Bendice a Yahvé, alma
mía.
Yahvé, Dios mío,
¡cuán grande sois!
Vais vestido de
esplendor y majestad,
os viste la luz como
una capa.
Habéis tendido el
cielo como una vela,
y sobre las aguas os
habéis hecho un palacio.
Os subís a las nubes
como si fueran una carroza
y avanzáis sobre las
alas de los vientos;
tenéis los vientos
como mensajeros,
el fuego y las llamas
son vuestros criados.
Asentasteis la tierra
sobre sus cimientos
inconmovible por
siglos y siglos.
La cubristeis con el
manto de los océanos,
las aguas sepultaban
las montañas.
Las amenazáis y huyen
al instante,
se precipitan al oír
vuestro trueno,
subiendo las
montañas, bajando por los valles,
hasta el lugar que les
habíais asignado ;
les fijasteis un
límite que no traspasarán,
nunca más cubrirán
la tierra.
De las fuentes hacéis
brotar torrentes,
que serpentean entre
las montañas;
en ellos beben los
animales salvajes,
los asnos salvajes
apagan su sed;
en sus riberas anidan
los pájaros
gorjean
entre las ramas.