PSICOÁNALISIS
ILUMINAR
LA OSCURIDAD
“Estamos
llenos hasta la garganta de los nombres que damos al sufrimiento...
No somos sino
piel tirante sobre un viento con los músculos crispados contra la
mortalidad.”
DJUNA BARNES.
Tal vez en alguno de esos momentos
donde “todo” resulta vano, superfluo, insoportablemente leve, se
habrá preguntado: “¿ Que soy REALmente por debajo de las
apariencias que luzco?, ¿soy solo una cara, un cuerpo, una mente,
algunos ideales tibiamente vociferados, un baúl de borrosos
recuerdos, un montón de imágenes sujetas con alfileres, o tan solo
palabras?.
Un
psicoanalista francés llamado Lacan, que no se caracterizaba
justamente por andarse con medias tintas, sostenía que los sujetos
tan solo somos un montón de harapos, colgados alrededor de una
nada. Es algo un poco fuerte, pero esa era su forma de decir las
cosas.
Hay en el fondo de cada sujeto un
vacío que lo habita, sobre él es que construimos nuestro existir, es
esa nada que existe y que por momentos se nos presentifica en
nuestras vidas fundamentalmente bajo la forma de la muerte.
Muerte es uno de los nombres que le asignamos a esa nada, frente
a ella faltan las palabras y no encontramos sentido, ni respuestas.
Cuando un ser querido muere se impone a los deudos la necesidad de
relatar aspectos de la vida de aquel que ya no esta, contando sus
últimos momentos, sus ultimas palabras, sus anhelos truncados, como
si el hecho de poder bordear esa falta infinita con palabras
transformara ese sufrimiento o lo acotara de alguna forma.
El recurso de emplear la palabra como
medio de la cura no es algo que allá inventado el psicoanálisis, ya
los primeros médicos que se preocupaban por el padecimiento de la
gente conocían el efecto apaciguador y curativo de la palabra, y aun
hoy los médicos mas experimentados saben que en ocasiones dejar que
el paciente relate aspectos de su vida hace que el sufrimiento se
apacigüe. Lo que sí des-cubre el psicoanálisis es que por detrás de
lo que se dice, se dice Otra cosa. Que la palabra de un paciente
porta un saber a des-cubrir. Y que es por no querer saber nada de
eso, que es lo único REAL en la vida, que un sujeto padece, viviendo
en la oscuridad, por miedo a despertar a la vida.
El fin, la
finalidad que persigue un análisis es que un relámpago ilumine esa
oscuridad en la que se hallaba sumido el sujeto. Nueva luz que deja
percibir el malentendido que guiaba nuestra vida. Que donde reinaba
la oscuridad del no querer saber, advenga la claridad de un NUEVO
SABER, o como dirían lo Redonditos de Ricota: “Cuando la noche es
más oscura se viene el día en tu corazón”.
Y que nos guíe
el deseo en un despertar súbito a la vida.