ARTICULOS - RELIGIÓN Y VALORES HUMANOS

ESPECIALISTAS EN DIOS

Cuando dos y dos son cuatro, las cosas son muy fáciles: cardiólogo es el especialista del corazón; oftalmólogo, el especialista de los ojos; psicólogo, el especialista del alma o de la mente; y teólogo, el especialista de Dios. Eso en cuanto a los conocimientos que cada uno ha adquirido y sigue cultivando. Por lo que se refiere al ejercicio de la profesión, entendemos que el cardiólogo se dedica a ayudar a la gente que tiene problemas con el corazón, o a prevenir esos problemas; que el oftalmólogo hace lo mismo respecto a los ojos; y el psicólogo otro tanto en relación con la salud y la higiene mental. Pero ¿a qué se dedica aquel cuya licenciatura o doctorado es de teología? ¿Cuál es su oficio? Porque el cardiólogo, el oftalmólogo y el psicólogo lo tienen muy claro: han estudiado cardiología, oftalmología y psicología, y esas son las profesiones que ejercen. El teólogo, en cambio, no ejerce la teología. Y no es baladí ni mucho menos, la falta de adecuación de la carrera a la profesión. Se supone al menos que el eje y el referente último del equipamiento mental del teólogo será Dios; del mismo modo, que el eje en torno al cual se organizan los estudios y conocimientos del cardiólogo, es finalmente el corazón. En el cardiólogo esta suposición es rigurosamente cierta; en el teólogo es mucho suponer. Siguiendo la actividad de un sacerdote estándar actual, cuesta llegar a la conclusión de que Dios sea el eje de la misma. Cuando el culto se percibía como el punto de partida de la actividad diaria del clérigo (tanto secular como regular), aún se podía entender que todo lo que a partir de ahí hiciese, estaba adecuadamente orientado, aunque no tuviese un sentido directamente religioso. Eso se percibe por ejemplo en las órdenes religiosas hospitalarias en que el culto religioso, en el que se participa varias veces al día, impregna toda la actividad si no de cada religioso o religiosa individualmente, sí de la comunidad en su conjunto. Y eso se respira en el ambiente: se percibe que si no estuviese ahí Dios, les faltaría a muchos el gran motor y el timón; irían a donde el viento y las corrientes les llevasen. He ahí un modelo de vida tan teocéntrico como se puede esperar en una sociedad visceralmente antropocéntrica. Pero curiosamente son los que se han especializado en Dios, aquellos en quienes está menos claro que sea Dios su centro; mientras que quienes han abrazado la vida religiosa sin pasar por las aulas de teología, y han decidido servir a sus semejantes "por amor de Dios", en esos sí se percibe con mayor claridad que Dios es su centro. Es que no está de moda el teocentrismo: lleva ya siglos apeado de las ideologías sostenibles. Y es muy duro para un racionalista (que intentamos serlo todos) ir contra corriente y seguir predicando y practicando lo que muy pocos creen y practican en nuestro entorno. Así que importantes contingentes de especialistas en Dios, de teólogos, se han buscado otro centro más acorde con la actual demanda: el hombre. Y siendo éste mucho más variable y contingente que Dios, se han metido en todo tipo de fluctuaciones, muy loables todas ellas: desde el diván cristiano, hasta toda clase de opciones políticas y sociales, pasando por las Ong's. Que sí, que están muy bien, pero que no son su especialidad. No giran en torno al eje que según su profesión de fe y de vida les da sentido, sino que giran alrededor de sí mismas. ¡Claro que menos da una piedra!

EL ALMANAQUE se detiene hoy en la palabra teología y en lo que se mueve a su alrededor.


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