ENFERMERA
Detrás de esta palabra hay una larga historia, que es bueno repasar. Partamos de su
forma y de su significado: en primer lugar, aunque la palabra tiene los géneros masculino
y femenino, este oficio ha sido ocupado preferentemente por mujeres; con lo que lo
habitual es (ha sido) la enfermera y lo excepcional el enfermero, mientras en el tramo
superior, lo normal ha sido el médico y lo excepcional, la médica. Es decir que
siguiendo el esquema tradicional, el trabajo de alto nivel lo ha copado el hombre,
mientras se ha dejado el de segunda categoría a la mujer.
Esto en cuanto a la forma. En cuanto al significado, es transparente: enfermero o
enfermera es la persona que asiste directamente al enfermo y ayuda al médico. El hecho es
que el médico (ver web) no consideraba que tuviese que estar junto al enfermo. De hecho se inventó
el cirujano (ver web),
el trabajador manual, para que cuidase al enfermo y le hiciese las curas. El barbero era
el auxiliar natural del médico. La idea de que el contacto del médico con el enfermo
tiene que ser esporádico, lo suficiente para poder ejercer de conocedor, pero nunca de
cuidador del enfermo, es antiquísima, y sigue manteniéndose en pleno vigor. Para cuidar
al enfermo en el hospital o en la cínica, se inventó la enfermera.
Pero no acaba aquí la evolución del nombre y del oficio: hasta los años 60 el
ejercicio de las actividades sanitarias auxiliares no estaba regulado por ley. No existía
un título profesional de enfermería. Se creó por tanto este título y se le dio
consistencia académica. Quisieron darle más categoría a la profesión. Les pareció que
el nombre de enfermera y enfermero no tenía suficiente categoría, así que lo cambiaron
por el de Asistente Técnico Sanitario (A.T.S.). Fue el tiempo en que a los maestros
tampoco les acababa de gustar su denominación profesional y pasaron a llamarse Profesores
de Enseñanza General Básica. El caso es que fue creciendo la categoría profesional,
académica y salarial de las enfermeras y enfermeros, hasta que los hospitales entendieron
que tenían que limitar el número de éstos, y por tanto sus funciones: dejarían de ser
las cuidadoras y cuidadores de los enfermos, para convertirse en administradores de
inyecciones, medicamentos, responsables de curas menores, controladores de temperatura y
presión arterial, etc., es decir que tendrían un contacto con el enfermo en plan de
visita de técnico sanitario. Hubo que inventar por consiguiente un nuevo nivel
profesional para llenar el hueco que dejaban: el de auxiliares, en dos niveles: el de
técnico especialista y el de técnico auxiliar en enfermería, para que se ocupasen del
enfermo.
Y, oh paradoja, mientras vamos haciendo maravillas e inventando novedades en el ámbito
tecnológico, acabamos siempre en déficit en cuanto a la asistencia directa al enfermo.
El paralelo con la enseñanza es perfecto: muchas innovaciones pedagógicas, pero al final
si el alumno no funciona, a quien se aprieta y a quien se pide colaboración y
responsabilidad es a la familia. En los hospitales acaba siendo también la familia la
auxiliar perfecta que se ocupe del cuidado solícito del enfermo, complemento a veces
indispensable de la asistencia técnica.
Mariano Arnal
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