ROSA1.gif (4563 bytes)    La Poes�a

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ROMANCE DEL INCENDIO DE ROMA

      Mira Nero, de Tarpeya
A Roma c�mo se ard�a:
gritos dan ni�os y viejos,
y �l de nada se dol�a.
El grito de las matronas
sobre los cielos sub�a;
como ovejas sin pastor
unas tras otras corr�an,
perdidas, descarriadas,
a la torre se acog�an;
los siete montes romanos
lloro y fuego los hund�a.
En el gran Capitolio
suena muy gran vocer�a:
por el collado Aventino
gran gent�o discurr�a,
y en Cabalo y en Rotundo
la gente apenas cab�a.
Por el rico Coliseo
gran n�mero se sub�a;
lloraban los dictadores,
los c�nsules a porf�a;
daban voces los tribunos,
los magistrados pla��an,
los cuestores lamentaban,
los senadores gem�an.
Llora la orden ecuestre,
toda la caballer�a,
por la crueldad de Ner�n
que lo ve con alegr�a.
Siete d�as con sus noches
la ciudad toda se ard�a:
por tierra yacen las casas,
los templos de taller�a.
      Los palacios m�s antiguos,
de alabastro y siller�a,
en ceniza van por tierra
los lazos y pedrer�a;
las moradas de los dioses
han triste postrimer�a.

El templo capitolino
do J�piter se serv�a,
el gran templo de Apolo,
y el que de Mars se dec�a,
sus tesoros y riquezas,
el fuego los derret�a.
Por los carneros y osarios
la gente se defend�a.
De la torre de Mecenas
lo miraba todo y v�a
el ahijado de Claudio
que a su padre parec�a,
que a su S�neca dio muerte;
el que matara a su t�a:
el que antes de nueve meses
que Tiberio se mor�a,
con prodigios y se�ales
en este mundo nac�a;
el que persigui� a cristianos,
el padre de tiran�a,
de ver abrasar a Roma
gran deleite receb�a.
Vestido en c�nico traje
decantaba en poes�a.
Todos le ruegan que amanse
su crueldad y su porf�a:
cuando m�s todos le ruegan
�l de nadie se dol�a.

Romancero an�nimo