ARTICULOS - RELIGIÓN Y VALORES HUMANOS

EL LARGO PEREGRINAJE DEL ENTUSIASMO

El domingo pasado daba cuenta de la mística; pero no es razonable confinarla en su estricto campo léxico, porque no se agotan ahí sus fuentes y afluentes, que van mucho más lejos. Es cierto que la mística entronca tanto léxica como semánticamente con los misterios (ritos) y con el misterio. Ahí es donde tienen su origen la palabra y el concepto. Pero no exclusivamente ahí. Resulta que la mayor parte del contenido de la mística lo depositó la lengua griega en otra palabra: el entusiasmo. Los griegos estaban de tal modo en la unión de los dioses con los hombres, que para ellos era algo corriente la ocupación del cuerpo de cualquiera por parte de un dios, y la consiguiente suplantación o asimilación de su espíritu. Es pan de cada día en la Ilíada y la Odisea. Pero en estos géneros de enzéiosis o posesión divina, el hombre no entra en lo que entendemos por estados entusiásticos; su ánimo permanece sosegado, como corresponde al comportamiento anímico de un dios. No solamente no participa el hombre de la divinidad, ni es elevado a ella, sino que es simplemente utilizado por la divinidad cada vez que ésta necesita adoptar la forma humana para moverse entre los mortales; pero sin aportarle nada a aquel cuyo cuerpo ha sido poseído temporalmente por el dios. Se trata de la posesión del cuerpo, pero no del alma; no se piensa por tanto en el enqousiasmoV (enzusiasmós), es decir en la posesión del hombre por el dios, aunque objetivamente lo es, ni se crea por tanto la palabra, porque el hombre no llega a percibir esa presencia de la divinidad; es insensible a ella, y por tanto no le afecta en absoluto, ni para bien ni para mal. Hay que llegar a un culto que va más allá de los sacrificios, en el que son los fieles los que se esfuerzan por entrar en contacto con la divinidad, para llegar a la auténtica enqousia (enzusía), de en-qeoV (én-zeos)= en más dios. Se trata por tanto de la fusión del espíritu humano con el espíritu divino; de la chispa de la divinidad que inflama el espíritu del hombre. Se trata de un privilegio que inicialmente corresponde sólo a los adivinos; en efecto, el primer significado de enqousia (enzusía), es inspiración divina, y era privativa de los oráculos. Todavía falta un largo recorrido para llegar a la comunicación directa del resto de fieles con la divinidad. Pero se recorrió finalmente el camino, mediante la participación e implicación cada vez más activa de éstos en los misterios, que en el cristianismo se llamarán sacramentos (no olvidemos la gracia santificante que les es inherente); y cada uno podrá gozar de la entrada de la divinidad en su espíritu. Estamos ya muy cerca de la experiencia mística. El mismo san Agustín (354-430) es un gran precursor. Pero quizá más importante que el seguimiento de la mística, sea el del proceso de formación de nuestro espíritu y de sus emociones, que por lo que reflejan las palabras y la misma historia, se han formado en la fragua del sentimiento religioso. Estamos admirados por el invento del amor cortés, que tanto ha contribuido a elevarnos y a espiritualizar hasta lo más material. Pero es que el entusiasmo no le va a la zaga. En él venimos ensayando desde hace muchos siglos nuestra capacidad de e-moción, de salir fuera de nosotros mismos para acercarnos a los demás. El trasvase de almas en el caso extremo, y el de sentimientos en su forma más suave, es un gran invento humano al parecer con el beneplácito de la divinidad.

EL ALMANAQUE sigue el hilo de la mística en una de sus manifestaciones más arcaicas: el entusiasmo.

Mariano Arnal

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