POETAS ACTUALES


 

CUMPLEA�OS
     
Yo lo noto: c�mo me voy volviendo 
menos cierto, confuso, 
disolvi�ndome en aire 
cotidiano, burdo 
jir�n de m�, deshilachado 
y roto por los pu�os.  
  
  Yo comprendo: he vivido 
un a�o m�s, y eso es muy duro. 
�Mover el coraz�n todos los d�as 
casi cien veces por minuto!  
  
  Para vivir un a�o es necesario 
morirse muchas veces mucho.  

�ngel Gonz�lez
Del libro "�spero mundo"

Hab�a una barcaza, con personajes torvos,
en la orilla dispuesta. La noche de la tierra,
sepultada.
Y m�s all� aquel barco, de luces mortecinas,
en donde se api�aba, con fervor, aunque triste,
un gent�o enlutado.
Enfrente, aquella bruma
cerrada bajo un cielo sin firmamento ya.
Y una barca esperando, y otras varadas.
Lleg�bamos exhaustos, con la carne tirante, algo seca.
Un aire inm�vil, con flecos de humedad,
flotaba en el lugar.
Todo estaba dispuesto.
La niebla, a�n m�s cerrada,
exig�a partir. Yo ten�a los ojos velados por las l�grimas.
Dispusimos los remos desgastados
y como esclavos, mudos,
empujamos aquellas aguas negras.

Mi madre me miraba, muy fija, desde el barco
en el viaje aquel de todos a la niebla. 

Francisco Brines
Del libro "La �ltima costa"

 

SONETO DE LA PIEDRA

 

He de volver a la extensi�n callada

donde siempre mor�, como una yedra

crispada, sin ra�z, con una piedra

como base y tambi�n como almohada.

 

Espera. Mi cintura encadenada

tiene un nardo amarillo que no medra.

Tengo tan dentro ya de m� la piedra

que no siento la carne lastimada.

 

Espera, espera. Por mi sien doblada

un ni�o iba durmiendo y ha varado

su sue�o por las playas de la muerte.

 

Como el de una paloma lanceada,

su grito me sali� por el costado

tr�mulo y triste y apretado y fuerte.

 

Julia Uceda, Premio Nacional de Poes�a 2003

Del libro �Mariposa en cenizas�

 

 

 

 


MARINA

Te he visto, oc�ano
te he galopado
a lomos de un viol�n
de madera pulida
de un potro alabeado
del color del cerezo
y eras, oc�ano
un prado
de hierba azul
en movimiento.

Como si fueras
el propio olvido
te he visitado
oc�ano
emperador de las aguas
espejo profundo del cielo
y he visto en tus eternas barbas de espuma
cereales azules y flores del silencio.

Blanca Andreu
Del libro "El sue�o oscuro"

 

DON DE LA EBRIEDAD

Siempre la claridad viene del cielo; 
es un don: no se halla entre las cosas 
sino muy por encima, y las ocupa 
haciendo de ello vida y labor propias. 
As� amanece el d�a; as� la noche 
cierra el gran aposento de sus sombras. 

Y esto es un don. �Qui�n hace menos creados 
cada vez a los seres? �Qu� alta b�veda 
los contiene en su amor? �si ya nos llega 
y es pronto a�n, ya llega a la redonda 
a la manera de los vuelos tuyos 
y se cierne, y se aleja y, a�n remota, 
nada hay tan claro como sus impulsos! 

Oh, claridad sedienta de una forma, 
de una materia para deslumbrarla 
quem�ndose a s� misma al cumplir su obra. 
Como yo, como todo lo que espera. 
Si t� la luz te la has llevado toda, 
�c�mo voy a esperar nada del alba? 

Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca 
espera, y mi alma espera, y t� me esperas, 
ebria persecuci�n, claridad sola 
mortal como el abrazo de las hoces, 
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja. 

Claudio Rodr�guez

Del libro "Don de la ebriedad"

 

 

PRIMER D�A DE VACACIONES

Nadaba yo en el mar y era muy tarde,
justo en ese momento
en que las luces flotan como brasas
de una hoguera rendida
y en el agua se queman las preguntas,
los silencios extra�os.

Hab�a decidido nadar hasta la boya
roja, la que se esconde como el sol
al otro lado de las barcas.

Muy lejos de la orilla,
solitario y perdido en el crep�sculo,
me adentraba en el mar
sintiendo la inquietud que me conmueve
al adentrarme en un poema
o en una noche larga de amor desconocido.

Y de pronto la vi sobre las aguas.

Una mujer mayor,
de cansada belleza
y el pelo blanco recogido,
se me acerc� nadando
con brazadas serenas.
Parec�a venir del horizonte.

Al cruzarse conmigo,
se detuvo un momento y me mir� a los ojos:
no he venido a buscarte,
no eres t� todav�a.

Me despert� el tumulto del mercado
y el ruido de una moto
que cruzaba la calle con desesperaci�n.
Era media ma�ana,
el cielo estaba limpio y parec�a
una bandera viva
en el m�stil de agosto.
Baj� a desayunar a la terraza
del paseo mar�timo
y contempl� el bullicio de la gente,
el mar como una balsa,
los cuerpos bajo el sol.
En el peri�dico
el nombre del ahogado no era el m�o.


Luis Garc�a Montero

 

 

Inventario de lugares propicios al amor

Son pocos.
La primavera est� muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y tambi�n esas grietas que el oto�o
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por s� amarillas como pl�tanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los r�os,
bancos p�blicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desenga��monos: las bajas
temperaturas y los vientos h�medos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, adem�s, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epid�rmicas
-sin inter�s alguno-
en ni�os, perros y otros animales)
y el �no tocar, peligro de ignominia�
puede leerse en miles de miradas.
�A d�nde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
c�rneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconf�an, amenazan.
Queda quiz� el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hast�o e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.

�ngel Gonz�lez
Del Libro "Tratado de Urbanismo"

 

 

CANSERA

�Pa qu� qui�s que vaya? Pa ver cuatro espigas
arroy�s y peg�s a la tierra;
pa ver los sarmientos r�ines y mustios
y esn�as las cepas,
sin un grano d'uva,
ni tampoco siqui� sombra de ella...
Pa ver el barranco,
pa ver la laera,
sin una matuja... �Pa ver que se embisten,
de pel�s, las pe�as!...
Anda t�, si quieres,
que a m� no me quea
ni un soplo d'aliento,
ni una onza de fuerza,
ni ganas de verme,
ni de que me mienten, siqui� la cosecha...
Anda t�, si quieres, que yo pu� que nunca
pise m�s la senda,
ni pu� que la pase, si no es que entre cuatro,
ya muerto, me llevan...
Anda t�, si quieres...
No he d'ir, por mi gusto, si en crus me lo ruegas,
por esa sendica por ande se fueron,
pa no volver nunca, tantas cosas buenas...
esperanzas, quereres, su�res...
�To se fue por ella!
Por esa sendica se march� aquel hijo
que muri� en la guerra...
Por esa sendica se fu� la alegr�a...
�Por esa sendica vinieron las penas!...
No te canses, que no me remuevo;
anda t�, si quieres, y �jame que duerma,
�a ver si es pa siempre!... �Si no me espertara!...
�Tengo una cansera!...

Vicente Medina Tom�s
Del libro "Cantos Murcianos"

PAISAJES LITERARIOS  : MARIANO ESTRADA  : http://www.mestrada.net