ARTICULOS - RELIGIÓN Y VALORES HUMANOS

CORPUS CRISTI

Es la fiesta del Cuerpo de Cristo (la sangre ha quedado en segundo lugar, y no por casualidad). Detrás de todo dios hay un hombre, y debajo de todo misterio divino se oculta un trascendente misterio humano. Aplicando las leyes de la investigación antropológica, bajo las especies del Cuerpo y de la Sangre del Hombre-Dios hay que buscar el cuerpo y la sangre del hombre. Porque para un antropólogo es imposible e incoherente e insostenible la antropofagia ritual, sin un firme sustrato de antropofagia real. Más aún: es imposible que el mayor rito y misterio de una religión tenga carácter antropofágico, sin que tenga también ese carácter todo el fundamento mítico de esa religión. Y el mito, con sus ritos y sus preceptos, implica finalmente un determinado diseño antropológico, unas veces explícito y otras implícito. Las líneas maestras de la antropología judeo-cristiana son bien patentes: el origen del hombre tal como lo conocemos está en una gravísima transgresión alimentaria (sólo puede ser la más grave); y si por el remedio, que es antropofágico, hemos de inferir el mal, sólo queda un camino: que el mal que hizo precipitarse al hombre, fuese la antropofagia. A la luz de esta hipótesis antropológica, la lectura de los textos, de los ritos y de los preceptos en que se condensa el drama humano, tiene resonancias peculiares: tras la primera referencia a la creación del hombre, dice el Génesis (1, 29-30): Dijo Dios: "Mirad que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra y todo árbol que lleva fruto de semilla: eso os servirá de alimento. Y a todo animal terrestre, a toda ave de los cielos y a todo ser animado que se arrastra sobre la tierra, les doy por alimento toda hierba verde." Y así fue. No hay derramamiento de sangre en toda la creación. Todos, absolutamente todos los animales son herbívoros. ¿Y qué pasa luego? Pues que Dios prohíbe explícitamente al hombre comer el fruto del árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal (que los exégetas tienden a verlo obviamente como un solo árbol): Y Dios impuso al hombre este mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio." (Gén 2, 16). Este texto necesita exégesis: primero está claro que después de haber comido el hombre del fruto prohibido, no murió literalmente; en segundo lugar lo del árbol de la vida y de la ciencia del bien y del mal no puede ser más que una metáfora, puesto que tampoco es posible que exista literalmente un árbol de esas características. En tercer lugar, si la antropofagia es para el pueblo de Israel la gran transgresión (de hecho es la máxima justificación de Dios para quitarles la tierra a los palestinos y dársela a su pueblo elegido; y es también la razón del exterminio sagrado, puesto que si Israel sometiese a servidumbre a los palestinos, correría el riesgo de dejarse arrastrar por ellos a inmolar a sus hijos en el altar de Moloc), es obvio que sea tabú y que por consiguiente haya que evitar nombrarla. Eso hace que desde una perspectiva antropológica sea muy difícil eludir la lectura antropofágica del pecado original y vincularla a una lectura análoga del misterio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, porque es en esa lectura donde también encaja el mayor valor del Misterio Eucarístico, que es la caridad, el amor al prójimo: Tanto amó Dios al mundo, que para evitar que fueran los unos alimento de los otros, se inmoló él como alimento de todos. Y a cambio pidió nada más y nada menos, que nos amásemos los unos a los otros: el único antídoto de las refinadísimas fórmulas modernas de antropofagia.

EL ALMANAQUE analiza hoy la palabra testamento (el Testamento de Cristo).

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