Sic
nos amántibus, ¿quis non redamabit?
A los que así nos amáis, ¿quién no os devolverá amor?
(Adaptación del Adeste
fideles)
ADESTE FIDELES
Adeste,
fideles, leti triumfantes
Acercaos, fieles, alegres y en
triunfo,
venite, venite in Bethleem.
Venid, venid a Belén.
Natum videte Regem Angelorum
Ved al nacido Rey de los Ángeles
Venite, adoremus
venid, adoremos,
venite, adoremus
venid, adoremos,
venite, adoremus Dominum.
Venid, adoremos al Señor
En
grege relicto, humiles ad cunas He
ahí que, dejado el rebaño, a la humilde cuna
vocati pastores approperant
llamados los pastores se
apresuran a ir
et nos ovanti gradu festinemus
y nosotros con paso festivo apresurémonos.
Venite,
adoremus
venite, adoremus
venite, adoremus Dominum.
Eterni
Parentis splendorem eternum Del
Eterno Padre el esplendor eterno
velatum sub carne videbimus:
velado bajo la carne
veremos:
Deum infantem, pannis involutum.
al Niño Dios envuelto en pañales.
Venite,
adoremus
venite, adoremus
venite, adoremus Dominum.
Pro
nobis egenum et feno cubantem,
Por nosotros pobre y acostado en el heno,
piis foveamus amplexibus.
Démosle abrigo con
piadosos abrazos.
Sic nos amantem, ¿quis non redamaret?
A quien así nos ama, ¿quién no le devolvería amor?
Venite,
adoremus
venite, adoremus
venite, adoremus Dominum.
EL
MÁS CLÁSICO DE LOS VILLANCICOS
Los
villancicos tienen de particularidad precisamente lo que indica su
nombre:
ser obra de villanos (entendiendo por tales los habitantes de la
villa,
en oposición a los de la corte).
En
Navidad el pueblo tenía licencia para tomar la iglesia como suya,
y celebrar sus cultos peculiarísimos
(con representaciones del misterio del Nacimiento incluidas),
de los que nos han quedado sólo los cantos:
los
villancicos.
La
Iglesia se llevó siempre mal con estas músicas y esas letras
tan poco acordes con la seriedad del culto religioso.
Por eso
acabó sacando fuera de Misa las representaciones de teatro sacro
y los cantos que las acompañaban.
Pero no
consiguió desterrarlos del todo.
No sólo
eso, sino que desde la misma oficialidad eclesiástica
se compusieron algunos villancicos de mucha calidad, y en latín.
El mejor
de todos,
el único que ha quedado incorporado a los libros litúrgicos oficiales,
el Adeste
fideles.
Se trata
de una composición en buena métrica y con un vocabulario exquisito.
Tanto la música gregoriana como la letra
nos hacen pensar en una solemne marcha procesional:
Triumphantes, ovantes, venite, venite,
son palabras que nos hablan de de la solemnidad de la marcha.
La
adoración de los pastores, el misterio del Dios hecho hombre,
hecho Niño.
Y la
invitación final a abrigarle con nuestros abrazos
y a pagarle con amor a quien así nos amó.
He ahí el argumento sublime
del Adeste fideles,
tan inusual en los villancicos.
Música
de Adestes Fidelis en formato mp3 |