform�ndola de una y ab-soluta en un conglomerado de libertades individuales sueltas, precisamente para preservar el precioso fondo com�n de la libertad; los libertinos en cambio, desde�ando su vinculaci�n a la comunidad, tomaron como referente sus propias pasiones y caprichos (�como si la libertad m�s absoluta que conocemos, la de los animales en libertad, se rigiese por pasiones y caprichos!). Y claro, cuando en vez de ser s�lo unos pocos los libertinos, era todo el pueblo el que entend�a as� la libertad, poco les duraba: acababan perdi�ndola. Y no pod�a ser de otro modo, porque mal se sostiene ninguna sociedad, cuando los deberes que inevitablemente conlleva su sostenimiento y su defensa cargan totalmente sobre los hombros de unos; y los derechos son todos para otros. Los unos dilapidan su libertad por exceso de liberalidad (no se puede ceder tan f�cilmente lo que es de cada uno, cuando se forma parte de una sociedad fundada sobre la distribuci�n equitativa de bienes comunes). Y lo que �stos ceden tan f�cilmente, a la menor presi�n, los otros lo acaparan: s�lo los mueve el ego�smo, el af�n por alzarse con la mayor porci�n posible de los bienes comunes, dejando para los dem�s si puede ser la totalidad de las cargas. Se puede ser liberal cuando es imprecisa la frontera entre lo que pertenece a uno o a otro; pero no se puede ser pr�digo: menos con los bienes participados, que con los privados, porque con nuestra prodigalidad con lo com�n, desequilibramos la sociedad. El que renuncia sistem�ticamente a su preferencia de paso para dejar pasar al que tiene un "ceda el paso", no es ni generoso ni educado; es adem�s de tonto un dilapidador de un derecho colectivo, establecido as� precisamente para hacer m�s segura la circulaci�n. As� lo han entendido quienes se han opuesto a los liberalismos de cualquier g�nero (mejor resultado dieron los liberalismos pol�ticos que los morales). El liberal cuestiona sistem�ticamente el reparto de la libertad, y propugna la cesi�n de mayor libertad a los individuos, del fondo com�n de libertad que administra el estado o la sociedad.

EL ALMANAQUE se ocupa hoy de la liberalidad, un t�rmino en desuso.