VIRILIDAD
Virilitas
es la palabra latina de la que procede virilidad. Nos
encontramos, por tanto, ante un cultismo. Procede de vir
(contrapuesto a homo en cuanto a categoría social; y a femina
en cuanto a sexo). El adjetivo derivado de vir es virilis,
y el que procede de homo, humanus. Los
correspondientes sustantivos son virilitas y humanitas.
Es coherente pensar (no todos están de acuerdo) que vir
(varón) procede de vis (plural, vires)
que significa fuerza, vigor corporal, ímpetu, violencia, fuerzas,
tropas, y que se ha usado también para nombrar los genitales. En esa
línea está la denominación de miembro viril o simplemente
"el miembro" para el órgano de acoplamiento del hombre.
De la raíz homo lo más
aproximado a virilidad es la expresión "ser muy
hombre" y ya más alejada, la palabra "hombría" acompañada
casi siempre del complemento "de bien", como genérico de
"hombre bueno". Hay que advertir que el término homosexual
no es un compuesto del latín homo (hombre), sino del
griego <omoV (homos)
que significa igual, semejante, parecido (como en homónimo, homogéneo,homólogo),
y por tanto sirve para definir las relaciones sexuales entre dos
personas de igual sexo, tanto hombres como mujeres; aunque al contar
con un término específico para el femenino (lesbiana, lesbianismo),
hemos acabado usando el término homosexual casi en exclusiva para el
masculino.
Se suele entender por virilidad la
capacidad de un hombre de actuar sexualmente como tal, facultad que
acaba centrándose en el "miembro" por antonomasia. Y se
suele evaluar ésta en razón de la capacidad del miembro de alcanzar
un tamaño respetable al erguirse y de mantenerse largamente así. Un
remotísimo sustrato cultural de milenios relaciona el aspecto anatómico
con los resultados fisiológicos; de manera que acaba considerándose
falto de virilidad al que es incapaz de dejar embarazada a la mujer.
Se tiene por menos viril al que sólo engendra hembras (de ahí la
obsesión de muchas parejas, ya sólo en el tercer mundo, por tener un
varón) y se considera más viril a quien más embarazos hace. Ésta
es, donde la cultura no ha conseguido desactivarla, la espoleta que
dispara la explosión demográfica. Con un agravante, que mientras se
puede, se le carga el mochuelo a la mujer "acusándola" de
esterilidad y repudiándola por ello. Son los sucesivos repudios los
que acaban delatando al hombre.
En esas culturas el contrario de virilidad es
esterilidad (masculina). Por fortuna en los países desarrollados la
virilidad no se refiere a la potencia generativa, sino exclusivamente
a la potencia copulativa, con lo que queda desvinculada de la
reproducción. En nuestra cultura el contrario de virilidad es
impotencia, que se refiere a la imposibilidad de la copulación por
falta de firmeza del "miembro viril". Todas las culturas han
buscado remedio a este mal en los afrodisíacos, de los que me
ocuparé el próximo viernes.
Mariano
Arnal
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