Las apariencias:
¿Que soy, que soy, que
soy?
¿Soy solamente la
imagen que a los otros doy?
¿En el espejo de los
demás, de los otros, el reflejo?
María e. Fingermann
Cuando nos
miramos en un espejo encontramos que este nos devuelve una imagen, en
cierta forma nos reconocemos en ella, pero no es todo, existe “mas
allá” de ella algo mas o algo menos.
Nos construimos una
imagen para que el Otro nos reconozca, como persona, no solamente es
una imagen corporal, también construimos nuestro si mismo, nuestro
ser, a eso que algunos filósofos llaman el yo. Así decimos: -“Así soy
yo”, y tratamos de obrar en consecuencia a esa imagen que creemos ser.
Pero llega el momento que algo pasa, algo que nos anuncia o pone en
evidencia, que esa imagen era solo apariencia, imagen que estaba
puesta allí para ocultar-nos, ocultaba “eso” que se hallaba detrás.
La vida de las
personas se halla enmarcada, como si fuera un cuadro, una pintura, una
imagen, entre apariencias, nuestro “yo” es una de las tantas. El YO es
lo que creemos ser ante la mirada del Otro. El YO es una excusa
para no meternos con “eso” que se encuentra detrás y causa nuestro
deseo.
Cuando alguien acude
a un psicoanalista es porque esa imagen, esa apariencia que se había
construido para tapar sus deseos, falla, tambalea, vacila. –“me
esforzaba por ser esa mujer abnegada, madre ejemplar, la que anda
detrás de todos... después que paso aquello....hoy me doy cuenta lo
equivocada que estaba...”. En el momento en que esa imagen falla,
vacila, aparece la angustia y el sujeto se halla confrontado a lo REAL
de la vida; cambia su posición como sujeto, es el “darse cuenta”
que aquello que creíamos ser era una ficción- imagen- imaginación.
Darse cuenta que lo Real pasa por otro lado.
Algunos terapeutas
creen que reforzando el Yo ayudan a sus pacientes, muy por el
contrario a lo que ayudan es a seguir viviendo en un mundo de
apariencias, se creen el espejo que le devolvería a esa persona una
nueva imagen mejor que la otra. Son aquellos a los les gusta tener
pacientes a su imagen y semejanza, que se jactan de poder sostener,
desde su posición idealizada, a sus pacientes, convirtiéndolos en
seres dependientes. Infatuación de ponerse en el lugar del AMO, del
otro absoluto, Ideal, imprescindible, omnisciente. En psicoanálisis
mas que de sostener se trata de poder “caer”, trastabillar, darse
cuenta. Como cuando alguien dice: -“¡ Ahora caigo!, o -“ en ese
momento caí en la cuenta que...”. Para poder caer hay que
atravesar una barrera, que es la de la angustia, la labor de un
psicoanalista es la de dosificarla éticamente. La angustia sobreviene
ante cada nuevo descubrimiento que hace tambalear a aquellas medio-
certezas que daban consistencia a nuestro mundo. Recordemos a
Copernico, Galileo y Freud entre otros y el simbronazo que dieron a su
época.
Un “pensador”
contemporáneo llamado S. I. Marcos podría expresar lo dicho de
este modo: “ Los espejos son para ver de este lado y los cristales
son para ver lo que hay del otro lado. Los espejos son para tallarlos.
Los cristales son para romperlos... y cruzar al otro lado... Busca
entre tanto espejo un cristal para romper... ¡Que nos guíe el deseo!”.
Poder pasar del otro
lado, atravesar lo obvio, lo aparente, lo conservador, lo ya sabido,
descubrir, caer en la cuenta de que aquello que nos da vida, que hace
que vivir la vida resulte posible se llama deseo.
Y “que nos guíe el
deseo”, y no las apariencias.
GABRIEL O. ALVAREZ
Psicólogo-psicoanalista
M.P: 20199 M.N: 27528
argentina
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