ARTICULOS - RELIGIÓN Y VALORES HUMANOS

A DÓNDE VAMOS

No es moda hacerse esta pregunta. La verdad es que estamos tan sumamente ocupados y tan estresados, que no podemos pararnos en nimiedades de esas. Hemos de seguir hacia delante o en zigzag, o en círculo, o en espiral, o como sea… realmente no sabemos ni tenemos tiempo de enterarnos de hacia dónde nos dirigimos. Lo único que importa es seguir, seguir, no parar. Como ocurre con la energía, se trata de mantenernos todos en movimiento, cada uno en su órbita, para que no se desintegre el átomo del que formamos parte; se trata de emplear toda nuestra energía para permanecer en nosotros mismos: como en toda fuerza de inmanencia, el núcleo gira enloquecido alrededor de sí mismo. Esa locura es su cordura. Constituido en vértigo o vértice o eje, que todo es lo mismo, atrae hacia sí de manera inexorable cuanto tiene en su derredor, y lo hace girar asimismo en frenético torbellino. Como si estuviese escrito: así ha de ser, porque si se para, se desintegra. Suena a anacronismo hacerse hoy esta clase de preguntas. Con lo deprisa que vamos, firmemente direccionados por tanto, y con la firme decisión implícita ya en la firmeza y la fijeza de nuestro norte, no tiene sentido que nos replanteemos a medio camino, y lanzados a velocidad de vértigo, si vamos hacia donde nos conviene. Simplemente vamos. A esos pasatiempos se dedicó la humanidad cuando andaba pausada, y tenía la opción de modificar su rumbo. Se preguntaron los filósofos de todos los tiempos si nos era dado decidir hacia dónde debía orientarse nuestra vida. Las filosofías más optimistas sostuvieron que era imposible ningún movimiento que no fuese orientado por su causante hacia algún fin. Platón, cómo no, decidió que era la belleza la que tiraba de todo, y que por tanto todo se movía hacia ella como se mueve todo viviente hacia su alimento. La filosofía cristiana (y en general toda filosofía religiosa) sostuvo que Dios era el determinador de todos los fines (teleología y determinismo son inseparables). Muchos más creyeron que todo tiene un fin en este mundo, y que este fin es el hombre; en cambio los racionalistas y mecanicistas decidieron que todo está sometido, incluso el hombre, a un determinismo físico que no le permite decidir su propio destino, por lo que no vale la pena ni que se lo plantee. Y en esas andamos hoy. Pero es muy duro para el entendimiento ver que efectivamente nos movemos en direcciones muy concretas, y aceptar que nadie ha decidido que nos movamos en esas direcciones y no en otras. Que eso es como la ley de la gravitación universal, que es la inercia la que nos mueve. Tanto más cuesta aceptarlo, cuanto que la historia nos muestra cómo en determinados momentos alguien da un golpe de timón, y la humanidad entera modifica su rumbo. En el siglo que estamos despidiendo hemos vivido la realidad de potentísimos direccionadores de la humanidad que han estado a punto de cambiar nuestro rumbo; hemos afianzado otros que determinan nuestra manera de ser y estar en el mundo y entre nosotros; y nos hemos dejado arrastrar con enorme fuerza por otros que no sabemos hacia dónde nos llevarán. Suponer que es la inercia la que pone en marcha estos movimientos y la que determina sus vaivenes, parece más bien una temeridad intelectual. Y poner por encima de todos ellos un Dios providente como principio y fin de todo lo que existe y todo lo que sucede, es la opción del creyente, tan indemostrable como sus contrarias.

EL ALMANAQUE examina hoy el concepto de teleología.

click here!