La terminología de la reproducción está fuertemente
marcada por los principios en que se sustenta toda la estructura de la sociedad que creó
estas palabras para recoger en ellas la realidad como la veía y la sentía.
En primer lugar, tal como claramente expresa el par de términos, el hombre da, aporta;
y la mujer toma, recibe. En efecto, engendrar procede de in + generare,
que literalmente significa "introducir el elemento generador en"; en cierta
manera, "sembrar", "implantar". Mientras su complementario concebir
procede del latín cum + capio, que significa "Captar",
"coger", "capturar", con el prefijo cum que no siendo de
compañía, funciona de intensificador o reforzador de la acción
No nos perdamos el detalle, que es importante: el hecho de que el elemento significador
capere esté reforzado, implica que la responsabilidad de la captación de
lo engendrado por el hombre, recae en la mujer, que debe tener capacidad (por cierto,
también de capere) de responder a la acción incuestionable del hombre, de
introducir en ella la semilla. El que conciba o no, es problema de la mujer.
Item más: según esta terminología, el único elemento activo de la generación es el
hombre, de manera que a lo que más se parece el acto de engendrar es a la introducción
de una semilla en la tierra para que ésta la ayude a germinar y crecer, pero sin aportar
la tierra ningún elemento genético.
Lo más prodigioso de este lenguaje es que asiente de manera incontrovertible la paternidad,
colocándola en primerísimo plano, y deje la maternidad, mucho más evidente e
indiscutible, en un segundísimo plano y abierta a todo cuestionamiento.
Es una muestra clarísima de una batalla de las palabras planteada con una maestría y
una eficacia insuperables. Se trataba de poner la paternidad muchos escalones por
encima de la maternidad, porque se trataba de una operación sumamente
trascendental para la supervivencia del grupo; era cuestión de atar al hombre con lazos
irrompibles a la crianza de los hijos. Lo primero era que se le pudiera convencer de que
efectivamente eran suyos: eso sólo se podía conseguir mediante la exclusividad sexual
absolutamente estricta de la mujer (la del hombre, a estos efectos, no pinta nada).
Y lo segundo, y esto sí que fue rizar el rizo, fue convencerle de que bien mirado, la
mujer poco tenía que ver con el hijo. Que lo importante era la generación, y lo demás,
pues ya ves, gestación (de gerere, llevar), simplemente llevarlo, y
luego parirlo, si quería, que si no, la misma criatura se cuidaba de nacer.